Corremos por las calles tratando de encontrar el camino más corto hacia el edificio envuelto en humo, lo que no entiendo del todo es porque la gente que sale a la calle no parece alterada, como si el humo no existieran; entramos por un pequeño callejón estrecho y cuando salimos de él vemos la iglesia, me siento algo impactada y con duda de cómo demonios entrar sin perecer en el intento; de repente Tamir pone su mano en mi hombro y su tacto me hace voltear hacia él.
—Yo te cuido ¿entendido? — me lo dice con toda la seriedad que puede tener.
—No necesito que me cuides— le sonrío y le guiño un ojo mientras camino hacia las puertas de la iglesia con Sally en mi mano, pero pronto me toma del brazo y me hace girar hacia él de una manera tan brusca que choco contra su pecho.
—Creo que nunca sabré lo que las mujeres quieren en verdad y mucho menos tú, lo único que sé es que me estás volviendo loco con tus evasivas, estoy muerto de amor por ti y tu solo desprecias mis mejores intentos por conquistarte.
—¿Tus mejores intentos? Claro, besuquearte con cuanta mujer te encuentras en el camino no es como que levante un interés muy profundo en mí ¿sabes? Ahora, si me permites, tenemos cosas que hacer— me deshago de su agarre y camino de nuevo hacia las puertas de la iglesia.
Pateo la puerta con fuerza y me hago a un lado para que el vapor y el calor salgan sin que me queme, por lo menos no tanto, veo del otro lado de la puerta a Tamir quien me ve de una manera muy rara, entre serio y triste, tal vez con una pizca de coraje; él es el primero en entrar y yo detrás de él, extiende sus alas como si con ellas quisiera evitar que el calor me toque. Veo hacia todos lados y el recinto solo está lleno de humo, las bancas y el atrio se ven completos, incluso las telas que lo adornan parece que no han sido tocadas por las llamas, el fuego viene de un lugar más profundo. Volteo hacia una puerta que esta medio escondida en una de las paredes y le toco el brazo a Tamir para que me preste atención y vea hacia donde voy. Camino con la pistola bien afianzada a mi mano y al llegar a la puerta intento girar el pomo, pero este esta tan caliente que me quema, así que termino pateando la puerta como lo hice al principio.
Un enorme pasillo con libreros a ambos lados se extiende ante mí, es entonces cuando me doy cuenta de donde proviene el fuego, cada libro está calcinándose, parecen carbones encendidos, no veo rastro de llamas, simplemente un calor tan intenso que parece desbaratar todo lo que toca. En el fondo hay un par de sillones y entre ellos dos siluetas que parecen plasmar una imagen del renacimiento. Un ángel hincado ante un demonio que lo tiene sujeto por el cuello, al acercarme más puedo identificar al verdugo, es Tony y por lo que noto ambos han tenido una pelea encarnizada, se ven heridos, lastimados, pero al ángel le tocó la peor parte.
—Miguel…— dice entre dientes Tamir reconociendo al ángel —es el arcángel Miguel— me voltea a ver con sorpresa y entonces entiendo, no soy muy buena en eso de la historia del catolicismo y todo lo que viene detrás de ella, pero sé quién es Miguel, incluso sé que ha podido derrotar al mismísimo Lucifer.
—¡Tony! ¡No! — grito con fuerza cuando veo que Tony levanta una espada dispuesto a darle la estocada final a Miguel. Al escuchar mi voz se queda congelado y voltea a vernos fijamente con asombro, sus ojos gritan por auxilio, puedo ver el miedo y la frustración en ellos, pero el resto de su rostro se muestra tranquilo, controlado, como si quisiera fingir que no nos reconoce. Regresa su mirada hacia su víctima como si nadie le hubiera interrumpido y vuelve a levantar la espada.
Corro hacia él ante las palabras de advertencia de Tamir, guardo a Sally en la parte trasera de mi pantalón y brinco sobre el sillón para después impulsarme y abalanzarme sobre Tony, caemos los dos al suelo, rápidamente gira para ponerse encima de mí y me toma por las muñecas, lo tengo tan cerca y la desesperación me atormenta, deseo saber tanto que fue lo que le pasó. Me ve por un momento dudando de lo que hará, sus manos tiemblan en mis muñecas y después se posicionan en mi cuello con duda, como si no deseara hacerlo, su rostro se vuelve una mueca de dolor, una mueca de frustración.
—No lo hagas, ¿Qué está pasando Tony? ¿Qué te pasó? — Sé que me escucha, pero no es capaz de decirme nada, sus manos siguen en mi cuello sin embargo no se atreve a hacer presión. —Por favor Tony— le suplico intentando hacerlo entrar en razón, no quiero lastimarlo, quiero curarlo. Levanto mis manos hacia su rostro y lo acaricio con cariño.
En cuanto mis dedos tocan su piel caliente algo lleva a mi mente de golpe, cierro mis ojos con fuerza y una serie de imágenes se agolpan detrás de mis parpados, puedo ver la muerte de su cantinera, cómo Ágata lo somete y se lo lleva de su club, sacudo mi cabeza tratando de poner todo en orden, pero no dejo que tocar su piel que me sigue mandando recuerdos, ahora están en un edificio que desconozco totalmente, no es de por aquí o eso creo, lo tienen encadenado mientras Ágata hace un ritual con su sangre y una clase de humo que saca de unos termos plateados, escucho su voz como si todo me lo estuviera diciendo a mí y poco a poco entiendo lo que ocurre, siete nombres, siete muertes, Fiore, Hariel, Miguel, Amón, Tyra, Lucifer y yo, no importa el orden, lo único que importa es que cumpla y así lo hará, lo tiene en su poder y eso ya lo demostró matando a Fiore y Hariel. Abro los ojos y lo veo en su lucha personal, dentro de él hay una fuerza que aún es pura y que Ágata no ha logrado corromper, es lo que está evitando que apriete sus manos alrededor de mi cuello, pero no es lo suficiente para tener autocontrol. De repente llega Tamir y de un golpe me lo quita de encima, toma la espada que Tony dejó en el suelo y se decide por matarlo, pero yo me levanto casi de un brinco y me aferro a su brazo para detener su golpe.
Editado: 04.10.2020