Han pasado unos diez minutos desde que el detective y su secretaria desaparecieron de tu vista, adentrados al lugar donde el extranjero asegura encontrará alguna pista sobre el asesinato que fue perpetuado en el lugar.
Sucedió hace ya seis años atrás. Una joven adolescente gacela fue encontrada mutilada y apuñalado múltiples veces en su habitación, cuya sangre creaba un camino que parecía abandonar el cuerpo, como si algo hubiera salido de él y arrastrado lejos. Tal como en los demás homicidios.
Al inicio había teorías sobre que se trataba de un tipo de parasito mágico muy peligroso, mas luego se hallaron pistas de que era obra de algún criminal que, con sus ropas o pelaje, pintaba dichos caminos, ya que le gustaba bañarse con la sangre de sus víctimas. Muy perturbador, si te lo preguntan.
El tiempo pasa lento, por lo que decides que lo mejor que puedes hacer en este momento, ahí encerrada, es ponerte a leer un rato, al menos eso podrá distraerte antes de que el detective regrese, pues dudas que puedan encontrar algo por ahí.
Tomas «crónicas de luna nueva», enciendes la lampara de tu móvil y continúas leyendo sin ser interrumpida, rápido siendo atrapada por la intensa trama y bello desenvolvimiento de los protagonistas que tanto te tienen enamorada. Aunque, de un momento a otro, te sientes un poco asfixiada encerrada en el auto, por lo que buscas un botón para bajar la ventana que está al lado de tu asiento sin mucho éxito. Al parecer, el control debe de estar delante.
Te asomas para buscar dicho mecanismo y, al tener la mirada posada enfrente, entre la oscuridad de las calles aledañas, puedes observar a un hombre con orejas de carnero y cuernos observar de manera misteriosa el panorama alrededor.
Detectado eso, apagas la lampara del móvil, procuras no moverme de manera brusca y te escondes tras uno de los asientos delanteros del vehículo, con los ojos bien puestos en el misterioso sujeto. Dicho se ve nervioso y mirando con cuidado a todos lados, como si estuviera al pendiente de algo o esperara a alguien.
De la nada, otro sujeto aparece, justo al lado tuyo, pues camina cerca del vehículo, mas parece que no te ve, pues los vidrios del auto son polarizados y el exterior tiene más luz que el interior del carro, por lo que dudas que haya podido darse cuenta de tu presencia.
El hombre es una hiena de aspecto un tanto formal, vestido con un traje elegante, pero llevado desalineado y con pinta de tener una actitud ruda y demandante. Rápido, el híbrido de carnero lo reconoce y parece saludarlo con respeto y pena, intimidado por el otro.
Parece que están hablando sobre algo en particular, y la hiena no se ve para nada contento, cosa que te hace pensar que algo hizo mal el híbrido, al menos lo hizo enojar.
De la nada, el hombre con cuernos se hinca y sostiene el pantalón de la hiena, le ruega por alguna razón. El otro, desinteresado, mira hacia otro lado que no sea donde se halla el híbrido, hasta que se harta y le da una patada que lo tira al suelo, temblorosa la víctima.
Luego de unos momentos, el hombre de traje busca en su saco algo y se lo tira al carnero, objeto que aquel busca con desesperación y, al ya tenerlo en manos, parece agradecer a quien lo maltrató, para aquel suministrarle una patada al rostro y gritarle algo que escuchas claro.
–¡A la próxima que no cumplas tu parte, te mato! –grita la hiena, se acomoda el saco y se retira, abandonado el híbrido en la acera, atemorizado y chillando, para luego ponerse de pie y correr lejos del lugar, satisfecho en cierto modo.
Toda la escena te deja perpleja. «¿Será que es esto lo que el detective Lobo estaba buscando?», piensas al analizar la situación, hasta que ves desde la oscuridad que la secretaria Linda se aproxima al vehículo, seguida por nuestro jefe, quien lleva a un joven suricata esposado con él.
Al ya estar al lado del vehículo, la mujer toca tu ventana y te hace una señal para bajar, a lo que haces caso y abres la puerta, posada fuera del automóvil.
–Será mejor que pases al asiento del copiloto. Traemos un sospechoso que arrestamos por invadir propiedad privada y hay que llevarlo a la comisaría para interrogarlo adecuadamente. Yo me iré detrás con él –explica Linda con una seriedad inigualable.
Volteas a ver al sospechoso, quien se ve por completo sumiso, nada agresivo o con alguna intensión de escapar o hacer daño, por lo que decides tratar de oponer resistencia a ese cambio, pues no los acompañaste y no quieres «hacer nada» que involucre la captura del sospechoso.
–No hay problema, señorita Linda. Yo me iré con él en la parte trasera. No tengo problemas con ello –aseguras a la mujer, misma que te ve con un rostro inexpresivo, algo molesto, pues levanta una ceja sin dejar de clavar su mirada en la tuya, lo que te indica que no está feliz con tu decisión.
–Está bien, querida Linda –expresa el detective al ya alcanzarlas, con tan sólo una mano sobre el hombro del supuesto criminal, quien tiene la mirada baja–. Si ella quiere tomar la responsabilidad, dejemos que lo haga. Ha de sentirte inútil por no habernos acompañado –replica el sujeto, palabras que me hacen enfadar de inmediato.
–¡Se equivoca, detective! –argumentas al instante, pues no puedes dejar pasar esa deducción del extranjero, dicha con una coqueta y confiada sonrisa–. De hecho, quedarme aquí fue de mucho provecho, pues vi algo inusual. –La confesión hace que el detective de inmediato te mire y que su cola se mueva de un lado al otro, jovial.
–¿Qué sucedió, Lector/a? ¿Está bien? –pregunta un poco preocupado. «¡Ja! Vaya sujeto hipócrita», concluyes al instante para luego responder.
–Pude ver cómo una hiena y un híbrido de carnero se reunieron en esa esquina. El segundo esperaba recibir algo del primero, mas no sé los detalles. Se veían sospechosos.
–¡Vaya! ¿Será eso importante, amiguito? –pregunta el lobo a la suricata y ésta, con la mirada baja, asiente leve–. ¡Impresionante! ¡Buen trabajo, Lector/a! Más vale irnos de una buena vez –sugiere el hombre con una gran sonrisa y sin detenerse su cola de lo feliz que ésta.