Expediente Biblico

CAPÍTULO II.

En busca del rostro de Dios.
 

QUIERO VERTE
¡Basta! Quiero verte...



   Era un mes de diciembre, cuando nació éste deseo inmenso en mi corazón, quizás fue algo intenso mi manera de clamar. Y aquí considerando la situación, más que clamar era una exigencia de parte mía hacia Dios.

 Estaba harta de suponer de que Dios siempre estaba conmigo, cuando en la realidad no era así... estaba a kilómetros de años luz de mí. Y no era él... era yo la que cada vez se distanciada más.

Un día me propuse a buscar de Dios, vivía inconforme y empecé a creer yo era la del problema. Así que busqué ayuda dentro de la iglesia y comencé a estudia la palabra bajonazo guía de una hermana. 

Poco de poco que iba entrando en materia me fui enfriando. A tal grado que ya recurría a mis estudios bíblicos esporádicamente con la misma hermana Arelis... ella me pedía que fuera puntual con los encuentros. Más yo... siempre tenía la excusa ideal "el trabajo". ¡Puras mentiras mías! ¡Era increíble! Yo me quedaba estupefacta de la velocidad con la que podía añadir mentiras hasta sin pensar y se me salían con tanta naturalidad, y vuelvo y repito lo hacía sin pensar... como si hubiera otra persona dentro de mí, planificando todo. 
Después de darme cuenta de mi propio mal, me fui integrando semana a semana.  Salvo que a lo único que si intentaba de ser puntual y no faltar era al culto. Religiosamente asistía domingo a domingo.
¡Pero, todo se tornó lúgubre para mí cuando reconocí que había tocado fondo!
Estaba con la conciencia pesada por lo que había hecho entre la semana fuera del trabajo con "mis amigos". No podía asimilar lo que había hecho y por días estuve sumergida en lágrimas y como cosa muy rara ese día de culto... el pastor Pepe, dirigió el culto. Ya tenía tiempos que no predicaba él. Le echaba de menos escucharle. Era extraño cuando él hablaba podía sentir a menudo como iba escarmentado mi propia mente. De verdad que me hacía reflexionar, y siempre conservando esa apacible conducta de buen padre. ¡Era un buen ejemplo, sin duda!
El tema de ese domingo que él habló, trataba sobre "el odre nuevo y el odre viejo". Y en "el cultivar en la tierra".
Me sentí incomoda, en ese momento. Sentí como me rompía, ¡Cómo si el mensaje era específicamente para mí!
¿Era idea mía o es que el pastor se había ensañado conmigo? Pero era algo que no me entraba en la cabeza... porque él apenas me estaba conociendo. Aún así con todo eso, sentía una gran empatía y respeto por ese pastor... ¿Qué le abre hecho yo, para que ensañe contra mí y diga cosas así? ¿Me usa de ejemplo para llevar el mensaje? Imposible... ¿Cómo se enteraría de todo lo hago? ¿Me está vigilando? 

La idea era algo tonta y me hice la vista gorda como quien dice. 
Me retiré al finalizar todo, el corazón me ardía sentía que me vigilaban. Y lo extraño es que no era algo abrumador, o que sintiese que fuera mala la sensación, no… pero si era intensa hasta llegar al punto de sofocar. Era tan fuerte que me fui corriendo mientras lloraba. Me daba golpes de pecho. Las lágrimas eran torrentes enormes y sin freno. Acto seguido a ello, empecé a lamentarme y a pedir perdón a los cuatro vientos en plena vía. Estaba a punto de colapsar si no lo hacía. Corrí y corrí hasta llegar a mi cuarto, donde estaba sola en pleno medio día. 
Ya calmada había comido y luego procedí a perder el tiempo como d costumbre lo hacía... en redes sociales, en el chisme y un sin fin de tonterías. Hasta que ya cuando de pronto me carcomió el dolor en el pecho, la conciencia me lanzó los recuerdos de la predica del pastor Pepe, como un fuerte latigazo. 
Lloré desmedidamente, gemí, me rascaba como perro, me revolqué en el suelo como si estuviera loca, sentía un enojo inmenso contra Dios. Era algo irracional, porque no venía de mi... sentía que era esa otra parte de mí, esa que con facilidad solía cambiar la verdad con mentiras... 
Hasta que en gritos, jalando me de los cabellos y entre dientes gruñí un fuerte ¡Basta! ¡quiero verte...!
Deseaba con ansias carcomedoras ver le, tenía ratos pidiendo que me cambiará, que estaba cansada de seguir así de mal. Le supliqué entre gemidos una respuesta.
Tal respuesta que fue concedida esa misma noche. Estaba acostada boca abajo y pude sentir una poderosa presencia, era una fuerte sensación de paz y al mismo tiempo de temor... era algo confuso pero divino.
Pude ver reflejada en la pared una luz muy intensa. Que venía contra ventana. Mi cuerpo estaba tieso no podía mover ni un dedo... era estresante. A lo que escucho una voz que no había oído antes pero que la reconocí de inmediato, mi corazón dio un sobre salto donde quedé perpleja. Y contesté un: —¡Señor!
Y él me dijo: —Ven a verme.
Hice el esfuerzo de voltear me varias veces y no pude, era como si el colchón estuviese pegado a mi cuerpo. Y escuché la voz de vuelta exigirme. —¿quieres verme? Ven a verme.
Yo estaba tan asustada porque no podía voltear, por un momento sentí que me faltó el aire de la ansiedad. A lo que respondí. —¡Señor, eso intento! Pero no puedo!
A lo que él respondió. —No puedes verme. Y no podrás... es mejor que endereces tus pasos desde ahora, si quieres verme.
Sonaba un poco molesto. Pero tenía razón, de repente la luz se movió y se desplazó hasta mi cocina; sólo vi luz.
Y exclame: —¡No! No te vayas... te lo suplico. 
El luego desde donde estaba me dijo: —cuarenta semanas para fundar la nueva iglesia. 
Luego de estas palabras la luz se disipó rápidamente, y mi cuerpo pudo moverse de nuevo. 
Me lamenté por lo que dije... y por haber perdido la oportunidad... pero él tenía razón, yo no podía verlo. No ahora...

 




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