Exorcistas y Caza-Demonios

Acto 3: "Redención"

La casa se encontraba invadida por las sombras de la noche, los únicos lugares que estaban con luz eran la habitación donde estaba el Padre Ronan junto con el demonio, alumbrado por una pequeña vela. Y la Sala de Espera, que es alumbrada por el fuego de la chimenea y varias velas ubicadas en los muebles y mesas, básicamente era la escena de una novela romántica, exceptuando la tensión y el miedo que se hacían presentes, causaban una atmosfera espeluznante.
Adrián decide romper el hielo para pasar el rato en cuando llegue el sujeto que llamó el Padre Ronan:
—Hey Dr. Clemont, hay una pregunta que me cruzó por la mente –dijo Adrián–. ¿Cómo conociste al Padre Ronan?
—Bueno, fue hace mucho tiempo, como hace 10 años supongo –dijo el Dr. Clemont e inicio a contar la historia–. Poco después de mi graduación en psiquiatría, tras años de esfuerzo y dedicación, fui a Misa como lo hago todos los domingos. Pero a inicios de la Misa, el Padre Julián dio la bienvenida a un nuevo sacerdote que regresaba del Vaticano, explicando que ya estaba viejo para encargarse de todos los deberes de la Parroquia. Ahí fue cuando conocí al Padre Ronan. Después de terminada la Misa, el Padre Ronan se colocó en la puerta de entrada para despedirse de las personas que salían de la Iglesia, le di un saludo formal y me presenté ante él. Admito que en un principio no le daba mucha relevancia, ya que estaba más interesado, o más bien emocionado, en que iba partir con mi trabajo. Mis primeros pacientes que había tenido fueron de lo más comunes, personas con depresión, traumas psicológicos, problemas de insomnio, etc. Pero con mi séptimo u octavo paciente fue una experiencia que nunca olvidaré, era una mujer de 22 años que había crecido con las constantes disputas entre sus padres, los abusos e insultos de sus compañeros de colegio, y el maltrato de su propio amor de la infancia. Detecte que padecía de trastornos de depresión, trastornos de personalidad, terrores nocturnos, lapsos de paranoia y varias fobias. Al comienzo de las sesiones, le ayude a superar la gran mayoría de sus traumas, pero los terrores nocturnos, según sus familiares, eran cada vez más violentos. Creí que era responsable de ello y me inculpaba mí mismo. Tiempo después, los familiares de la mujer me llamaron para ver sobre el tema, cuando llegué, se encontraba el Padre Ronan junto con ellos y me reconoció. Me pidió que le explicara los avances que había descubierto sobre la condición de la mujer. Luego de decirle todo lo que sabía, hizo la prueba de oro. Dejó a la mujer sentada en una silla de madera y le pidió que se tranquilice. Para levantar las dudas, el Padre Ronan pone su mano en su cabeza, porque según con lo que me dijo, los demonios reconocen el vínculo que tienen los sacerdotes con Dios, haciendo que ellos reaccionen de una manera agresiva. Primero la mujer abría y cerraba los puños estéricamente, agitaba las piernas como si estuviera a punto de correr, desprendía gemidos pesados y bruscos, y al final se levanta y se abalanza hacia el Padre. De inmediato, el Padre coloca sus pies en el abdomen d la mujer y la empuja lejos de él, pero luego la mujer se fija en mí y corre directo a atacarme. Yo estaba paralizado por el miedo, literalmente era una presa asustada que ve pavorosamente como su depredador va rumbo a su final. Sin embargo, el Padre Ronan se interpone en su camino mostrándole la cruz de madera que siempre lleva en su cuello, salvándome del demonio. Cuando el Padre terminó con el exorcismo, regresé a mi casa con un nudo en el estómago, esa experiencia me dejó con pesadillas, haciendo mi noche pesada. Al día siguiente, fui a noche a la Iglesia para despejar mi mente, por un momento creí que estaba solo, pero detrás de mí estaba el Padre Ronan barriendo el piso, cuando se dio cuenta de que yo estaba sentado en una de las bancas, se sentó al lado mío y me preguntó qué es lo que me afligía. No necesito nada más que ver mi expresión para saber mi situación, y como todo padre hacia su hijo, me prestó su hombro para apoyadme, diciéndome que era normal tener miedo, pero también me dijo que estaba muy feliz que estuviera ahí,  porque eso significa que mi fe y mi amor hacia Dios es tan grande, que cuando me siento indefenso voy a pedirle su ayuda. Desde ese momento, no solo el Padre se volvía alguien que admiro, sino también en mi amigo. Después de cada misa de la mañana, lo invitaba a mi casa a almorzar junto con mi esposa Dana y mi hermano menor Rex, conversábamos por horas, Ronan es el amigo que no importa lo que digas o hagas, no te va a juzgar, y que lo único que quiere para uno es lo mejor.
