Exohumano

Capítulo 12. Salto al vacío.

Y al abrirlos vislumbré un manto boreal de luces violetas y verdosas en un baile armonioso sobre el horizonte. Por un instante dudé sobre si estaba muerto o vivo, pero un trueno me devolvió a la realidad: Yung estaba saltando sobre islotes flotantes. Bajo ellos se encontraba un océano lejano de un tono morado. Y sobre nuestras cabezas se incubaba una tormenta que detonó como una lluvia ácida que derretía los islotes.

Yung saltó a uno que se deshizo al tocarlo y tuvo que saltar rápidamente al siguiente. Para el aro de ese plano no hacía falta mirar el radar, se encontraba a unos metros. Nuestros trajes impedían que el ácido quemase nuestra piel y la de Yung no sufría ni una pequeña quemadura.

Nos arrojábamos de uno a otro sin detenernos. Me latía el corazón como un terremoto. No podíamos perder el ritmo. Hasta que el siguiente que íbamos a pisar, por su pequeño tamaño, se deshizo antes de llegar a tocarlo y nos precipitamos un islote más abajo. Yung se aferró con las garras a la tierra, pero esta se iba descomponiendo y él no podía subir todo su cuerpo. Kaguya tiraba de la brida con el fin de ayudarlo. Decidí escalar hacia el islote para que no tuviera tanto peso encima. Kaguya me imitó.

Nos levantamos sobre la tierra, notaba que mis pies se hundían. Yung pudo alzarse entonces. El islote no soportó más. Kaguya se subió enseguida sobre su lomo. Bajo mis pies el suelo desapareció. Kaguya me agarró antes de que me cayera y con bastante esfuerzo me sostuvo lo suficiente para que pudiera subirme detrás de ella. Estaba fatigada y yo también.

Otros no tuvieron la misma suerte, un equipó cayó al océano y, aunque su casladia no sufría daño alguno, ellos se convirtieron en estatuas de cal.

Nosotros seguimos avanzando y alcanzamos el aro.

De pronto, al otro lado, un potente estallido. Nos trasportamos sobre la falda de un volcán que acababa de erupcionar. No con el rojo intenso que uno esperaría, sino con la palidez del frío más agudo.

El cráter expulsó piroclastos de diferentes tamaños que impactaban contra los participantes y el propio cuerpo del volcán. Una nube blanquecina descendía a una velocidad apabullante. Kaguya tiró de la brida para dirigir a Yung a esconderse detrás de un pilar de cristal helado que emergía de la falda del volcán. Y la nube congeló a todos los participantes que no se ocultaron. Me di cuenta de que había más cristales cubriendo el volcán como espinas de una rosa que aumentaban de numero a medida que nos acercábamos al cráter.

Indiqué a Kaguya que el último aro se encontraba sobre el cráter. Kaguya viró el rumbo para esquivar un piroclasto que impactó a nuestra derecha. Dirigió a Yung esquivando cada impacto. Para mí era increíble cómo podía tener tantos reflejos en una carrera tan arriesgada, yo ya me encontraba mareado.

Un fuerte temblor y el volcán escupió otra nube que nos alcanzó mucho antes por la proximidad. Kaguya logró desviar a Yung para guarecernos detrás de otro pilar de cristal. Luego continuamos ascendiendo. Encontramos cuerpos congelados y casladias lamiendo las estatuas de sus antiguos amos intentando liberarlos o comérselos, no sabía que era lo que hacían en realidad. Otros casladia se estaban liberando del hielo que les cubría; apenas les afectaba unos minutos el congelamiento.

Estábamos a pocos metros del cráter. Se notaba una sacudida bajo nuestros pies. Era señal de que iba a echarnos de nuevo su aliento mortal. Uno de los últimos equipos que quedaba se escondió detrás de los pilares de cristal. En cambio, Kaguya mandó acelerar a Yung esquivando todos los pilares. Yo la pedí que nos refugiáramos como hacia el otro equipo, que era arriesgado seguir adelante, pero ella aseguraba que podíamos pasar el aro los primeros.

De repente Gunt nos alcanzó tratando de empujarnos al cráter, pero nuestro pequeño tamaño nos hacía más agiles para esquivarlo.

La pantalla de mi manga marcaba un descenso de las temperaturas drásticamente a medida que nos acercábamos al cráter. El seísmo se hizo más fuerte. Kaguya contaba hacia atrás en voz alta. Parecía saber cuándo iba a erupcionar por la intensidad del temblor. Le pedí que dejará que adelantasen nuestros rivales. Kaguya no entendía porque le pedía aquello, pero me hizo caso, detuvo a Yung y Gunt se colocó delante nuestra en el momento exacto en el que la nueva erupción lo bañó por completo congelándolo y haciéndolo caer. Me alegré de que no los volveríamos a ver en un tiempo por lo menos.

Yung aprovechó para saltar sobre él e impulsarse hacia delante. Saltó por encima del cráter y rugió al aro. Mirando hacia abajo se podía ver la chimenea rebosante de nitrógeno líquido. La nube ya ascendía a toda velocidad. Me mordí la lengua de los nervios. Atravesamos en el último segundo aterrizando en el estadio. Yung tenía la punta de la cola escarchada, pero se sacudió como si fuera un ligero contratiempo para quitársela.

Miramos los resultados de la clasificación, fuimos los primeros en llegar. En lugar de recibirnos con emoción todos nos abucheaban por haber perdido las apuestas. Solo algunos se alegraban brincando de alegría por arriesgarse a apostar por nosotros. Me sentía orgulloso y avergonzado a partes iguales. Kaguya tenía una sonrisa de oreja a oreja e incluso lloraba de la alegría. Yo lloraba porque de milagro seguíamos vivos.

El presentador se quedó mudo.

Recibimos por fin el mapa que tanto deseábamos. No me detuve a celebraciones ni nada por el estilo, solo quería irme de allí de una buena vez. Podríamos encontrar la Tierra, estuve por abrir el mapa ya a la salida del estadio, pero Slug se acercó a nosotros y no me dio tiempo.




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