Exohumano

Capítulo 4. Proyecto Adán y Eva.

Se me escaparon algunas lágrimas al darme cuenta de que no regresaría al cuarto de espejos, ¡era libre! Se acabaron las comidas insípidas y los ojos indiscretos. Me prometí a mí mismo viajar a ese gran mundo abierto y único llamado Tierra. Las lágrimas se resbalaron por mis mejillas y fueron absorbidas por la tela de mi traje.

Llegamos a un plano de la realidad dónde la oscuridad impregnaba todo, apenas vi unas luces emerger, similares a pupilas flotando que se acercaban a nosotros. Contuve el aliento y no me atrevía a pestañear. La bestia abrió otro portal por su cuenta y me llevó dentro de un salto. Soplé el silbato, que mantenía sujeto en la boca, para tratar de tener control sobre esta, pero viajaba a placer. El otro lado fue un universo dónde se deshacía lo hecho y mi cuerpo se descomponía en pequeñas partículas que giraban en espiral hacia el centro de un agujero negro. Sentía que perdía la fuerza de mi cuerpo y el corazón se detenía. La bestia abrió otro portal, no tenía aliento para soplar el silbato, aunque estaba seguro de que no serviría de nada. La bestia continuó viajando de portal a portal sorteando fauces hambrientas, adentrándonos en arco iris psicodélicos y observando planetas del tamaño de canicas.

A cada pestañeo encontraba una nueva realidad, estaba mareado y tenía ganas de vomitar, pero debía aguantar para no mancharme el traje. Quería detenerme, pero seguía sin tener el control.

Alcanzamos un plano de la realidad donde el infinito era un espejo que nos reflejaba con todas las capas de las que estábamos compuestos, capas que nuestros sentidos por sí solos no eran capaces de descubrir. Yo era músculo, hueso, negritud, color, plasma, sólido, gas, vida, muerte…Las capas se superponían unas a otras formando un ser tangible, múltiples formas y estados que convergían en un ser que era yo y al mismo tiempo no. Noté una punzada en la cabeza que parecía que estaban introduciendo a martillazos un clavo en mi cráneo. No podía soportar el dolor. Apreté el traje de repuesto contra mi pecho intentando calmarme sin éxito, necesitaba regresar a lo que conocía, necesitaba ver mi reflejo normal, el de los espejos de mi cuarto. Deseaba regresar a ser una sola realidad ignorante del resto. Cerré los ojos y soplé el silbato repetidas veces hasta que escuché otro rugido y la bestia me trasportó.

Abrí los ojos temerosos de lo que fuera a encontrar, pero se trataba del mismo laboratorio de donde había escapado. Habíamos regresado a mi primera realidad. Pensé que de algún modo comprendió a dónde quería ir, sin embargo, otra parte de mí intuía que en realidad la bestia había regresado porque también se sintió abrumada como yo y volvió a lo que más conocía. Eso explicaría porque acudió con la llamada de mi silbato, esta pensaba que sus captores la reclamaban; era dócil y dejaba que me montase sobre ella porque estaba acostumbrada a la compañía. Puede que hubiera estado encerrada tanto tiempo como yo. Habíamos fracasado en la huida por miedo.

Me bajé de la bestia frente a mi cuarto de espejos e intenté entrar de nuevo a mi cárcel, pero no se abría la puerta. Recordaba que tenía permiso para entrar y salir. No entendía porque no me dejaba pasar; quizá ya habrían retirado mis permisos.

La bestia rugió y abrió una grieta por la que pasar al cuarto, parecía leerme el pensamiento. Esta entró detrás de mí. En el cuarto estaban dos seres como el profesor. La bestia gruñó y con un rugido los lanzó a través de una grieta hacia el vacío. Se les cayeron algunas hojas en el suelo que recogí para saber de qué se trataban. Leí la primera línea “sujeto 238, mujer proveniente de costilla de sujeto 237. Estado: estable”. Releí aquella línea varias veces, era incapaz de creérmela. Ignoré el resto de datos y observaciones. Levanté la vista hacia la cama y allí se encontraba un ser como yo, vestida con un traje como el mío antes de las mejoras.

Me acerqué para comprobar si respiraba, poniendo la mano sobre su boca abierta. Noté su aliento caliente en la palma. Estaba inconsciente. Me fijé mejor en sus facciones: tenía mi misma nariz ovalada, mis ojos delgados y mi cara redonda.

La bestia lamió su largo cabello como si se tratará de un regaliz negro. La regañé para que dejará de hacerlo. Estaba seguro de que si la despertaba se asustaría al ver a un ser como ella y no quería matar a mi clon femenino de un infarto. No obstante, no podía permitir que la mantuvieran encerrada como a mí, solo de recordar esa soledad y vacío me daban ganas de llorar. Me sentía muy estúpido por haber regresado y encima equivocarme de cuarto, pero por otra parte estaba aliviado porque podría sacarla de allí.

Se me ocurrió vestirla con mi traje de repuesto por ser adaptable. Desactivé el traje que llevaba por la pantalla de su manga y ante eso el cuarto se volvió rojo y se activó una sonora alarma. Pero me centré en ponerle el traje de repuesto. Este cubrió su cuerpo con su tejido maleable en apenas unos segundos.

Esta vez escaparía y no regresaría, pasase lo que pasase, viese lo que viese. Debía hacerlo por ese otro yo que no merecía pagar por mi cobardía. Además, descubrir que no estaría solo en mi viaje me ayudaba a retomar el valor de escapar. Activé mi casco y el de la chica con las respectivas pantallas táctiles de los trajes.

Escuché la voz del profesor entre las repeticiones de la alarma.

—Viste el exterior y regresaste, ¿no te parece suficiente? ¿Por qué volver a pasar por eso? Quédate aquí y estarás a salvo. No sabes a los peligros a los que te enfrentas.

Le ignoré. Subí primero a la chica sobre el lomo de la bestia y detrás fui yo, con una mano agarrándola a ella para que no se cayera y otra al pelaje de la bestia para no hacerlo yo.




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