—Vaya, que gran historia. –elogió Eloísa.
—Gracias –dijo el Dr. Clemont y dirige la vista hacía Adrián–. ¿Y qué hay de usted y Eliot?
–Eh... ¿Cómo dices? –preguntó Adrián.
—Su relación no es la de un mayordomo y un señor –respondió el Dr. Clemont–. Es mucho más cercana. ¿Son buenos amigos, no?
—Sí –respondió Eliot–. Es mi mejor amigo, y fue así desde que éramos niños.
—Entonces, ¿Por qué ahora eres su mayordomo? –preguntó el Dr. Clemont.
—No quiero hablar sobre los detalles –dijo Eliot–. Solo digamos que tomé las decisiones erróneas y me crucé con las personas equivocadas, causando una cadena de eventos que me dejó sin dinero, sin trabajo, ni hogar. Pero Adrián me dio su mano y me ayudo a levantarme, pagando mis deudas y dándome cobijo en su propia casa. Y ya que soy una persona honrada, orgullosa y con principios, decidí ser su mayordomo para compensarle todo lo que ha hecho por mí.
— ¿Y usted está de acuerdo con eso? –le pregunta el Dr. Clemont a Adrián.
—Eliot es una persona que no le gusta tener ninguna clase de deuda en su subconsciente –respondió Adrián–. Así que acepte sus servicios, para que de un cierto modo vuelva a estar "en paz" consigo mismo.
—Oh, comprendo a lo  que se refiere. –dijo el Dr. Clemont.
—Saliendo del tema, ¿No quieren que les traiga algo para comer o beber? –preguntó Eliot.
—Yo quiero un té de hierbas, por favor. –dijo Eloísa
—Yo quiero un poco del pie de limón. –dijo Adrián.
—Yo estoy bien, gracias –dijo el Dr. Clemont–. Además hace unas horas me diste una taza de café.
Eliot se fue a la cocina para prepararles el té y el pie. Luego de que Eliot regresará con lo que pidieron, Adrián da otro tema para conversar, o mejor dicho una pregunta, que seguramente se les ha cruzado a todos por la cabeza.
—Oye Dr. Clemont, ¿Sabes de quien estaba hablando el Padre Ronan? –preguntó Adrián mientras se comía su pie trozo por trozo.
—Honestamente no tengo ni la más mínima idea de quien podría ser. –respondió el Dr. Clemont.
— ¿En serio? ¿No tienes alguna idea quien sería? –pregunto Eloísa–. ¿Un amigo de que te habló alguna vez? ¿U otro exorcista?
—Lo siento, pero no tengo nada –dijo el Dr. Clemont con un tono de decepción–. El Padre Ronan no es el amigo que habla sobre su vida personal, más bien es el que es bueno escuchando a los demás. Así que no se mucho sobre sus otras amistades.
—Quizás sea el Padre Julián. –dijo Eliot.
—Lo dudo –interrumpió Adrián–. El Padre Julián no está licenciado para exorcizar. Y aunque así fuera, no creo que su corazón pueda soportar toda esa tensión de ser exorcista.
—Entonces tal vez sea un sacerdote del Vaticano. –dijo el Dr. Clemont–. O al menos eso creo.
—No he escuchado nada sobre otro sacerdote del Vaticano en España –dijo Eliot–. Y de ser uno que ahora mismo que esté en el Vaticano, tardaría horas en llegar, y no creo que tengamos tiempo para esperarlo.
—Bueno, que tal si es otro exorcista. –insinuó Adrián.
—El Padre Ronan es el único exorcista de España. –dijo el Dr. Clemont.
—¿Estás bromeando, verdad? –preguntó Adrián–. ¿Cómo en todo un país hay un solo exorcista?
