Nathan Cole nunca creyó en los rumores sobre el Área 51. Para él, era solo otro mito de conspiración popular, algo que la gente usaba para llenar vacíos en sus vidas aburridas. Pero todo cambió cuando lo enviaron allí. Nevada, un desierto interminable, un lugar donde el silencio es tan pesado que casi puedes oírlo.
Las desapariciones comenzaron hace un mes. Cinco personas, todos residentes de una pequeña ciudad cercana, se esfumaron sin dejar rastro. Nadie vio ni oyó nada. Solo la neblina del misterio envolvía sus últimos rastros. La policía local estaba impotente, y el FBI había enviado a Nathan para darle sentido a lo incomprensible.
Cuando se presentó en la estación de policía de la ciudad, el calor abrasador del sol parecía fundir todo a su alrededor. No había nada extraordinario, solo el aire seco que le cortaba la garganta. Pero cuando vio a Derek, el primer sobreviviente, la calma se rompió.
Derek parecía… diferente. Sus ojos, normalmente apagados por el cansancio, brillaban con una intensidad imposible. Su piel estaba marcada por extrañas cicatrices que no podía explicar. Pero lo más inquietante era su expresión. La sonrisa en su rostro no parecía humana.
"Te dije que no me encontrarías, pero aquí estoy", dijo Derek, con una voz que Nathan no reconoció, llena de una calma que no coincidía con el terror que deberían haber experimentado.
Nathan dio un paso atrás, sintiendo la inquietante sensación de que algo en este caso estaba mucho más allá de lo que imaginaba.