— No, nada de eso, solo nació así — la madre le acarició el cabello — y así lo amamos.
En la tarde el matrimonio dormitó un rato, cuando despertaron no encontraron a Claudio ni al hombre, asustados los salieron a buscar, justo en un risco el pequeño caminaba siguiendo con su vista una mariposa que iba directo a un acantilado. Para su desesperación no había forma que llegarán a su lado a tiempo
— Claudio — gritaron al unísono, pero como siempre, él ni se dio por enterado de que lo llamaban.
Antes de que diera el paso final, el buscador de oro salió de los arbustos, lo tomó de la cintura y lo tiró al suelo. Los padres corrieron y vieron como el jovencito miraba sonriendo a su salvador para luego ponerse a jugar con un gusano. Volvieron a la cabaña en silencio.
Mientras preparaba la cena el dueño de casa habló.
— Cuando volví y no lo vi, pensé que algo así podría ocurrir.
— Gracias — lloraba la mujer abrazando a su pequeño.
— Si se iban a dormir me hubieran avisado para que lo cuidara, no deben desconfiar de mí, no estoy contaminado como los de la ciudad — les dejó servido y se fue al bosque molesto, los había ayudado y desconfiaban de él, eso no estaba bien pensó.
Esa noche todos descansaron tranquilos. Al otro día le contaron lo de la inminente catástrofe mundial al gambusino.
— El mundo nunca terminará — dijo no muy seguro.
— Es la verdad, por algo nos buscan para callarnos — replicó el padre.
— Hummm, tal vez por eso las ardillas y algunos conejos se tiraron el otro día para morir ahogados, me pareció extraño. Ellos deben sentir lo que pasa y prefirieron suicidarse. Fue una pena que no logrará hacer mucho de mi vida. Mis padres nos criaron acá con mi hermano, y seguí en este lugar cuando quede solo, nunca me gustó la ciudad.
En ese momento aparecieron los helicópteros buscándolos.
— Diablos, nos vieron, vengan, nos esconderemos dentro de la mina — gritó el hombre mayor tomando en sus brazos al niño, que se dejó llevar sin oponer resistencia.
Se adentraron guiados por una lámpara de kerosene que apenas dejaba ver donde ponían sus pies, pero al hombre de montaña no parecía incomodarle, el matrimonio estaba seguro que incluso con los ojos cerrados él podría moverse bien en ese lugar. Al rato ya sus perseguidores les empezaron a pisar los pies.
— Vengan, tengo una idea — los guio a un lugar donde en el techo donde había un hoyo, no era muy grande, pero lo suficiente para que un adulto pudiera subir por una escalera que había — es mi escape por si está parte de la mina colapsaba, es inestable. Suban.
— ¿Y usted?
— No tengo nada que perder, espero que mi muerte les de un poco de tiempo para que ustedes estén juntos, al final todos moriremos, al menos que la mía sea por una buena razón — los padres entendieron.
— Gracias amigo — ambos hombres se dieron las manos.
— Cuiden a su niño, mi hermano era como él, pero mamá y papá dijeron que era el diablo quien se le había entrado en la mente, no se preocuparon de cuidarlo. Un día me dormí y cayó al río, se ahogó, yo era muy pequeño, no pude ayudarlo — miró de nuevo con ternura al pequeño — sálvenlo, y cuídenlo hasta que esto llegue a su fin.
La familia subió apurada, por suerte Claudio estaba tranquilo, acostumbraba ir donde sus padres lo guiaban sin problemas.
El hombre del campo espero hasta que sus perseguidores estuvieron frente a él, se rió en su cara, golpeó una parte de una viga, y todo cayó sobre ellos.
El matrimonio logró salir con su hijo antes de que la tierra del derrumbe subiera por el hueco. Corrieron y se ocultaron en una cueva cercana.
A los dos días vieron como una gran nave subía al espacio, allí iba la crema y nata de la sociedad política y los científicos, muchos dejaron a sus familias en su afán por seguir viviendo, pero irónicamente fueron los primeros en morir, apenas llevaban tres horas de viaje, las alarmas empezaron a sonar, un meteorito salido no supieron de donde venía a colisionar con ellos, por más que trataron de esquivarlo, antes de 10 minutos de que lo detectaron destruyó la nave.
Desde la tierra el matrimonio vio el resplandor, supusieron que había estallado la aeronave, pero no podrían saber porque, ya que se pensaban que Arca, como la llamaban, había sido construida por los mejor ingenieros ¿Qué pudo hacerlos estallar? ahora debían preocuparse de su hijo.
Volvieron a la cueva a esperar su final, en una hora, un día, una semana... ¿Quién lo sabía a ciencia cierta? Un tiempo después, durante el cual trataron de pasarlo lo más tranquilos posibles, sintieron que el oxígeno les faltaba, se abrazaron a esperar su muerte, entonces una luz los rodeó y desaparecieron.
A millones de años luz de allí, el trío apareció en un planeta parecido a la Tierra, no fueron los únicos, muchas familias y personas solas aparecieron a su alrededor, al menos 300.
Increíblemente a su lado, estaba el minero que los ayudó, vivo.
— ¿Qué pasó? — era la pregunta que todos se hacían en sus idiomas.
De una luz que se abrió paso entre las nubes, se sintió una voz profunda.
— Espero que esta vez lo hagan mejor, ya me estoy quedando sin mundos habitables por ustedes — esa luz tocó a los científicos — ustedes serán quienes dirigirán a los demás, por su buen corazón. Les daré un regalo, que se merecen.
Su hijo por primera vez en su vida fijo su vista, miró a sus padres y les habló.
— Papá, mamá, siento que desperté de una pesadilla, trataba de hablarles y no podía. Gracias por no dejarme solo, los amo.
Ambos lo abrazaron y cayeron de rodillas, llorando de alegría.
En una súper nave espacial que rodeaba ese mundo, dos seres de luz conversaban por telepatía.
— Insistes en ayudar a esos seres padre, son mezquinos, ladrones, mentirosos, traicioneros, el universo estaría mejor sin ellos.