—Si lo piensas en retrospectiva, no es necesario que hayan tantos exorcistas en un país ya que el porcentaje de personas poseídas es casi nulo –dijo el Dr. Clemont–. Es más, el último exorcismo que tuvo el Padre fue hace 3 años.
—Entiendo. –dijo Adrián, dejó su plato vacío en la mesa  y dirigió su mirada al techo con la inquietud marcada en su rostro.
— ¿Pasa algo, amor? –preguntó Eloísa.
—Solo me dejó algo desconcertado lo que dijo el Padre Ronan. –dijo Adrián.
— ¿A qué te refieres? –dijo el Dr. Clemont.
—Bueno, cuando el Padre Ronan se encerró con Manuel en la habitación de huéspedes –respondió Adrián–. Dijo: "aunque tenga una sospechosa apariencia". ¿No será acaso alguien que no pertenece a la Iglesia?
Todos se detuvieron a reflexionar sobre la pregunta.
—Hey Adrián –dijo el Dr. Clemont–. ¿No estarás insinuando que...?
A mitad de la conversación, grotescas ahorcadas empezaron escucharse por toda la casa, y los muebles iniciaron a moverse cual temblor. Los demás dejaron de hablar y se preparaban para salir si acaso el movimiento se intensificara. Y como tan rápido llego, el escandalo se detuvo, dándole la bienvenida a un inquietante silencio que posiblemente daba la apertura de un terror mayor, o al menos eso esperaban todos.
Repentinamente golpes provenientes de la puerta principal se hicieron presentes, Eloísa dio un pequeño salto por el susto mientras se sostenía el pecho con la mano.
—Debe ser el sujeto que llamó el Padre Ronan –dijo Eliot mientras tomaba una vela y se caminaba rumbo a la puerta para abrir el invitado.
Adrián se quedó anonadado haciéndose a sí mismo la pregunta: "¿Cómo pudo atravesar la reja sin activar las alarmas?, si las cámaras avisan cuando alguien se acerca a la reja frontal". El Dr. Clemont fue con Eliot a ver al recién  llegado. Al otro lado de la puerta se encontraba un hombre, envuelto por la noche, su cara estaba cubierta por la sombra de su capucha, ni la luz de la vela que traían le alcanzaba a alumbrarlo. Al Dr. Clemont y Eliot se les escaparon las palabras de la boca, debido a la escalofriante sensación que causaba el recién llegado.
—Buenas Noches, ¿Aquí es donde se encuentra el Padre Ronan Fergus? –preguntó el recién llegado.
—Eh?... Ah sí, el Padre Ronan está aquí. –respondió Eliot.
—Muy bien –dijo el recién llegado, pero ellos no reaccionaron–. Disculpen, ¿Pero acaso me dejarán entrar a la casa? ¿O estaré aquí afuera toda la noche cual perro callejero?
—Oh, lo lamento Señor, por supuesto que puede entrar –dijo Eliot mientras se hace a un lado para darle el paso–. Sígueme, lo llevaré donde está el Padre Ronan.
—No será necesario Sr. Cooper. –dijo el recién llegado mientras comenzó a caminar por la casa.
—Espera, ¿Nos conocemos de alguna parte? ¿Cómo sabes mi nombre? –preguntó Eliot pero el recién llegado no respondió.
Caminaba por los pasillos como si fuera su propia casa. Cuando entró a la sala de espera, dio un saludo rápido a Adrián y a Eloísa.
—Sr. y Sra. Fénix, buenas noches.
—Un momento ¿Quién rayos es usted? –preguntó Adrián enojado y a la vez sorprendido.
—Es el hombre que mencionó el Padre Ronan –respondió el Dr. Clemont después de llegar con Eliot a la Sala–. O al menos eso creemos.
— ¿Creemos? –dijo Adrián–. ¿Me estás diciendo que dejaron entrar a mi casa a un completo desconocido solo porque creemos que es el hombre que habló el Padre Ronan?
—Entonces ¡¿Quien más podría ser?! –dijo el Dr. Clemont–. ¿Qué idiota podría andar a estar horas de la noche por las calles para luego entrar a su casa?
—Oh, te puedo decir exactamente quién. –respondió Adrián–. ¡Perfectamente puede ser un ladrón o incluso un asesino! ¡¿Fui el único que se dio cuenta que entró a la casa pasando la reja, las cámaras y las alarmas!?
