«Lucifer»
Me he rendido ante ella, el rey del infierno, el demonio más temido y respetado, estoy postrado ante ella recordando su olor, su calor; ella acaricia mis cabellos con ternura, como antes de que se fuera de mi vida, antes de que me abandonara, levanto mi rostro y entonces puedo comprender cuando los vikingos anhelaban ser recogidos del campo de batalla por las valquirias, jamás había visto una imagen con tal fascinación, sus cabellos rubios caen por sus hombros y sus ojos azules como el cielo me ven con piedad, las lágrimas caen cristalinas por sus mejillas, llegan hasta su barbilla y una de ellas cae sobre mis labios. Me levanto sin alejarme de ella ni un centímetro y tomo su rostro entre mis manos, veo en su rostro que está sufriendo, las lágrimas no paran de brotar de sus hermosos ojos, pone sus manos sobre las mías y cierra sus ojos intentando controlarse.
—¿Por qué me mentiste Tyra?— pego mi frente a la suya y cierro los ojos igual que ella, quiero concentrarme en su voz —¿Por qué te alejaste? ¿En que falle?
—Yo fui la que falló y por eso vengo arrepentida a pedir perdón— abro los ojos y veo sus enormes zafiros clavados en mí —yo… no podía decir la verdad, simplemente no sabía cómo reaccionarias y cada día me daba cuenta de que más tiempo había pasado y que no solo te sentirías mal por no saber con quién compartías tu vida si no que esa persona ocultó ese secreto por años— da un paso hacia atrás y su rostro escapa de entre mis manos, pero estás singuen sintiendo el calor de las suyas. —Caín sabía del regreso de Abel desde antes que ustedes y me pidió apoyo, pero ambos sabíamos que si me uno a él, sería estar en contra del Covenant, en tu contra al pertenecer a ellos, no quería meterte en problemas, no quería que te repudiaran; ese día que hablé con Caín y regresé al cielo tuve el infortunio de verte besándote con Diana. Sabía que tú no habías iniciado ese beso, también vi como reaccionaste, no eras el culpable de nada, pero si era la excusa perfecta para alejarme de ti, para dejarte libre y que me pudieras odiar aún más cuando me volviera parte de los sectatore, que Abel te viera con benevolencia y no con desconfianza por tener a tu mujer en el bando contrario.
—Tantas mentiras, no soy la imagen de la rectitud, eso lo sé, pero creí que tú y yo teníamos algo especial, más fuerte de lo que jamás creí que tendría con alguien— me siento herido y trato de comprender que todo lo que hizo fue por miedo y por un intento de protegerme de ser juzgado por sus actos. —¡Carajo Tyra! ¡Yo te hubiera seguido a dónde hubieras ido, hasta el fin del mundo, si te hubieras unido a Caín yo me hubiera mantenido a tu lado, me hubiera enfrentado a Abel y cada uno de sus soldados por ti!
—¡Yo no quería perjudicarte! No quería traerte problemas— veo la desesperación en su mirada. Vuelvo a reducir el espacio entre los dos y la tomo por los hombros para asegurarme que no volverá a huir de mí.
—¿Eres tonta? Mi peor tormento fue estar sin ti, no hay nada que pueda hacer Abel que se compare con el dolor que sentí al no tenerte, ¿Quieres matarme? Entonces vete, vuelve a alejarte, deja que me consuma la locura y el dolor, pero si tienes aún una pizca de amor por mí, si aún sientes lo que yo— tomo su mano y la pongo en mi pecho, aprisionándola con mis manos —si aún me deseas y me amas como yo te deseo y te amo, entonces no te vayas, pelearé contigo en el bando que tú escojas, a dónde tú vayas iré yo, solo… no te vuelvas a apartar— veo que sus ojos de nuevo vuelven a liberar lágrimas, su mano libre sube hasta mi mejilla y me dejo llevar por su tacto, cierro mis ojos disfrutando de su caricia.
—Lucifer… mi Dios cristiano del inframundo…— cuando escucho eso no puedo evitar sonreír.
—Por comentarios como ese terminé siendo desterrado, no soy ningún Dios— abro mis ojos y veo sus enormes zafiros llenos de brillo.
—No soy la mujer con la que tuviste hijos, no soy ella, hay tanto de mí que no sabes— de nuevo la duda, el dolor en su mirada, empiezo a desesperarme, siento que no puedo tenerla por completo.
—Sigues siendo la mujer fuerte y temperamental que conozco, la asesina a sangre fría sensual que tanto me enloquece— un destello de sonrisa se asoma en sus labios y me muero por morderlos. — déjame aprender y descubrir lo que aún no sé, vuélvete un libro abierto para mí— la tomo con delicadeza del rostro y me acerco lentamente a sus labios, un instinto animal empieza a crecer dentro de mí pecho. —Déjame recordar tu cuerpo, memorizar cada tatuaje, cada cicatriz— sin perder más tiempo la beso suavemente y me lleno de vitalidad, de energía, vuelvo a nacer en cuanto sus labios responden a los míos, podrá ser quien ella quiera, pero siempre terminará entre mis brazos.
La tomo por la cintura y la ciño a mi cuerpo, siento su respiración entre cortada, exhalando deseo y sus manos se enredan en mi cabello, atrayéndome más a ella, las ansias me devoran, deseo impregnarme de ella, de su aroma, de su esencia, la tomo con cuidado en mis brazos mientras el beso se vuelve cada vez más enérgico y la llevo hasta la habitación, mi cuerpo la ha extrañado y demanda reencontrarse con el suyo. Deslizo su ropa lentamente por su piel descubriendo cada trazo de tinta, cada cicatriz y recorro cada línea con mis labios mientras su piel vibra con mi tacto, pequeños temblores se apoderan de ella con forme gano terreno en su cuerpo. Mi boca y mis manos se encargan de elevar su temperatura y pronto ella sintiéndose en desventaja empieza a hacer lo mismo, deshacerse de mi ropa y recorrer mi piel con la yema de sus dedos, cada caricia despierta sensaciones que se quedaron entumidas desde el día que se fue. En verdad pienso disfrutar esto como la primera vez que la pude poseer, deseo volver a escuchar su respiración agitada en cada envestida, sus gemidos y sus manos aferrándose a mi espalda, deseo hacerla mía como tantas noches lo hice y que recuerde que me pertenece solo a mí.
Editado: 04.10.2020