Existir: Bajo la misma lluvia

CAPÍTULO #6

¿Qué se suponía que debía decir entonces?
¿O hacer? Era raro como en un segundo podía cambiar tan rápidamente.
Al llegar al auto, el ambiente volvió a la normalidad, las risas callaron y la confianza que había comenzado a florecer pareció esfumarse. Quizá, sólo es que él es así. Silencioso. Y decidí no dar más vueltas al asunto.
El desayuno había estado en silencio. Mike nuevamente trabajando y Ana con grandes ojeras que podrían desafiar la oscuridad de la noche. Y casi ni probó la comida.
Por mucho que lo intentara no podía dejar de preocuparme por ella. No éramos muy cercanas pero eso no lo impedía. No se le veía bien y a mi parecer, no solo era por tanto trabajo acumulado. Aunque bueno, las apariencias engañan. ¿Verdad?
Había pasado el día sin hacer nada, solo preparando lo necesario para el día siguiente.
Y cuando ya estaba anocheciendo salí.

—Ana —estaba trabajando en la terraza de la mansión.
La misma, estaba cuidadosamente decorada, con flores, luces elegantes y asientos con cómodos cojines.
Habían dos columpios artesanales con almohadones y pequeñas flores incrustadas como parte de su diseño.
Y decidí sentarme en uno, aunque permanecí quieta.

—Emma —respondió con una sonrisa pero de lleno en su ordenador. —¿Pasa algo cielo?

—Ah...no. Es que estaba algo aburrida. ¿Qué haces?—inquirí curiosa con mis manos en las cadenas del mecedor. —Ya llevas más de ocho horas ahí.

—Esto...—inhaló profunda— estoy revisando las últimas inversiones de la compañía, hay algunos errores.

Algo había aprendido de mis padres que tenía el mismo negocio.

—¿Es grave?

—No mucho, por ahora. —respondió con una sonrisa casi fingida o muy bien gesticulada.

—Ah.

Ella continuó inmersa en su trabajo y yo la verdad no tenía con quién hablar, tampoco es que fuera a contarle cómo me sentía a Kevin ¿No? Además había salido temprano. Y mis padres me responderían lo mismo si les repetía que...

—Estoy algo nerviosa...por mañana. —dije masajeando mis manos una con otra.
Instantáneamente apartó el ordenador para dedicarse a mí, aunque fuese por un segundo.
Ella me daba la confianza, no igual a mamá, por supuesto, pero muy acertada a esta sí.

—No te preocupes, te irá bien, eres inteligente.

—Si...solo que es todo nuevo para mí. Y vaya universidad. —reí irónica.

—Estarás bien, además, tienes a los chicos para ayudarte.

Ya.

—Mira, si quieres para relajarte, cuando termine con este documento vemos una película, solo nosotras. —aclaró con una sonrisa sacrificando sus responsabilidades.
Ella se estaba esforzando demasiado en hacerme sentir como en casa y yo valoraba mucho eso, aunque sabía que su humor para nada estaba para ver una película, pero, podría ayudarle a despejar ¿Cierto?

—Claro —asentí contenta —yo puedo preparar algunos snacks. —dije levantándome.

—Si son como el budín —hizo un gesto gracioso y yo le devolví la carcajada pequeña y entré.

Claro. Aunque me gustaría cocinar para Ana otra vez, ahora no tenía intención de hacerlo, solo pensaba abrir algunos paquetes de papas y demás y verterlos en un vol. Sólo haría yo misma unas limonadas al estilo tradicional de mi país. Seguro le encantaría.
Fui a la cocina para encontrarme con un Kael más serio y tieso que una roca, bebiendo agua.
Para mi suerte, estaba frente al frigorífico y yo necesitaba los ingredientes que estaban ahí.
¿Por qué me daba vergüenza hablarle?
Volteó a verme.
—¿Puedes...? —señalé el equipo detrás de él.
Y sí, se apartó sin decir nada. Aunque sabía que estaba ahí, no le di mucha importancia y comencé a reunir lo que necesitaba.
Dos limones, leche condensada, canela, crema y agua fría, claramente.
Mientras iba colocando todo en la encimera, él me miraba pero permanecía metido en su teléfono, escribiendo con rapidez. Demasiado concentrado para mi gusto.
Tomé dos vasos y los puse a un lado mientras ,en el batidor con algo de agua y la leche condensada empecé a batir los limones limpios.

—¿Qué haces?—preguntó al fin.
A ver, que sí, que estoy en su casa pero a él que le importa.

—Unas limonadas. —comencé a rayar una cáscara que conservé de los limones de espaldas a él.

—¿Con canela y crema?
Asentí e hice un sonido de aprobación simple.

—Soy alérgico a la canela. —soltó de la nada.

—No es para ti. —me volteé y fingí una sonrisa.
Él me miró con una expresión neutral pero dudoso.
—Tampoco quería. — Y sin preguntar cogió una papa del recipiente y valga que lo vi a tiempo

—No toques eso—lo acusé con mi dedo índice derecho.
Pero en vano, se comió la papita y sonrió.
«Pues no valió de mucho tu rapidez ¿No?»
Shh.
Lo miré con ganas de asesinarlo y procedí a buscar unos hielos a la nevera cuando Ana apareció en la cocina.

—Emma ya estoy, te espero en el salón —dijo con una sonrisa pasando su vista de Kael a mí y viceversa.
Cuando se marchó, el antipático no tardó en preguntar.

—¿Qué se traen ustedes dos?

—Veremos una peli.

—¿Ana Blythe verá una película con una adolescente?

—¿Qué tiene? Además, tengo 18.

Él permaneció en silencio y siguió chateando con sabrá Dios quién.
Yo por mi parte continúe preparando las bebidas, le eché un toque de crema encima para adornar y decoré con un pelín de las cáscaras de limón echas casi polvo y con la canela encima. Dos absorbentes y listo.
Estaba orgullosa de mi trabajo.

—¡Qué cutre!

—¿Qué? —pregunté más bien para que lo repitiera. Lo había escuchado perfectamente.

—Que me apunto. —cogió el recipiente con los snacks y fue hacia el salón con paso lento.

—¿Qué? —inquirí otra vez siguiéndolo con las dos limonadas — se suponía que sólo la veríamos Ana y yo.

—Ya, pero, es en el salón ¿No?

—¿Y qué tiene? —pregunté no muy amable.

—La hubieran visto en tu cuarto para que nadie las molestase.




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