Uno a uno comenzaron a levantar la voz, cuando el recién llegado llego a la puerta de la habitación de huéspedes, escucha la disputa que tienen, persona los puños y regresa a la sala de espera para detenerlos.
— ¡Dejen de discutir por cosas tan insignificantes! –gritó el recién llegado y los demás fijaron la vista hacía él. Luego continúa hablando con volumen normal–. Escuchen, no hay necesidad de saber quién soy, lo único que deben saber es que soy una persona que vino desde muy lejos para ayudarlos a ustedes y no para ser el centro de sus prejuicios. Y variando el tema, lo último que necesita Manuel es que su familia se preocupe por él, en este momento el parasito que lo tiene se está fortaleciendo de sus miedos y sus inseguridades.
—Es normal sentirse así en un momento de impotencia, al no poder hacer nada. –dijo el Dr. Clemont.
—Pero hay una cosa que pueden hacer. –dijo el recién llegado.
— ¿Qué cosa? –preguntó Eloísa.
—Rezar, en situaciones como esta necesitamos más que nada en el mundo que la ayuda de Dios. –respondió el recién llegado.
Y mientras respondía, una luz de las velas pudo mostrar solamente su ojo izquierdo, era de color amarillo, un color inusual para las personas, parecía más el ojo de un animal que de un humano. Muchas emociones se mostraban ese ojo, ira, rencor, determinación, seriedad, remordimiento. Pero por sobre todo, odio.
Luego de sus palabras, el recién llegado regresa a donde estaba la puerta de la habitación de huéspedes y entró a donde estaba el Padre Ronan y Manuel.
Dentro de la habitación estaba el demonio aun intentando liberarse de las cadenas. Mientras que el Padre Ronan seguía de pie, con la cabeza abajo, los ojos cerrados y las manos juntas, se encontraba rezando el silencio. En cuando escucho el rechinar de la puerta cerrándose, el Padre levanta la vista para ver quien había entrado, y a pesar de la poca luz que había y que solo podía ver su silueta, pudo reconocerlo:
—De todos tus hermanos que pudieron acudir a mi ayuda, no creí que lo harías tú. —dijo el Padre Ronan con una sonrisa.
—¿Tanto te molesta que yo viniera, Padre? –dijo el recién llegado.
—Al contrario, solo estoy sorprendido porque al ser una persona muy ocupada, tengas tiempo para hacer una misión "agresiva" –respondió el Padre Ronan–. Después de todo, eres un director.
—Es cierto, pero al saber que la misión se trataba de usted, le pedí a John que me delegara la misión –dijo el recién llegado–. Sin mencionar que ya había terminado con los reportes de las misiones de mi Distrito.
—Ya veo, muchas gracias por venir y lamento darte molestias.
—Cuando se trata de usted, no es ninguna molestia. Ahora sigamos con la misión.
—De acuerdo.
El recién llegado desvió la mirada hacía la cama donde se encontraba el demonio atado por las cadenas.
—Supongo que ese es el poseído. –dijo el recién llegado.
–Supones bien.
—Ok, empecemos con esto ahora. –dijo el recién llegado, en un segundo mueve su mano derecha debajo de su chaqueta y de él saca un extraño revólver, de color plata y con 2 largos cañones. Con el revólver apunta directo al pecho de Manuel y dispara sin previo aviso.
El rugido del revólver se alcanzó a escuchar por toda la casa. Seguido de los pasos rápidos de los demás dirigiéndose a la habitación de huéspedes, en cuando llegaron, Adrián habla:
— ¿Qué fue ese disparo? ¿Manuel está bien? –preguntaba preocupado.
—No fue nada, Manuel está bien, solo le disparó al suelo para que dejara de quejarse –mintió el Padre Ronan–. Regresen a la sala de espera.
El demonio se quedó inerte, aparentaba que realmente había muerto por el disparo, pero algo no andaba bien. Su pecho no tenía ni una mancha de sangre, es más, no poseía ningún orificio que deberían haber causado las balas, como si nada le hubiera pasado. Repentinamente, el demonio le da una especie de espasmo de reanimación y volvió a gemir y a moverse inútilmente para salir.
—Ya comprendo por qué me llamó, Padre –dijo el recién llegado en tono bajo–. Si no pude exorcizar al demonio con un disparo del revólver F.E., significa que es lo bastante peligroso que podría terminar libre si lo expulsamos del cuerpo.
