Ex Mortis

CAPITULO 29.

Abel sigue pronunciando palabras en una lengua que desconozco y el piso empieza a resplandecer con fuerza en esos colores rojizos fuertes que empiezan a lastimar mis ojos, me mantengo en el piso viendo lo que ocurre hasta que la silueta que se empieza a formar entre las lanzas se aclara y me deja sin palabras, cubro mi boca con mi mano para evitar soltar un grito de sorpresa.

—Lucifer…— digo en voz baja, tan baja que solo es audible para mí.

            Ante mis ojos veo a Lucifer hincado, parece agotado, voltea en todas direcciones sin entender lo que hace aquí, se levanta con dificultad como si la gravedad en esa zona fuera más grande y sus alas negras están expuestas, abatidas, tendidas sobre el suelo como si no pudiera levantarlas. Me levanto con dificultad del suelo y me acerco lentamente hacia él, mis ojos no dejan de liberar lágrimas, no sé si de emoción o miedo, me aterra pensar en que esté a merced de Abel. En cuanto él me ve no duda en acercarse hacia mí, pero ese escudo invisible que se ha formado con las lanzas repelen su mano que se dirigía hacia mí, parece darle descargas eléctricas tan fuertes que le generan dolor, de nuevo me veo cubriendo mi boca con mis manos.

—¡¿Qué estás haciendo Abel?! — volteo hacia el autor de esta atrocidad, él no deja de ver con satisfacción a Lucifer, mientras extiende su mano hacia él y empieza a apretar su puño, como si quisiera extinguirlo con su propia mano. Volteo hacia Lucifer quien lentamente empieza a hincarse de nuevo, pareciera estar sintiendo dolor y veo pequeños destellos rojizos, como rayos a su alrededor. —¡¡¡PARA!!! ¡¡¡DETENTE!!! — grito con fuerza y corro hacia la barrera que separa a Lucifer de mí, él levanta su mirada llena de dolor y cuando quiero posar mis manos en ese escudo invisible unas chispas salen y siento la descarga corriendo por mis huesos.

—Si Lucifer deja de existir, tú ya no tendrás inconveniente en verme solo a mí— escucho la voz de Abel detrás de mí y siento que mi corazón se estruja.

—¿En serio Abel? ¿Haces todo esto por una mujer? Creí que solo trabajabas para tu jefe, que solo tenías ojos para él— responde Lucifer entre dientes aguantando el dolor que Abel le inflige.

—Eres una molestia— Abel aprieta más su mano y escucho un grito desgarrador salir de la boca de Lucifer, por más que intenta controlar el daño, está perdiendo la batalla.

—¡¡¡YA BASTA!!! — esta vez corro hacia Abel y me planto frente a él, buscando que su mirada caiga en mí y deje a Lucifer. —¿Eso quieres? ¿Me quieres a mí? Me tendrás, es un trato, seré la mujer abnegada y hogareña que quieres, lo haré… pero si algo le pasa a Lucifer te juro que no obtendrás nada de lo que quieres, primero busco acabar conmigo misma antes de pertenecerte, cuantas veces tenga que morder mi lengua o arrancarme los ojos lo haré.

—¡Tyra! ¡No lo hagas! — grita Lucifer detrás de mí con dolor. Cuando volteo veo que intenta de nuevo acercarse al borde de su celda.

—Lo haré si con eso te deja en paz, si con eso te deja de hacer daño— le digo con firmeza, intentando parecer segura de mi misma, pero las lágrimas no dejan de caer por mis mejillas, estoy consciente de que estoy firmando mi propia sentencia, ¿en verdad soy capaz de sacrificarme a mí misma por amor?

—Bien, entonces pongamos todo en su lugar— dice Abel tomándome del brazo y pegándome a él —tu Lucifer, regresarás al infierno a hacer lo que mejor sabes hacer, torturar almas tan podridas como la tuya— en cuanto dice eso Abel levanta de nuevo su mano y con un movimiento veo como Lucifer se retuerce, grita y de un momento a otro desaparece de donde estaba.

—¿Qué le hiciste? ¿Dónde está? — le grito mientras busco deshacerme de su agarre y acercarme a donde hace un momento estaba Lucifer, pero de nuevo me toma del brazo y vuelve a pegarme a su cuerpo.

—Lo regresé al infierno y dado que las puertas están selladas no lo veremos en mucho tiempo— cuando dice eso me siento algo tranquila, pero no del todo, mi estómago se revuelve y de repente siento ganas de vomitar.

—¿Estás feliz? Lo quitaste del camino— le digo con tristeza en el alma, solo me queda más que confiar en que está en un lugar seguro y si es así, espero que no regrese, no quiero que está vez Abel acabe con él, es peligroso con ese libro maldito.

—Estaré completamente feliz cuando formalmente te vuelvas mi mujer— sus palabras me causan revoltura de estómago.

—¿Qué más formalidad quieres?— lo veo fijamente y por un momento que me parece eterno nos quedamos en silencio. No puedo dejar de pensar en Lucifer, en sus gritos de dolor y de nuevo siento mis ojos irritados, siento esas ganas de caer al suelo, sobre mis rodillas y gritar a todo pulmón hasta que se desgarre mi garganta, pero simplemente me mantengo en silencio.

               Escucho como la puerta se abre detrás de mí y el dolor en mi pecho se vuelve agudo mientras unos pasos suenan con fuerza, volteo lentamente y veo a una mujer morena de rasgos encantadores, al no saber lo que ocurrió aquí parece desconcertada, sus ojos viajan por mi vestido mal trecho y suben a mi rostro, se mantiene confundida, pero cuando ve hacia Abel parece recordar lo que hace aquí.

—Está aquí— le dice y Abel parece comprender sus palabras.

—Bien, que pase… mientras, lleva a mi futura esposa a su habitación— cuando dice eso no puedo evitar fruncir el ceño, ¿En verdad planea que nos casemos? Supongo que por lo menos una ceremonia religiosa si quiere, no le faltaría al respeto de esa forma a su Dios por tener hijos fuera del matrimonio.




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