—Basta.... ¡Tienes que parar! —Los gritos desesperados del oficial obtuvieron la atención de la enorme bestia —ven acércate... aquí estoy sabandija—gritó tratando de tentarlo. A pesar que el espacio se reducía había un pequeño trecho donde podía correr un poco más y mientras escapaba de la bestia pudo divisar por el rabillo de su ojo como Rousse se balanceaba de un lado a otro y para empeorar la situación las ideas negras se acercaban velozmente, tratando por todo medio inmovilizarla. Sin embargo, había algo en ellas, dentro de aquellas miradas amarillentas podía descifrar cierta preocupación. Siguió mirando la escena y mientras observaba con más detalle notaba algunas cosas más que no habría podido percibir. Ellas no la tironeaban sino más bien parecían querer sostenerla.
"¿Qué demonios está pasando?"
Fue solo un instante que se encontró distraído por aquel pensamiento pero a pesar de que solo fue una fracción de un segundo, fue el tiempo preciso para que el Dracono interpusiera su cola en la carrera del oficial. Fue un obstáculo que no pudo advertir a tiempo y que lo llevo a tener un aterrizaje forzoso contra el suelo. El oficial apretó los dientes ante el dolor que sentía. Mientras se reincorporaba se dio cuenta que la herida de su pierna se había abierto más y la sangre no tardó en brotar y en cubrir el área del típico rojo sanguinolento tanto en su piel como en su ropa.
—Por aquí lagartija—gritó con lo último de energía que tenía aquella muchacha terca. Sin embargo, aquel enorme lagarto no se percató de ella. Aquellos enormes ojos disfrutaban observar el escenario que estaban armando las otras ideas negras al inmovilizar al oficial. Como si el tiempo se hubiera detenido para Rousse y al oficial, los cuerpos de ambos se encontraban rígidos e incapaces de seguir moviéndose por más valentía o voluntad que tuvieran. Ambos alcanzaron su punto límite.
Para Rousse los sonidos se sentían lejanos a ella, parecía como si ahora ya no formara parte del escenario, como si fuera una persona ajena a todo lo que ocurría. Un espectador que estaba quedándose dormido y apunto de desconectarse de la realidad donde el único sonido que escuchaba eran los latidos de su corazón que martillaba dolorosamente sus oídos. Sus piernas terminaron cediendo, pero no cayó de relleno al piso sino más bien estaba siendo sujetada.
En ese momento, a pesar de las risas estruendosa de las ideas negras. La mente del oficial estaba en un lugar aparte, en el único refugio que lo alejaban del jugueteo de empujones y golpes que propinaban las ideas negras con su débil cuerpo, en sus recuerdos. Se encontraba atrapado en un recuerdo en particular que si bien antes guardaban cariño ahora se tornaba en un amargo sabor de boca.
"Ojala nunca venga... tengo miedo, papá"
"Es muy malo pa, va a atacarme... tengo mucho miedo"
"Debes de enjaularlo tal cómo lo haces con los malus, tu eres muy fuerte de seguru le ganas"
Todas aquellas frases que su pequeña hija, "una pequeña fan", decía en contra el Principito. Habían sido verdad para él hasta que la primera vez que lo conoció en aquella extraña situación en la fiesta de aquel día empezaron a ser discordantes.
"Ojala nada nos separe"—Aquella chillona e infantil voz que solo resonaba en el interior de sus recuerdos ahora no deberían significar nada—"Te quiero papá" —Pero habían significado tanto para aquel viejo oficial que por más que ahora supiera que eran palabras de un común títere, dejar de lado todas aquellas agradables emociones que sintió en su momento era casi imposible. Toda aquella frustración y su ira podían resumirse en unas cuantas palabras y dirigirse al autor de su tortura —Espero que estés feliz con todo lo que nos estás haciendo pasar— dijo casi en un grito con enojo a la "la maldad hecha en persona", quien sostenía entre sus brazos a Rousse que apenas estaba consciente de lo que ocurría.
El enfado y furia del oficial cambiaron radicalmente cuando el joven volteó a observarlo. Por un momento, Yefri se sintió confundido a quien veía pero no estaba seguro de qué era. Retiró rápidamente esa idea, no había nada que dudar, en ese momento estaba seguro de estar observando como un gran agila agarraba entre sus garras a un conejo indefenso.