—No era necesario comprobarlo –dijo el Padre Ronan entre susurros–. De todas maneras no podrías exorcizarlo, las Cadenas de Lucifer lo mantienen aferrado al cuerpo de Manuel.
—Vaya ¿Entonces estas son las conocidas Cadenas de Lucifer? –preguntó el recién llegado mientras se acercaba a las cadenas para verlas mejor–. ¿Y quién fue que las invocó?
—Fui yo.
— ¿Usted? –dijo asombrado–. Creí que solo los ángeles y los inquisidores de la S.S.I. disponían de las cadenas.
—Eso mismo creí yo. Perón hacer unos 2 años el Ángel Rafael me enseño a usarlo.
— ¿Y sabes por qué?
—No lo sé, el Ángel Rafael me dijo solamente que era la voluntad de Dios que los tuviera.
—Ángeles, jamás entenderé el sentido de las cosas que hacen.
—La voluntad de Dios está más allá de nuestra comprensión, solo ten fe en sus acciones.
—Tienes razón –dijo mientras se alejaba de la cama–. Volviendo al tema ¿Sabes cuándo y donde pudo haber sido poseído este joven?
—Según con la información que he conseguido, diría que hace dos semanas en una deposito abandonado en las afueras de Burgos.
—Dos semanas, eh?, creo que está conectado con la misión que tuve hace poco.
— ¿Te refieres al homicidio colectivo?
—Si, hace dos semanas se me asignó la misión de investigar un grupo de jóvenes compuestos por 9 personas que mostraban tendencia a practicar Brujería Antiguan ligada al Satanismo. Pero cuando estaba a punto de interceptar su rito, el demonio que liberaron tomo posesión de uno de ellos y los mató a todos, y al intentar detenerlo, se suicidó y escapó del lugar por el descuido de mi aprendiz.
—Espera un segundo. ¿Tienes un aprendiz?
—Sí, se llama Goliat, es un buen chico, algo impaciente, pero es muy obstinado y tiene mucha energía para ser un joven dragón.
—Pensé que nunca tendrías un aprendiz en tu vida.
—También pensé eso, pero al ver su determinación y esfuerzo por alcanzar su objetivo, cambie de opinión con él.
—Me alegro por él, ¿Y dónde está ahora?
—Está en el Refugio de Aurora, haciendo un trabajo que le encargué.
—Que bien. Algún día me lo tendrás que presentar.
—Si así lo quiere Padre, está bien. Y entonces ¿Cómo haremos la redención del joven?
—Voy a removerles las cadenas y de pondré esta medalla bendecida en su pecho para exorcizarlo de manera rápida... –dijo el Padre Ronan mientras sacaba de su bolso una medalla. Pero no cualquier medalla, sino que es la medalla de San Benito. Una medalla reconocida por la Iglesia Católica por tener consigo una poderosa oración que ayuda a los creyentes a protegerlos de todo mal y a los sacerdotes a exorcizar a demonios devastadores.
—Y cuando el demonio salga del cuerpo, lo atacaré para no le haga ningún daño. –dijo el recién llegado luego de volver a guardar el revólver.
—Precisamente.
—Bien, iniciemos de inmediato.
El Padre Ronan se acercó a las cadenas, luego hizo el ademán de ponerse en presencia de Dios, recito una oración a susurros para que nadie lo escuchará, ni siquiera el recién llegado. Las cadenas se desintegraron cual cenizas se pierden en el aire. Al instante el Padre coloca firmemente la medalla en el centro del pecho, dejándolo paralítico por su poder. El recién llegado colocó su mano derecha dentro de su chaqueta y la dejó ahí con la guardia levantada para el momento de intervenir. El Padre Ronan cierra sus ojos y parte con el exorcismo:
"Vade Retro Satana!,
Numquam Suade Mihi Vana,
Sunt Mala Quae Libas,
Ipse Venena Bibas."
El Padre Ronan dijo en voz alta la oración 3 veces y la siguiente era más fuerte que la anterior.
La primera vez el demonio comenzó a levitar, pero solo a centímetros de la cama, debido a que el Padre Ronan no le permitía ascender más por su mano. Y dejando la mandíbula lo más abierto posible, quizás por experimentar un dolor tan grande que no le permitía ni gritar por ello.
