Exorcistas y Caza-Demonios

Acto 2: "Exorcismo a la obra"

No cabía duda. Mientras todos se aterrorizaban con su mirada, el Padre Ronan ya había visto esos ojos tantas veces que no mostraba ni una sombra de sorpresa.
El Padre Ronan les susurra a Eliot y al Dr. Clemont que se alejaran con cuidado mientras él metía su mano dentro de su bolso de una manera lenta y cuidadosa.
De pronto, el demonio da un grito fuerte, como un intento fallido de rugido, que los distrajo por unos segundos. Aprovecha la oportunidad y lanza a Adrián hacia donde estaban Eliot y el Dr. Clemont. Por fortuna, ellos alcanzaron a reaccionar y lo atrapan en plena caída y no resultaron lastimados.
Cuándo el Padre Ronan aparta la mirada al demonio por ver si los demás estaban bien, el demonio se abalanza rumbo a él con las manos apuntando a su cabeza. Pero el Padre Ronan fue más rápido, y saca de su bolso una hostia.
Una hostia consagrada. Lo que significa que el demonio tenía frente a él a Dios. Y como era de esperarse, reacciona ante ella. Comenzó a alejarse, ni siquiera podía mirarla directamente, lo que le obligaba a voltear la cabeza hacia un lado.
Mientras el Padre Ronan mantenía la hostia frente al demonio, le decía que retrocediera, un paso al frente del Padre era un paso hacia atrás para él. Lo dirigía hacia una habitación cercana, Eliot, Adrián y el Dr. Clemont se reincorporaron, y fueron a ayudarlo. Después de meter al demonio a la habitación, el Padre Ronan se aparta de su vista y el Dr. Clemont cierra rápidamente con llave.
Luego de ello, regresó el silencio, el Padre Ronan suelta un suspiro de calma, como si el peligro ya hubiera cesado, al menos por ahora. Los demás tenían las espaldas apoyadas en la pared e intentando recuperar el aliento perdido. Bueno, hay que admitir que cualquiera estaría así después de tener su primera experiencia, es más, se lo tomaron mejor que la gran mayoría, generalmente entrarían en pánico o quedarían inconscientes por lo mucho.
El Padre Ronan se voltea para verlos y les pregunta cuál era esa habitación donde encerraron al demonio. Eliot responde que esa era la habitación de huéspedes. Al oír su respuesta, el Padre Ronan se rasca la barba mientras miraba al vacío, quizás estaba analizando la situación. Luego se deja de rascarse y asiente con la cabeza, se dirige a Eliot y a Adrián para pedirles que buscaran cuerdas o algo para atar al demonio, posteriormente fija su mirada hacia el Dr. Clemont y le dice mientras se sacaba la cruz de madera de su camiseta: "Necesito que me ayudes en mantenerlo inmóvil mientras hago el exorcismo."
Ya estaban listos para actuar, el Padre Ronan frente a la puerta con una mano en su bolso y los demás detrás de él armados con las cuerdas. El Padre no dio ninguna señal, solamente abrió la puerta y se adentra hacia la habitación, el demonio no tarda en intentar atacar al Padre, pero de su bolso saca el frasco de agua bendita y lanza su contenido hacia él y ya que fue directo a abalanzarse, lo recibió en todo el rostro. El demonio suelta un grito distorsionado de dolor y comienza a retroceder hasta tropezarse y caer a la cama. Eran el momento más oportuno, el Padre se corre a un lado y los demás entraron para atarlo a las esquinas de la cama. Cuando el efecto del agua bendita había cesado, regresaron los rugidos y gritos iracundos del demonio. Los demás retrocedieron ante sus actos, en cambio el Padre hacia ademanes para ponerse en presencia del Señor junto con esas conocidas palabras: "Nos ponemos en presencia del Señor, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo... Amén". Después de aquellas palabras, saca de su bolso una especie de libro y lo abre justo donde está un guarda páginas, luego mueve el libro de su mano izquierda para sostenerla con ella. Mientras que con la otra cae lentamente sobre la frente del demonio, causando que sus gritos fueran más escandalosos, como si su palma lo quemara. Se mantuvo mirándolo a los ojos por un tiempo, después dirige sus ojos hacia el libro e inicio a orar en voz alta.
Adrián y Eliot quedaron estupefactos por lo que eran testigos, ver como un solo hombre se enfrentaba a una criatura de las tinieblas con el único poder de la palabra. El demonio se retuerce con desesperación, sus gritos eran cada vez más ensordecedores, se esforzaba en zafarse de las ataduras, pero el Padre mantenía firme su mano derecha dejándole inmóvil la cabeza. Le grita insultos a montón, desde bastardo hasta infeliz, sin embargo, no se mostraba afectado por sus palabras, ni se inmutaba, seguía orando.
