Expediente W

Capítulo 2-B

Sigues afuera del auto, recargada en él, con la esperanza de que el detective y su secretaria no te dejen ahí abandonada por horas. Sabes que elegiste quedarte, pero también deben entender que no pueden traerte y olvidarse de ti a la ligera en un lugar como éste, al lado de un auto tan costoso y con la pobre luz de los faros siendo tu única compañía.

De hecho, ahora que lo piensas, no tienes nada con qué defenderte. Si alguien extraño aparece y te trata de hacer algo, atraído por el bello vehículo del detective, estarás en verdaderos problemas, aunque el lobuno te dijo que, si lo necesitabas, no dudaras en llamarlo, mas ¿cómo harás eso? ¿Marcándole por teléfono? No te dará tiempo. Supones que lo más sensato sería gritar su nombre, a fin y al cabo, su oído es mejor que el tuyo.

¿Qué haces? Ya estás imaginándote horribles escenarios y ni siquiera han pasado más de veinte minutos. Necesitas distraerme un poco antes de que la paranoia te termine por hacer una mala jugada. Por suerte, traes tu libro «crónicas de la luna nueva», y dudas que el detective se moleste si te pones a leer un poco mientras llega.

Te apartas de estar recargada en el vehículo, caminas hacia la puerta trasera de éste y, justo cuando estás a punto de abrirla, escuchas unos pasos detrás tuyo. Volteas en alerta, con la mirada buscando alrededor el provenir de dicho sonido, mismo que se va alejando de manera rápida del sitio, como si huyera.

Te mueves lento y con precaución hacia el lugar de donde provinieron aquellos pasos, sin alejarte mucho del auto del detective, donde te sientes un poco más segura, y al asomarte a la acera del frente, notas que no hay nadie en el perímetro. Sea que haya sido, se retiró al momento. Tal vez sólo llegó y se fue porque olvidó algo, o quería evitar ser visto y, al notar que estás ahí, prefirió correr.

Sin nada qué ver, regresas al auto, y entonces notas cómo un hombre vestido de traje camina hacia ti al pasar por un lado del auto. Aquel es una hiena que posee unos lentes oscuros que cubren su vista, de aspecto un poco descuidado a pesar de la elegante vestimenta que trae encima, además que su caminar es un tanto osado y confiado.

Al verlo tragas saliva. No cabe duda que es un sujeto peligroso y no tienes forma de encararlo, por lo que, lo más inteligente, es comportarse de acuerdo a la situación. Mientras no te amenace o se porte hostil, no tienes por qué entrar en pánico.

–¡Buenas noches! –saluda el sujeto, con una voz amable y varonil, acompañada de una linda sonrisa.

–B-buenas noches, señor. –La hiena te pasó de largo sin decir más, en dirección a donde escuchaste antes los pasos.

«Creo que exageré un poco», piensas al notar que tan sólo es un transeúnte, no un criminal. Que tenga esa vestimenta y forma de moverse no lo vuelve alguien malo. Es sólo un tonto estereotipo que has visto mucho en las novelas románticas que tanto lees. Necesitas no pensar como los idiotas que escriben las porquerías que tanto disfrutas.

–Disculpe. Espero no importunarle. –Te habla el desconocido de nuevo, cosa que te perla de sudor al pensar que te equivocaste de nuevo sobre él. –De pura casualidad, ¿vio a un hombre híbrido de carnero por aquí? Se supone que vendría a verme, pero parece que no está –explica la hiena con un rostro mortificado, a lo que respondes.

–N-no, no he visto a nadie por aquí mas que a usted. Lo siento –aseguras con nervios por delante, cosa que ocasiona la sonrisa tierna del sujeto, mismo que se retira sus anteojos para acomodarlos sobre el arreglado cabello por encima de su frente, revelado un rostro apuesto.

–Ya veo, una disculpa por las molestias. Sé que me veo sospechoso y malandro, pero le aseguro soy un pobre hombre muy tranquilo y servicial con la comunidad –expresa la hiena con una mueca de alegría, muy coqueto de su parte.

–No se preocupe. Supongo que tengo nervios por la hora, es todo.

–Es que no debería estar en soledad en este lugar. Al menos no afuera de su vehículo. Puede que se encuentre con gente indeseable ahora que la ciudad es cada vez más insegura. –Las palabras de la bestia sonaban como verdadera preocupación, a la par de esto, saca y enciende un cigarrillo que comienza a fumar, ofrecido uno a ti y rechazado.

–Gracias, y creo que tiene razón. Debí quedarme dentro del vehículo sólo por precaución, mas no quería sofocarme ahí dentro –explicas al sujeto, recargada de nuevo en el auto, observada por sus bellos ojos marrón.

–Bueno, tiene un punto. Si no tiene sistema de aire acondicionado, puede llegar a sentirse mal ahí dentro. Además, el clima está agradable. –En ese momento, un mensaje le llega a la hiena, éste revisa su móvil y su mueca cambia a una de fastidio, hasta que guarda rápido su teléfono y regresa su linda sonrisa hacia mí. –Fue lindo verle, mas me temo que me necesitan en otro lado. Espero hablemos pronto.

–Igualmente, caballero. –Al responder, él te ofrece su mano y la tomas para despedirlo, cortés, cosa que termina por dejarlo ir y quedas de nuevo en soledad.

–¿Todo bien? –pregunta la voz de la secretaria, misma que se halla a tu lado, lo que te asusta al momento, dado un pequeño salto por ti.

–¡Caray! –exclamas del susto–. Sí, todo bien. ¿Dónde está el detective Lobo?

–Justo aquí, Lector/a –responde el hombre al lado de una suricata que lleva esposado, sumiso por completo ante el extranjero–. Tenemos un sospechoso en manos, vamos a interrogarlo en la comisaría –explica el lobuno, asunto que te extraña por como suena.

–¡Detective! No puede arrestar a las personas por ser sospechosas. Necesita un mejor motivo.

–Estaba invadiendo propiedad privada. Lo sabrías si hubieras venido con nosotros. –Con esas palabras dichas la manera más fría posible, la secretaria abre la puerta trasera del vehículo y aborda, subido el «criminal» a su lado.

–Venga, Lector/a. Ahora usted será mi copiloto –sentencia el detective al cerrar la puerta ya arriba el sospechoso, cosa que no te ha dejado nada feliz. «Menudo sujeto que es mi jefe», piensas.




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