Luego la segunda vez causó que le voltearan sus ojos dando ver literalmente una expresión en blanco y de pies a cabeza se marcaron venas y arterias. Sin mencionar que una especie de terremoto se hizo presente en toda la habitación, con la cama y los muebles sacudiéndose. Sin embargo, el Ronan y el recién llegado no sé inmutaron.
Y en la tercera y última vez, la oración más fuerte de todas. Provocó que el demonio dejara de levitar y dejándose caer nuevamente a la cama. Al mismo tiempo que la única vela de la habitación se apagara, envolviéndolos en la oscuridad.
El demonio se encontraba inconsciente, con los ojos cerrados, las venas y arterias marcadas desvaneciéndose, y el color de su tez regresando a la normalidad. El exorcismo fue todo un éxito. No obstante, el trabajo no había terminado.
Más allá de la percepción humana, el demonio seguía entre ellos, pero esta vez estaba fuera del cuerpo de Manuel. No era nada más que otra alma atrancada en el mundo, tal como le dijo al Padre Ronan. Aun así seguía siendo muy peligroso.
El demonio, en un lapso de cólera, se dirige directo al Padre Ronan. Pero a una velocidad increíble, el recién llegado se puso en medio de su camino y en un parpadeo le da un corte en su espíritu por una espada que saco de su chaqueta.
La espada no parecía nada normal. Entre la empuñadura y la hoja se podía ver claramente un crucifijo de metal, más otros crucifijos grabados de oro en toda la empuñadura, y el color de la hoja es negro y plateado.
El demonio se quedó quieto por el asombro, se preguntaba cómo es posible que lo haya visto, y sobre todo, cómo una simple espada le haya hecho daño. Se quedó mirando la herida que le dio la espada, y través del sajo salía una luz blanca. El recién llegado vio la oportunidad, su otra mano desprende un ligero brillo azul y con el da un golpe que lo lleva disparado a la pared. Y al momento de que el demonio impactó contra la pared, el recién llegado en un movimiento se pone frente a él y le da una estocada profunda impidiendo la oportunidad de hacer algo.
El recién llegado se acercó al demonio despacio, hasta que sus rostros estuvieran a unos 5 centímetros de distancia. A través de los ojos del demonio, lo único que pudo ver era el mismo ojo izquierdo amarillo que los demás vieron anteriormente, ya que el resto de su cara estaba cubierto por una máscara agrietada de color gris. El demonio no comprendía porque no podía ver a través de la máscara.
El recién llegado mantienes mano en la que tomaba la espada con firmeza y comenzó a hablar con el demonio:
—Vaya, pero que decepción. Pensé que serías un ángel caído que me daría una pelea de verdad. Pero resultaste ser un condenado que fue lo bastante desgraciado para volverse un demonio y escapar de su tormento.
—Eh... ¿Qué? –dijo entre gemidos de dolor
—No eres muy listo ¿verdad? Bueno, mientras más ignorantes son los habitantes de Infierno, mejor será para mis hermanos.
— ¿De qué mierda estas diciendo, bastardo?
—Como sea, dudo que pueda sacarte información valiosa, pero no arriesgo absolutamente nada en intentarlo.
— ¿Me estás escuchando? ¡¡Eres un bastardo mal nacido de puta!! –gritó el demonio.
El recién llegado se queda por unos segundos mirando como el demonio hacía su berrinche, luego desvía la cabeza para después golpearlo y dejar su mano presionando su cabeza contra la pared, dando un acercamiento agresivo.
—Escúchame bien, ya que claramente no comprantes la situación en la que estas, te lo explicaré detalle por detalle –dijo con un todo de brusquedad bajo sus palabras–. Para empezar, no podrás salir de esta casa, mucho menos de esta habitación, ya que cada centímetro de esta casa fue bendecida hace siglos. Segundo, la espada que tengo atravesando tu ser no es una espada cualquiera, fue forjada con energía espiritual de un ángel, templada en agua bendita y bendecida por el Papa. En otras palabras, esta espada está hecha para lastimarte. Y por último, pero no lo menos importante, es que eres tan débil,  que ya te deje en las últimas con solo 2 ataque. ¿Entiendes ahora?
El demonio no dio ninguna respuesta, tal vez al reconocer su actual impotencia.
