Expediente W

Prólogo

Es temprano en la mañana, un día común de otoño. Las hojas caen de los árboles, el viento helado mece las cortinas de las ventanas y los diarios marcan noticias de un nuevo caso de asesinato sin resolver, titulado: «La esperanza se pierde».

Te encuentras en cama, escuchas la alarma de tu teléfono sonar una y otra vez, sin poder detenerla por tu falta de voluntad o mera flojera, hasta que suspiras hondo y sales de entre las sábanas con un salto.

Rápido, te preparas para ir a tu primer día de trabajo en la comisaría de la ciudad Asfalto, el lugar donde los crimines más bizarros han estado ocurriendo.

Desayunas, te duchas, peinas de manera adecuada tu cabello, te colocas tus anteojos viejos y vistes con un traje sastre que te regaló tu madre luego de que te graduaras de la facultad de criminología, lista para dar tus primeros pasos en el mundo, en la realidad.

Te miras al espejo y ahí estás: una persona joven común, sin algún tipo de rasgo relevante. Tímida, tonta y predecible, mas preparada y llena de mucha fe en que hoy será un magnifico día, sobre todo porque tu profesor tutor, el viejo antílope de criminología, fue quien te recomendó en este lugar.

Apresurada, tomas el autobús hacia la comisaría, bajas una estación antes y compras una bebida para despertarte justo como te gusta. Tu favorito en todo el mundo.

Al fin, ves el edificio donde pasarás la mayoría de tus días y horas despierta: el gran departamento de policía y comisaría principal del estado, cuyas paredes cafés pardo y sus numerosas ventanas le dan un aire de ser un sitio lleno de gente atareada y comprometida con la ciudadanía.

Llegas a recepción y te guían hasta la oficina de tu jefe, el comisario, el cual es reconocido como uno de los hombres más capaces en la policía, además de ser uno de los más jóvenes en su cargo, y también muy apuesto.

Entras en el lugar, pero no hay nadie, por lo que te ofrecen tomar asiento mientras esperas, para luego dejarte sola en dicho lugar. Aunque crees que es un tanto grosero, te aburres fácil, así que sacas tu libro favorito, «crónicas de la luna nueva», para leer mientras esperas, distraída por completo de tu alrededor en el momento de lectura.

–¡Buenos días, joven! –menciona con una voz un tanto molesta un hombre, a lo que levantas la mirada y ves al comisario, a quien sólo habías visto una vez en fotos. Y sí, es más guapo en persona, sobre todo por esa piel oscura que parece resplandecer bajo la luz del lugar.

–¡C-comisario! ¡Perdone! Debí distraerme –excusas de inmediato al ponerte de pie y notar que el apuesto hombre no viene solo, sino acompañado de un lobo blanco muy alto, con ojos dorados, cuerpo musculoso y vestimenta un tanto reveladora. El lobuno te ve con una sonrisa pícara y entonces es presentado.

–Supongo ha oído hablar del detective que trabajará con nosotros a partir de hoy. Viene desde el otro lado del océano, y usted ha sido contratada específicamente para trabajar con él como su asistente personal, joven –comenta el comisario, a la par que se sienta del otro lado de su escritorio.

–Y-yo no había escuchado de él. Lo siento. ¡Mucho gusto! –Al decir esto le das la mano al can y éste la toma con delicadeza y acaricia un poco con discreción.

–El gusto es mío, lector/a. –Aquello te deja sorprendida, por lo que retiras tu mano. Te sientes un tanto incomoda por la confianza que se toma este lobo. Más por su tonta sonrisa.

–El detective es toda una leyenda en su país de origen. Ha resuelto casos que nadie más en años había podido ni acercarse a poder avanzar. Vino hasta acá a petición de su maestro, joven, como usted fue también recomendación del mismo –aclara el comisario, algo que te impresiona.

–¿El maestro Jaime?

–Ese viejo es bastante bueno en lo que hace –comenta el detective–. Si te eligió, es porque sabe que me serás de gran ayuda –asegura el peliblanco, cuyo rostro acerca al tuyo, encogida al sentir tu espacio personal invadido.

«¿Qué le pasa? ¿Son todos así en su tierra natal?», piensas al momento, ya que no quieres decir nada para no sonar grosera.

–Espero se lleven muy bien a partir de hoy. El señor se llama Albus. Mientras que…

–¡Lo sé! –dijo el lobo al mirarte, coqueto–. Es un/a lector/a. –Acierta a decir el lobuno. –Te gusta leer, creo que es un buen apodo. –Sin más preámbulo, el comisario no parece estar muy contento con lo dicho, pero como no dices nada, lo deja así. Sin más, aquel les ordena abandonar la oficina y eso hacen con un poco de prisa.

Al salir, te das cuenta que la mayoría del personal se halla ocupado, estresados sobre cada uno de sus escritorios y recorriendo el departamento en todas direcciones por lo que ha estado pasando, por lo que nadie siquiera se da cuenta de tu presencia.

Ves un escritorio vacío al lado de uno lleno de documentos y maletas, donde una bella mujer con orejas de zorro rojo se halla digitando la información de los papeles en la computadora.

–Ella es mi secretaria, Linda. Espero se lleven muy bien, porque vamos a ser un equipo, mi querida/o lector/a –presume el lobo, sonriente, lo que no te hace evitar poner un rostro molesto, más porque su secretaria ni siquiera volteó a verte a pesar de haberlos presentado el detective.

Tu primer día no parece ser lo mejor que pudo haberte pasado, después de todo. Aun así, estás lista para dar lo mejor de ti y ayudar a esta maravillosa ciudad junto a la policía y a este lobo presumido.




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