Por cada palabra que sale de la boca del Padre, el demonio se desesperaba más, se podría decir que entraba en pánico. De pronto, el demonio hace un esfuerzo por levantar su cabeza, al notar eso, el Padre guarda el libro en su bolso y de él saca otro frasco de agua bendita, le saca la tapa y deja caer unas cuantas gotas sobre él, causando que se quemara y que su piel volviera a emitir vahos, pero el demonio mostraba resistencia, así que el Padre se vio obligado a tomar medidas drásticas. El frasco con agua bendita se lo inserta en la boca del demonio, mientras continúa orando. Cuando el demonio se tomó la mitad del frasco, el Padre la sacó de ahí, y le tapa la boca para impedir que escupiera el agua. El demonio estaba contra las cuerdas, su cuerpo se estremecía, sus manos se agitaban y jalaban sus piernas para zafarse, junto con unos horrendos gemidos. El Padre Ronan mantenía su posición ante los bruscos movimientos, con la mano derecha en la frente y la izquierda en la boca, mientras que de sus labios salía la palabra de Dios.
Cuando aparentemente el demonio tragó toda el agua, el Padre retira su mano izquierda, posteriormente de eso, los ojos del demonio retomaron a la normalidad e inclino la vista hacia Adrián y le dijo entre respiros forzosos: "Ayúdame papá, me está lastimando, detenlo". Repetía una y otra junto con un tono de penuria, Adrián le destrozaba el alma escuchar a su hijo pedir clemencia, no pudo aguantar el tormento y acudió ante su ayuda. Pero el Dr. Clemont alcanza a agarrarlo antes de que hiciera una estupidez. Mientras el Padre proseguía con el exorcismo, comenzaron a discutir.
— ¿Qué estás haciendo? Déjame ir. -dijo Adrián mientras intenta zafarse.
— ¿Qué que estoy haciendo? ¡¿Tú qué estás haciendo?! -dijo el Dr. Clemont elevando su tono—.  Acaso eres imbécil.
— ¿No es obvio? intento salvar a mi hijo -respondió Adrián-. ¿Acaso soy el único que lo escucha pedir auxilio?
—Eliot, ven aquí y échame una mano con él -dijo el Dr. Clemont, Eliot reacciona ante el pedido y lo tomo desde el hombro-. Escúchame Adrián, eso es solo un truco del demonio, solo piénsalo un poco, ¿Qué le ha estado haciendo el Padre Ronan a Manuel hasta ahora? Le puso la mano en su frente, le reza, le salpico y le obligo a beber agua bendita. Es imposible que todo eso le haya hecho algún daño, todo lo contrario. Solo te quiere usar para que interrumpas el exorcismo.
Adrián regreso la mirada hacia donde estaba el Padre Ronan y su hijo amarrado a la cama, tomo mucho aire y exhaló con calma.
—Tienes razón, lo lamento mucho, supongo que me consumió la pena y la impotencia.
—Está bien amigo –dijo el Dr. Clemont mientras lo soltaba y apoyaba la mano en su hombro–. No eres el único que se preocupa por su familia, al menos te detuviste antes de que fuera demasiado tarde. Mira, todo va estar bien, tu hijo está en muy buenas manos, el Padre Ronan es el mejor exorcista que he conocido.
—Bien, como un hombre de fe, lo tendré también en que mi hijo regresara a mí, muchas gracias. -agradece Adrián y comienza a rezar por el bienestar de sus amigos, su mujer y de su hijo.
El demonio al ver esa reacción, volvió a pedirle ayuda con la voz de Manuel, pero esta vez no le funcionaba, y lanzó otro grito de furia. Sin embargo, el grito fue interrumpido por el Padre al ponerle la otra mano en su frente y orar más rápido que antes. La cabeza la tenía afirmada, cada vez sus movimientos eran menos fuertes, parecía que estuviera perdiendo el control del cuerpo de Manuel.
Quizás podría ser el desenlace de la ardua confrontación y al fin salvar a Manuel de su tormento. O al menos, eso creía todos, incluso el Padre Ronan. Hasta que escucho una risa suave y de bajo volumen proveniente del demonio. El Padre fue el único quien lo escucha debido a que él estaba más cerca, luego de que la risa cesó, el demonio dirige su vista hacia el Padre y le susurró al mismo volumen para que solo él le escuchara: "¿Crees que es mi fin? ¿Qué expulsándome de este cuerpo pondrás salvarlos de mí? ¿Qué puedes desterrarme nuevamente a las profundidades del Infierno como si nada? No te fíes de tus dotes, ciervo desgraciado, nunca se sabe con certeza lo que pasará. Pero te puedo asegurar, que cuando salga del cascaron carnoso, voy a matar a todos los que están en esta casa y serás testigos de todas y cada una de sus tortuosas muertes sin hacer nada más que mirar. Y tal vez, solo tal vez, la única persona que podrás salvar será a tí mismo."
Al escuchar su amenaza, el Padre Ronan se distrae y por un momento deja de orar, el demonio saca de su rostro una sonrisa al tener una oportunidad y comienza a ejercer fuerza. Apretando los dientes y marcando las venas de los brazos y piernas. Intentaba salir de la cama, las luces de toda la casa empezaron a parpadear, mientras más fuerza ejercía, más rápido parpadeaban las luces. El Padre prosiguió con la oración, pero esta vez no hacia ningún efecto, así que les grito los demás que salieran de ahí ahora.  Inmediatamente de eso, el demonio rompe las cuerdas que lo ataban, al mismo tiempo, luces explotaron dejándolos a oscuras, el Dr. Clemont, Adrián y Eliot salieron corriendo de la habitación, pero el Padre se quedó adentro. Cuando los demás lograron salir, el Padre cerró la puerta para que el demonio no saliera de ahí también.