—Ahora te hare una pregunta, y más te vale responder. –dijo de vuela a un tono normal–. ¿Sabes dónde está Bellum?
— ¿Quién? —preguntó el demonio y en un paradero el recién llegado le entierra más profundo la espada, haciendo que desprendiera un grito.
—Bellum, un arcángel que ha entrado y salido del Infierno más veces de las que puedes contar... Un arcángel que está más arriba de la puta jerarquía infernal... Un arcángel que fue adorado por muchas culturas nativas como el Dios de la Guerra... Un arcángel que creo su propio culto macabro... ¡Un arcángel que estuvo involucrado tando en la Primera como en la Segunda Rebeliónl! ¡¿Cómo diablos no lo sabes de su existencia?! –decía mientras que entre cada pausa que hacía, azotaba la cabeza contra la pared con fuerza.
— ¡Yo no sé nada, maniático!! Pero puedo decirte quienes tal vez lo sepan.
—Continúa.
—Los Reyes del Infierno, los  que están a la cabeza de nuestro régimen. Si tanto quieres saber dónde está un demonio, te puedo asegurar que al menos uno de ellos sabe dónde está.
—Pero la única manera de poder interactuar con ellos, sería ir al abismo donde se encuentran. ¿A menos qué? –dijo mientras desviaba la mirada al vacío para reflexionar sus ideas. Luego vuelve a mirar al demonio–. Escúchame bien ¿Qué planean hacer para los proximos años?
— ¿Qué?
—Ustedes se caracterizan por el uso del engaño y el aprovechar a las almas más "desorientadas"  para tomar su lugar en la tierra. No solo creo, estoy seguro que aprovecharan del momento de debilidad que se avecina para salir de su sentencia. Pero estoy conscientede que eso no es nada facíl, que requiere toda una elavoración de eventos para alcanzarlo, y lo que quiero que me digas en qué consiste al menos una misera parte de ellas. Por lo que reitero ¡¿Cuales son sus planes?!
— ¡NO LO SÉ!... ¡NO LO SÉ! –gritaba con terror. No se podrían imaginar que un demonio sintiera miedo.
El recién llegado voltea la vista  y mira al Padre Ronan. Solo bastó con mirarlo para que se diera cuenta que lo invadía la rabia. Da un respiro profundo y se calma.
—Mucho mejor, no algo estúpido enojarse por un mísero demonio. Creo que ya no me sirves.
— ¿Entonces me dejará irme? –preguntaba el demonio desesperado–. Juro que nunca más me volverás ver un tu vida.
La recién llegada lanza un rápido suspiro como si lo que le dijo el demonio le dio gracias. Luego retira su mano de la cabeza del demonio mientras hablaba.
— ¿Cómo se te ocurre preguntar eso? –su mano izquierda entra en la chaqueta y de él saca un cráneo humano, sin mandíbula, pero con 2 cuernos de cabra en cada extremo–. Hace un momento intentaste atacar a mi padre, y no pienso dejarte ir sin tu merecido castigo. A demás, no estaría haciendo mi trabajo como caza-demonios si no te corrompo. –decía mientras acercaba el cráneo cornudo a la cabeza del demonio.
Del cráneo emitía una especie de atracción para el demonio, tanto que el demonio termino siendo absorbido al interior de él. El demonio intento escapar, suplicaba por creencia y lanza insultos al aire al no poder hacer nada ante si inminente final.
Cuando el demonio fue completamente absorbido por el cráneo, el recién llegado desclava su espada de la pared y la guarda en su chaqueta. Luego da una media vuelta para quedar justo frente al Padre Ronan, y le dice:
—La misión se cumplió exitosamente, el demonio fue capturado y el número de bajas y percances fue nulo.
—Me alegra escuchar eso.
—Bien, será mejor que me vaya antes de que las personas de afuera empiecen a hacerme preguntas. –dijo el recién llegado y camino rumbo a la puerta, pero es detenido por la mano del Padre Ronan que apoyo en su hombro.
—William, tenemos que hablar.
— ¿Escuchó mi interrogatorio?
—Por supuesto lo escuche, soy un médium.
—Entonces le aconsejo que gastes saliva en convencerme, sabes mejor que nadie que no voy a cambiar de opinión.
