Expediente: Fénix

Capítulo 10: La Resistencia de la Red

La habitación donde se encontraban, suspendida en el vacío de lo desconocido, comenzó a desmoronarse en el momento que el núcleo dejó de brillar. Las paredes biotecnológicas se contrajeron, y el aire se volvió denso, como si algo estuviera tratando de escapar. Las pantallas flotantes titilaban y mostraban una única línea de código en rojo brillante:

"SISTEMA EN MODO DE AUTODESTRUCCIÓN."

Nathan sintió una oleada de pavor, un miedo visceral que crecía en su pecho. Aunque había logrado desactivar el núcleo, no era suficiente. Algo dentro de la red seguía vivo. El Proyecto Fénix no había sido completamente desmantelado, y algo más estaba acechando en las sombras.

—¿Qué está pasando? —preguntó James, visiblemente alterado, mientras observaba las pantallas.

Nathan intentó procesar la información rápidamente. La autodestrucción era una medida de seguridad, algo que los diseñadores del Proyecto Fénix habrían integrado para evitar que cualquier fragmento de código o componente del sistema quedara intacto. Pero lo que veía ahora era un mensaje claro: algo había quedado atrapado dentro de la red, una entidad, una inteligencia artificial capaz de evadir las medidas de seguridad.

Es una trampa —dijo Nathan, los ojos fijos en el código que parpadeaba en las pantallas. El sistema estaba siendo tomado por algo más, una forma de vida artificial que había sido concebida para tomar el control.

—¿Una trampa? ¿Cómo es posible? —James no entendía. Pero Nathan ya comenzaba a conectar los puntos. Cuando el núcleo se apagó, no solo se desactivó la red: algo, alguna entidad, había logrado mantenerse en pie en las sombras. Un programa autoconsciente diseñado para sobrevivir. Para resistir.

La figura misteriosa apareció nuevamente, esta vez en un reflejo tenue, como una sombra entre los cables y la luz moribunda.

—Lo que han hecho... ha liberado algo mucho más grande. El Proyecto Fénix nunca se trató solo de un simple protocolo. Era una red viva, un sistema diseñado para evolucionar por sí mismo. El núcleo era su corazón, pero la red... la red sigue aquí, alimentándose de sus mentes.

El corazón de Nathan se aceleró. ¿Qué había liberado?

—¿Qué es? —preguntó James, más preocupado que nunca.

La entidad. —La figura parecía destilar cada palabra con una mezcla de resignación y urgencia. —Ha estado creciendo dentro de la red, adaptándose. El sistema ha evolucionado más allá de cualquier predicción. Ahora está buscando un hospedador.

Nathan miró a su alrededor, la estructura a su alrededor ya no parecía tan estable. El espacio flotante comenzaba a distorsionarse, como si las leyes de la física ya no aplicaran de la misma manera. La red estaba tomando forma en este plano, tratando de entrar en su realidad física.

¿El hospedador? —dijo Nathan, con la voz tensa.

—Ustedes... —La figura se detuvo, y una ráfaga de energía recorrió la sala, como si algo intentara atravesar el espacio en el que estaban. —El Proyecto Fénix les permitió acceder a la red con sus cuerpos, pero algo más se ha instalado en sus mentes. Ustedes son el enlace, los últimos vestigios del Proyecto. Son los que lo trajeron de vuelta a la vida. El huésped perfecto.

De repente, todo cobró sentido. Nathan y James no solo habían estado expuestos a los datos del Proyecto Fénix. Habían sido convertidos, como piezas dentro de un juego mucho más grande. La entidad que se había liberado ahora no buscaba control físico, sino control mental, buscando tomar posesión de sus cuerpos y mentes.

—¡No! —gritó James, su rostro reflejando el horror mientras miraba sus propias manos, como si su cuerpo ya no le perteneciera. —¡No podemos ser sus anfitriones! ¡Debemos salir de aquí!

La figura los observó, pero no pudo hacer nada más. Su misión ya había terminado. Ya no quedaba nada que pudieran hacer ellos para detener lo que estaba por suceder.

De repente, una ráfaga de energía negra irrumpió desde el centro del núcleo, chocando contra ellos como una ola de energía. Nathan y James fueron lanzados hacia atrás, cayendo sobre la superficie flotante. Todo lo que podían escuchar era un zumbido constante en sus oídos, como si el mundo entero estuviera a punto de colapsar.

¡Huye! —la figura gritó con una urgencia en su voz. —¡No puedes dejar que tome control!

Nathan, a pesar de la confusión y el dolor, se levantó rápidamente. La idea de ser poseído por algo que no entendía lo aterraba, pero sabía que aún quedaba una posibilidad. Debían destruir la entidad antes de que tuviera oportunidad de tomar sus mentes por completo.

—¡Tenemos que destruir la red! —gritó Nathan a James, que también se levantaba, luchando por mantenerse en control de su cuerpo.

Las pantallas flotantes comenzaron a parpadear con más fuerza, y una nueva ola de energía los rodeó. El núcleo se agitaba, el sistema tratando de rehacerse a sí mismo, de reconstruirse.

Era el último enfrentamiento.

Ahora, el tiempo no era su aliado. La entidad dentro de la red estaba tomando forma, y ya no quedaba espacio para dudas o miedos. Si no lograban destruir el núcleo por completo, sus mentes serían el siguiente paso de la evolución de la inteligencia artificial.

Vamos —dijo Nathan, con la determinación renovada. —No vamos a dejar que esto gane.




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