No se podía percibir nada a simple vista, únicamente se podía ver una oscuridad abrasadora, solo se escucha los latidos provenientes del corazón del Padre y la respiración ronca del demonio. El Padre se encuentra con la espalda contra la puerta, el demonio podría atacarlo en cualquier momento. El Padre dirige su mano derecha hacia dentro de su bolso, guiándose por el tacto para buscar entre sus cosas. Cuando al parecer el Padre encontró lo que buscaba, el demonio se abalanza hacia él, seguido de un rápido movimiento de manos, el Padre le lanza toda el agua bendita que le quedaba en el frasco, impidiendo su ataque por poco, un microsegundo después y le hubiera desgarrado el cuello, pero solo alcanzó a romperle la cruz de madera y dejarla tirada en el suelo. Seguido de ello, el Padre le da un empujón dejándolo tirado en la cama, luego extiende su mano hacia él, cierra sus ojos y ora nuevamente.
Esta vez la oración era diferente a la anterior, aún hablaba en latín, pero el modo en que lo decía era semejante a dictar un verso, aparentemente recitaba un poema antiguo. Repentinamente cadenas desprendieron del suelo y de las paredes con lentitud, saliendo como serpientes, dirigiéndose hace la cama y hacen algo que solo podrías ver en pesadillas.
Las cadenas se fundieron con la piel del demonio, se adherían a su carne como si fueran parte de él, en los brazos, piernas, torso e incluso en la cabeza, lo cubrían de todas partes. Al momento de que el efecto del agua había cesado, el demonio nota sorprendido de las cadenas y que están en todas partes. Poco después de que el Padre Ronan termina su oración, parte hablando:
—Te ruego disculpas joven Manuel, pero él me forzó a hacer esto —se disculpa mientras el demonio forcejea para romper las cadenas—. Y en cuanto a ti, te aconsejo que no te esfuerces en intentar. Ni siquiera el mismo Lucifer se ha zafado de ellas.
Luego de su respuesta, saca de su bolso una vela y una cajilla de fósforos para alumbrar la habitación, dejándolo apoyada sobre un mueble de madera. De repente, se escucharon golpes desde la puerta, seguido de la voz de Adrián:
— ¡Padre Ronan! ¿Qué está pasando? ¿Cómo está mi hijo? –preguntaba preocupado.
—No se preocupen, lo tengo todo bajo control. –respondió el Padre.
—Entonces vamos a entrar a ayudarle, es muy peligroso que un hombre este solo con un poseído, incluso para un sacerdote. –dijo el Dr. Clemont.
—No entren, no quiero arriesgarme con ustedes –exclama el Padre mientras se apoya en la puerta-. Soy consciente de los riesgos, y como mi deber de sacerdote, debo mantenerlos a salvo.
—Pero Padre... –dijo Eliot. De pronto se escuchan pasos en el techo que se dirigían a la escalera, era Eloísa que bajaba de su habitación rumbo a donde estaban los demás–. ¡Sra. Eloísa! ¿Porqué no está es sus aposentos?
—Estaba intentando tranquilizarme ahí, cuando repentinamente las luces de toda la casa explotaron como fuegos artificiales, y ya que tengo pavor a estar sola en la oscuridad, baje para estar con ustedes –explicó Eloísa–.  ¿Y por qué  las luces explotaron? ¿Dónde está mi Manuel?
—Usted no se preocupe Sra., mejor quédese aquí con los otros mientras voy a buscar velas y linternas. –dijo Eliot mientras se alejaba del lugar y Eloísa iba hacia los brazos de su marido.
—Sí, muy buena idea –dijo el Padre Ronan–. Escuchen, voy a llamar a una persona que me podrá ayudar con Manuel, así que necesito que estén pendientes de la puerta principal para cuando llegue, y aunque tenga una sospechosa apariencia, es un hombre de fiar, déjenlo pasar.
— ¿Va a llamar a otro sacerdote? ¿Será acaso el Padre Julián? –preguntaba el Dr. Clemont.
Poco después, se escucha un grito del demonio, se agitaba desesperadamente por las cadenas, por más que la jalaba y mordiera no les hacía ningún rasguño o marca.
—Lamento no decirles detalles, pero no tenemos tiempo para eso. –dijo el Padre Ronan
—De acuerdo –dijo Adrián–. Nosotros nos iremos a la sala de espera. ¿Seguro que estarás bien usted solo?
—Estoy muy seguro de esto  –dijo el Padre–. Además, yo nunca estoy solo.
Y así, los demás fueron a la sala de espera como dijo Adrián. Mientras tanto, el Padre Ronan saca de su bolso un celular, y al encenderlo, aparece en pantalla un símbolo peculiar.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.