—No pretendo nada de eso, solo quiero dirigirle unas palabras a mi hijo –decía el Padre Ronan mientras pone su otra mano sobre el otro hombro para mirarlo a la cara–. William, sé que en tu niñez te arrebataron todo lo que debiste tener a cambio de una vida de dolor y horror. Pero a pesar de todo eso, mira la vida que Dios que te dio. Tienes al fin una verdadera familia, con hermanos y hermanas que te tratan como igual, y una pequeña y hermosa hija en la que eres su mundo para ella. No hay necesidad para que sigas tu ardua búsqueda de venganza...
—No solo me dio una hija –interrumpió el recién llegado–. También me dio el mejor padre que podría querer, tú fuiste quién me salvó cuando estaba hundido en la oscuridad, el único quien abrió los brazos para recibirme en mi lecho de miseria y nunca dejaré de estar agradecido por lo que ha hecho por mí. Sin embargo, me es imposible seguir mi vida sabiendo que en el pasado dejé cabos suelto. –decía mientras se abría la chaqueta, dejando mostrar que en su cuello tenía un grillete con varios candados colgando de él–. En cuando Bellum reciba todo el peso de la justicia, podré seguir adelante.
—William, debes distinguir la diferencia entre la justicia y la venganza.
—Le aseguró que estoy más que consiente de la diferencia.
—No puedes engañarme, puedo ver el odio que esta yace en tu alma, y realmente me duele verte así.
—No te preocupes por mí, Padre. Cambiando el tema, quiero pedirte  algo.
— ¿Qué cosa?
—Quiero que vengas conmigo. Ambos sabemos que estalla una guerra nunca antes vista dentro de muy poco tiempo, y lo último que quiero es que tú estés en medio de la masacre. Ven conmigo al refugio de Orión, donde estarás protegido del caos que se avecina, rodeado de hermanos que lo atenderán, y podrás estar junto a tu nieta que tanto te ama.
—Agradezco tus intenciones, pero temo decir que no puedo irme.
— ¿Por qué no, Padre?
—Porque, cuando sea el día en el que todo se derrumbe, los hombres quedaran sucumbidos a la desolación y a un miedo constante a morir, necesitarán a alguien que los guie por buen camino a pesar de las adversidades.
—Le ruego que lo reconsidere Padre...
—Por favor William, como yo respeto tu decisión de continuar con tu búsqueda, espero que hagas lo mismo con mi decisión de quedarme aquí, es mi deber como sacerdote.
—Claro, es comprensible. Al menos acepta esto de mi parte –desde un bolsillo externo de su pantalón saca una cruz de plata puesta en un colgante–. Es un crucifijo que fue consagrado en el Vaticano, tal vez no te proteja de las personas que querrán hacerte daño, pero al menos con los demonios que te encontraras en tu camino reconocerán que Dios siempre estará contigo y no te lastimaran.
—Muchas gracias por este regalo tan maravilloso –decía mientras recibía el crucifijo y se lo colocaba junto con una sonrisa–. Es increíble como Dios hace las cosas, antes de que tú llegaras, el demonio rompió mi cruz de madera, y ahora me entregas una nueva.
—Me alegro que le haya gustado –decía mientras miraba como Manuel comenzaba a despertar–. Creo que ya es hora de irme.
—Adiós William, me dio gusto volver a verte y que Dios esté contigo.
—A usted también, adiós Padre. –decía mientras se dan un abrazo fraternal.
Manuel lentamente se levantaba de la cama, mientras se frotaba la cabeza, preguntándose qué estaba pasando. Luego la puerta se abre y entran Adrián y Eloísa, pero en la habitación solo se encontraban el Padre Ronan y Manuel. Sin embargo, al ver a su hijo como antes, ambos corrieron a abrasarlo mientras agradecen a Dios, así que ellos no notaron la ausencia de William.
Cuando Eliot y el Dr. Clemont entraron, le preguntaron si resultó el exorcismo y el Padre responde asintiendo con la cabeza. Le agradecieron al Padre mientras Adrián y Eloísa consolaban a Manuel. Luego el Dr. Clemont le preguntó a donde se fue el recién llegado, y el Padre Ronan responde que tenía algo más que hacer mientras marcaba en el rostro una sonrisa.
Y mientras tanto, fuera de la casa, estaba William caminando, alejándose paso a paso del lugar, a través de las calles de Burgos, hasta desaparecer entre la noche cual fantasma.




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