Ex Mortis

CAPITULO 23.

«Tyra»

Siento mi cerebro frito, cansado y hasta cierto punto inflamado, los electrochoques me dejaron atolondrada y sedada, como si de repente eso hubiera sido suficiente para dejarme sin la capacidad de formar un pensamiento por muy sencillo que sea. Estoy sentada en la mesa, rodeada de los enfermos mentales que parecen simplemente desperdiciar su tiempo viendo una televisión sin señal o la pared despintada de este lugar, ninguno me presta atención, simplemente están ahí como el resto de los muebles.

              Alguien coloca su mano en mi hombro y mi respuesta es simplemente quedarme estática intentando procesar la información; Abel camina hasta rodear la mesa y su mano se desliza hasta despegarse de mi piel, se sienta frente a mí y me ve con tristeza, desilusionado.

—No me agrada verte así.

—Entonces ¿Por qué lo permites?— mi voz sale de mi boca de forma lenta y pausada, como si tuviera algún retraso mental.

—Debes de aprender la lección— entrelaza sus manos en la mesa y me ve con preocupación. —Te dejaste seducir por el demonio, por ese ser vil y maligno que solo busca tu destrucción— levanto la mirada y la trato de enfocar en él después de que simplemente estaba perdida, viendo todo y al mismo tiempo no viendo nada.

—Él no me quiere destruir…

—¿Eso es lo que crees? Él solo sacio su necesidad de tener mujer, él solo quiere eso, ¿Crees que si desapareces no te reemplazará?— recuerdo fugazmente que había una demonio interesada en tomar mi lugar, pero mi cerebro no alcanza a recordarla con claridad. —Él es el diablo, dueño del infierno y ¿Tú quien eres? Una inmortal peleando en una guerra que no le corresponde.

—Él me ama— siento como las lágrimas quieren correr por mis mejillas.

—Tu crees que te ama, pero solo te usa, te usó como vientre, te usó como mujer y como soldado ¿crees que en verdad le interesa si vives o mueres?— cada palabra que dice me duele en el corazón, aunque dentro de mí quiero creer que solo miente, no significa que no duela.

—Solo me quieres manipular, si él me quiere como mujer y como soldado, ¿tu qué buscas en mí?— trato de agarrar valor y enfrentarlo, pero sinceramente el cerebro no me está dando para más.

—Te quiero libre, te quiero bien, te quiero luchando por lo bueno en este mundo, yo solo busco que puedas ver las cosas a través de mis ojos y te des cuenta de que todo lo que has vivido ha sido una mentira cruel, te prometo que a mi lado las cosas serán claras— se inclina hacia delante y alcanza a tomar mi mano con la suya, siento su piel suave y cálida en comparación a la mía —eres una criatura formidable, capaz de hacer la diferencia, pero para eso debes de desintoxicarte.

—Déjame en paz— cierro mis ojos e intento concentrarme, usar la razón, él es el que ha creado mi suplicio en este lugar, claramente, aunque Lucifer fuera el culpable de mis desgracias no es quien me ha metido en el manicomio ni me ha sometido a torturas, Abel es mi verdugo y no debo de verlo como un salvador, sus palabras son mentira y tienen un doble propósito implícito.

—Aun no estás lista para darte cuenta de la verdad— parece decepcionado, retrae sus manos de nuevo y se levanta dispuesto a dejarme sola de nuevo. —Pero tengo fe en que abrirás los ojos y empezarás a luchar por las causas justas.

              Se vuelve a alejar de la mesa, escucho sus pasos cada vez más sordos y los enfermeros que se mantenían a distancia me levantan de mi asiento y me llevan de nuevo hacia lo habitación para encerrarme y mantenerme en la oscuridad hasta que se les ocurra otra cosa con la cuál torturarme.

«Altair»

Hago girar la espada en mi mano una y otra vez, me mantengo concentrada en cada movimiento. Desde que llegamos en ese jet el silencio se ha vuelto mi aliado, siento la boca pastosa de no haber pronunciado ninguna palabra.

              Caminamos un largo trecho hasta llegar a un edificio abandonado a unas cuadras de nuestro objetivo, ahí todos se han querido unir para planear el asalto, escucho sus opiniones en silencio y busco tomar lo mejor, también se arman lo mejor que pueden, el único que parece poner su interés en mí es Tony quien no me quita el ojo de encima.

—¿Nerviosa?— escucho su voz a mis espaldas y lo único que puedo hacer es suspirar con fuerza.

—Algo— volteo hacia él y le sonrío de lado, toma mi mano para tranquilizarme.

—Cuando entremos ten seguro que no te pasará nada ¿ok?

—Tony no necesito que me cuiden.

—Ya sé, ya sé, no es la primera vez que hablamos de esto— rueda los ojo como si estuviera cansado de mis comentarios sobre empoderamiento e independencia —pero no pienso permitir que te pase algo, te guste o no— me guiña un ojo y se acerca para darme un beso profundo, siento su mano apoderarse de mi nuca como si temiera que me fuera a alejar. El beso me es tranquilizante, o por lo menos me hizo olvidar lo que íbamos a hacer. Cuando nos separamos veo a Caipora de reojo, con una sonrisa burlona.

—No quiero arruinarles el momento, pero es hora de entrar— parece emocionado, carga un M4 con alegría.

            Salimos del edificio con tranquilidad, cuidando de que no se noten las armas a primera vista, la noche nos cobija y es una zona donde la gente casi no transita, obvias razones tienen, sinceramente no parece un lugar seguro. Llegamos hacia el edificio del que sospecho y Tony parece tenso, podría jurar que los vellos de su nuca se erizaron, confirmando que este es el lugar; me acerco a la puerta y trato de abrirla, pero claramente está cerrada a cal y canto.




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