¿Quién diría que los tres mosqueteros finalmente ayudarían en algo?
Terminando de limpiar, decidimos probar el budín y le guardé una porción a Ana y otra para Mike. Luego todos fueron a ducharse pero yo antes quise llevarle su pedazo a la causa de todo esto, que estaba en su habitación.
Toqué dos veces y enseguida me abrió la puerta. Su habitación era preciosa, con detalles dorados elegantes. Por lo visto aún se encontraba trabajando en su ordenador.
—¿Interrumpo? —inquirí con el trozo de budín en un platillo que sostenía con extremo cuidado.
—Pasa Emma. Gracias querida, no era necesario.
—No habías comido nada, no me agradezcas, los chicos y yo lo hicimos. —sonreí orgullosa. —Solo traje el tuyo porque Mike aún trabaja. —asintió.
—¿Esos tres cocinaron? ¿Los tres?
—Bueno...Kael no sabía nada y llegó al final sólo para burlarse de nosotros —compartimos una carcajada leve.
—Desde que llegaste se han unido más —sonreí.
Ana tomó el platillo y se sentó en la cama con las piernas cruzadas como si fuese mi amiga e iba a contarme algo muy emocionada.
Lo probó y su expresión me dejó tan aliviada como orgullosa y agradecida.
—Mm ¡Está muy rico!
—Me alegra que te guste.
Mientras Ana comió, me contó la historia detrás de que le gustara tanto el budín. Fue el postre con el que ella y Mike se conocieron y el que los unió para siempre.
Pocos minutos después de que terminara, me aseguró que iba a descansar y por fin pude estar tranquila. La verdad, aunque no fue mi elección vivir ahí, ellos se habían comportado como mi familia en tan solo las dos semanas que llevaba en su casa y por lo que podía ver, así sería durante el tiempo que yo decidiera quedarme.
Después fui a mi habitación y me di una ducha caliente. Miré el reloj y efectivamente el día se había ido volando, eran las dos de la tarde y yo estaba bastante cansada. Sin pensarlo mucho puse una alarma para las 6:00pm, aparté las bolsas que Kevin me había hecho el favor de traer y me recosté para descansar.
Me sorprendía lo bien que me estaba sintiendo en ese lugar, con esas personas, sin embargo no era mi eje principal, también estaba la universidad que en un día comenzaría. Mis padres habían acordado conmigo que sería una etapa de prueba, a ver si me sentía cómoda y a gusto con todo. En ese momento casi todo marchaba bien, pero faltaba el nuevo lugar donde tendría que pisar fuerte para seguirle el paso a mis padres. Solo esperaba que todo siguiera su rumbo.
La alarma sonó y yo desperté renovada, me miré al espejo pensativa. Casi nunca iba a fiestas, no me gustaban. Kev aseguró que sería algo pequeño, pero me faltaba confianza, no sé si en su seguridad o en mi escasa capacidad para hacer amistades y no parecer una maniática. Pero bueno, todo por la anécdota.
Antes de arreglarnos ,todos bajamos y cenamos como era costumbre, luego subimos rápido a arreglarnos. Kyan no iba porque solo tenía 15 pero no pareció importarle.
Comencé a arreglarme, me duché nuevamente y me vestí. El vestido quedaba precioso, la tela se ajustaba perfecta a la forma de mi cuerpo y resaltaba bastante por su atractivo modelo. Me coloqué también unas zapatillas blancas elegantes con uno que otro detalle en negro que combinaba con el vestido.Esta vez decidí dejar mi cabello suelto, era bastante lacio y nunca batallaba mucho, pero por si se diera el caso agarré una liga y cerré la bolsa. Usé unos anillos delgados de plata y unos pendientes pequeños que caían. El maquillaje no fue demasiado, pero sí el suficiente como para marcar la diferencia. Por supuesto, mientras me arreglaba tarareaba una canción.
Era increíble lo bien que se sentía arreglarse así, casi nunca me maquillaba, por no decir nunca y la verdad me gustó bastante como se me veía.
Una, dos, tres, cuatro llamadas perdidas de Kevin y dos más de un número desconocido.
Claro, el tiempo no me dio exacto que digamos. Casi iban a ser las 9:00pm y nuestro destino quedaba a una hora aproximadamente. Rápida, me coloqué perfume, alcancé un abrigo que combinara y un bolso.
Bajé las escaleras alegre y me encontré con dos personajes muy interesantes y uno de ellos jodidamente guapo.
Kev y Kael me esperaban impacientes. Cuando bajé pude sentir sus miradas sobre mí, sobre todo la suya, tan penetrante y potente que podía hacerme fallar algún escalón. Estaba vestido con una camisa negra y un pantalón blanco, elegante pero cómodo, su cabello húmedo caía en sus ojos oscuros que no disimulaban su intensidad.
Al llegar a la planta baja Kev se acercó y me dió una vuelta divertido.
—¡Pero qué guapa! La cenicienta se volvió princesa —Kev y yo reíamos mientras el otro me fulminaba serio. —¿Cierto Kael?
—Yo la veo igual —dijo indiferente y caminó hacia la salida.
Kevin y yo íbamos emocionados detrás riendo y platicando sobre tonterías. Afuera solo estaba el auto deportivo negro del antipático y lo veo sentarse en el lugar del conductor.
—¿Va a manejar él?
—¿Tienes alguna objeción cenicienta?
—No me digas así. Y sí, no quiero morir.
—Estaremos bien —afirmó Kevin.
No me quedó opción al ver que Kev no tenía intención de manejar. Yo me senté atrás y los chicos delante. Ellos hablaban sobre una chica que yo no conocía y decidí ignorarlos. Le escribí a mis padres y a Jade:
—Jade hola¿Qué tal? Todo fue muy rápido, no pude avisarte a tiempo.
—Hola desaparecida, voy a creerte.
Bien ¿Y tú?
—Bien.
—Oye, sabes quién está allá ¿Verdad?
—Sí, pero esa página ya pasó.
—Te creeré.
Reí porque conocía la mente de Jade y sabía que pronto se inventaría alguna historia con esas ocurrencias suyas.
De repente vi a Kev mirándome y al otro observando por el espejo.
—¿De qué te ríes? —preguntó en tono de broma.
—Nada —reí.
El viaje continuó tranquilo. Admiré el camino, por una carretera pude observar una playa en la que no había nadie y parecía lo más acogedor del mundo.
Al fin llegamos a la fiesta y yo repasé mi labial. Dejé mi bolso y mi abrigo. Kev se bajó primero, luego yo y luego Kael.