Exohumano

Capítulo 16. Alianzas peligrosas.

El pueblo estaba despierto. Las ventanas de las casas estaban iluminadas. Por la calle iban de aquí a allá descargando mercancías. Uno se chocó conmigo llevando una caja y los guardias le detuvieron por robar en cuanto se detuvo. Abrieron la caja llena de alimentos para comprobar si faltaba alguno. El ladrón suplicaba porque eran para su familia, pero los guardias lo llevaron preso y la caja de nuevo a su pila. Me pareció indignante que detuvieran así a alguien que solo quería comida, pero desconocía la situación como para enfadarme. Había cosas que debía conocer antes de hablar.

Unos niños correteaban jugando con brazaletes de madera e imitando el ruido de los disparos con la boca. Casi me caí con ellos, no paraban de cruzarse, pero mantuve el equilibrio y logré alejarme lo suficiente para que no me molestarán. Eran un incordio.

Una de las mujeres estaba durmiendo de pie sosteniendo una pila de cajas a punto de caer al suelo. Fui corriendo a ayudarle. Al notar que se las movía abrió los ojos de par en par y pegó un grito que llamó la atención de varios vecinos. Estos la miraron con desprecio. Uno le puso más cajas a la pila y le ordenó continuar con su trabajo sin pararse a cerrar los ojos. Yo recogí la mitad de las cajas para que no se le cayeran.

—Deja de ser amable conmigo, extranjero —dijo con desprecio—. Me das más problemas de los que me quitas.

—Solo quería ayudar. Veo que no descansáis mucho.

—No podemos hacerlo, tenemos que llevar las cajas de alimentos al almacén y luego racionarlos entre las familias.

Ella bostezó e hizo su mayor esfuerzo por no cerrar sus grandes ojos azabaches. Se notaba que el mal humor le venía del sueño que tenía y de la presión que le ponían encima. Decidí ayudarla llevando algunas cajas quisiera o no, quería saber más de los Insurgentes, y la acompañé en su camino. Ella me miró de reojo y suspiró con brusquedad. A veces me distraía como se mecía su largo cabello a su espalda. Pero sacudía la cabeza para concentrarme de nuevo.

—¿Por qué la comida la lleváis en cajas? ¿Por qué la racionáis?¿Por qué apoyáis a vuestro líder?

—Preguntas demasiadas cosas, extranjero. Déjame en paz.

Ella se dio más prisa por llegar al almacén, tuve que acelerar el paso para alcanzarle.

—Me llamo Hikaru y quiero saber toda la verdad.

Hasta llegar al almacén no me respondió.

—¿Qué te hace pensar que yo te la diré? —preguntó dejando las cajas encima de una pila de más cajas idénticas en el almacén.

—Porque pareces muy sincera —dije colocando mis cajas sobre las suyas con firmeza.

Me miró de arriba abajo. Me acarició la barbilla y me atrajo a centímetros de su boca.

—Si quieres saber la verdad primero gánate mi confianza. Por cierto, me llamo Sylkie.

Al terminar de hablar me apartó con un ligero toque en mi pecho y peinó su pelo hacia un lado dejándolo caer por su hombro. Bajé la mirada instintivamente hacia su top ajustado. Al alejarse me pude fijar mejor que andaba moviendo la cadera de un lado a otro, oscilando su falda al ritmo. Me hipnotizó, con su paso ligero y zancadas diminutas. Era como ver a una bailarina danzar. Mi traje marcaba un aumento de las pulsaciones. Respiré hondo para relajarme.

Regresé a casa de Elis para dormir. No quería preguntar nada a nadie más, solo quería estar tranquilo. No comprendía cuales eran las emociones que sentía ni porque eran tan repentinas. Era ilógico sentir algo tan fuerte por alguien a quien acababa de conocer. Estuve un rato pensando en las razones bioquímicas del proceso, cuando me di cuenta de que Kaguya no estaba en el cuarto.

Escuché unas risitas en el de al lado. Podía interrumpir para advertir a mi hermana de los posibles peligros de mantener relaciones con una especie extraterrestre o ignorarlo. La última opción era menos traumatizante para mí así que me dormí en el saco del suelo que era la cama, contemplando la luna azulada y deforme por la ventana.

Al día siguiente, desayunando en la mesa, noté a Kaguya con una sonrisa de oreja a oreja y lanzando miraditas a Elis, mientras este se las devolvía desde el otro extremo. Fingía que no sabía nada del tema entre mi clon y un extraterrestre. Sentía que no tenía el derecho para reprocharle nada a Kaguya, pues mi mente también divagaba con Sylkie.

Me tomé un bol de lo que parecían legumbres cocidas o un equivalente. Su sabor tenía un toque picante, el justo como para no ser invasivo, pero tampoco pasar desapercibido. Entonces recordé que Elis iba a presentarnos a su líder. Fue la oportunidad perfecta para romper las silenciosas miradas entre ellos. En cuanto le pregunté si podíamos ir ya a verlo, Elis nos guió fuera.

Por el camino encontramos un templo lleno de fieles que rezaban al Uno. Me traía fatídicos recuerdos que preferiría olvidar. No pensé que fuera tan extendida la religión incluso entre especies distintas.

Elis se cubrió la cara para no verlos ni de reojo. A decir verdad, yo tampoco quería ni mirarlos.

Sylkie cruzó con un botijo de agua sobre la cabeza y una vecina se tropezó con ella tirándole el agua al suelo, se absorbió en segundos por las grietas. Sylkie se agachó a recoger los pedazos esparcidos del botijo. No la pidieron perdón y tampoco la ayudaron. Todos pasaban de largo. Me desvié para ayudarle. Ella me sonrió al verme.




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