Expediente W

Capítulo 2-C

Caminan los tres hacia el hogar que fue «testigo» del primer crimen registrado. Aquel estaba abandonado desde hace ya mucho tiempo, catalogado como un lugar que traía malos recuerdos para los habitantes de la ciudad, así como a los familiares, quienes no querían saber nada del sitio que terminaron por vender al banco a pesar de tratarse de un patrimonio importante.

La casa se nota abandonada, por lo que no se ve nada interesante en ella. Las paredes están despintadas y maltratadas por el tiempo. En el jardín abundaba la maleza alta y las ventanas están todas rotas, cuyas paredes exteriores se hayan en su mayoría llenas de grafitis.

Al acercarse, el detective se detiene a cierta distancia y observa con cuidado aquel lugar, como si detectara algo dentro de la solitaria morada, y sí fue así.

De la nada, desde la oscuridad de la casa, un hombre suricata salta fuera de aquella, para luego correr en dirección contraria a donde están. La acción te deja atónita, y más porque el detective grita la orden de detenerse al sujeto, cosa que omite, por lo que el extranjero corre a toda velocidad para alcanzar al sospechoso.

Lo que nunca esperaste fue que, ya alcanzada cierta distancia de la suricata, el lobuno se detiene, se coloca rápido un guante que posee uñas filosas y celestes en la mano izquierda para lanzarla a su costado e invocar un círculo mágico hecho de luz que se dibuja debajo de él, mismo que ilumina los alrededores.

Restrict! –grita en su idioma natal el lobo, creadas cadenas de luz celeste que emergen desde la simbología en el suelo y se lanzan por la suricata, atrapado si problemas por éstas, tumbado al suelo por defecto.

–¡Impresionante! Había escuchado que la gente allá puede usar magia, pero verlo es alucinante –comentas al aire, respondida por la secretaria vulpina.

–Nuestro jefe proviene de una poderosa familia de magos muy famosa en nuestra tierra. Esto no es nada comparado con lo que puede llegar a hacer –explica la híbrida, con una leve sonrisa, algo que es nuevo para ti y te impresiona un poco más que la magia del detective.

–Has sido un chico malo, ¿cierto? –pregunta el lobo a la suricata, para luego levantarlo, ponerlo de espaldas en contra de la pared y esposarlo con las manos por detrás de su espalda, cosa que lo lleva a acercarse por completo al cuerpo del sospechoso.

–¿Q-qué está pasando? –cuestionas confundida al notar que el lobuno se está comportando de una forma inapropiada con la suricata, acción que no sorprende para nada a su asistente. Muy por el contrario, parece agradarle lo que ve.

–¿Tampoco lo sabes? –dice sin despegar sus ojos de la extraña escena que tenemos frente–. Las bestias pueden ejercer su dominio de esta manera sobre otros. Al hacerlo, se vuelven por completo sumisos hacia ellos al marcar su territorio de una manera innegable. Cuando Albus termine, el sospechoso hará lo que pida su entonces dominante –explica la secretaria bastante tranquila, cosa que no te convence para nada de lo que están presenciando, pues da pinta de un abuso.

De una forma muy «hábil», el detective logra su cometido, lo que pone a su disposición por completo al sospechoso, quien se entrega a él sin respingar, disfrutándolo también, pues se le nota satisfecho al final y perlado en sudor al igual que el lobuno.

–¿Qué hacías ahí dentro, suricata? –interroga el detective con una voz jadeante, respondido de inmediato por quien ya es sumiso ante él.

–Mi jefe me pidió vigilar como siempre. El vigía anterior fue eliminado y ahora yo lo estoy supliendo. Llevo apenas tres semanas aquí, aunque me acaban de cambiar al turno nocturno, lo cual me molesta mucho. –Lo dicho te ha dejado sin palabras. La facilidad con la que se obtuvo la información es sin dudas excepcional, algo que nunca habías visto ni escuchado en la facultad de criminología.

–Acostúmbrate a eso, que no será la última vez que lo veas –asegura la vulpina, cuya voz parece también alterada por su respiración. Te hace pensar que disfrutó tanto como los hombres dicha interacción que todavía no puedes creer.

Sin más, se dirigen hacia el vehículo, posicionada al lado de la secretaria, mientras que el detective lleva a la suricata detrás de ustedes con él, sin que nadie diga nada más al respecto, lo que te hace sentir todavía más incomoda.

Una vez en el auto, la secretaria camina hacia la puerta de atrás y se prepara para subirse, mas la detienes al momento, lo que la deja perpleja.

–Yo quiero irme atrás con el sospechoso. Por favor –pides a la mujer, luego miras al detective, quien, al notar tu preocupación, agacha las orejas y la cola, cuyo rostro describe que siente mucha empatía por lo que estás pasando.

–Adelante. Pasa tu primero, entonces. –Te invita el lobuno sin decir más.

–¡Detective! –reclama la secretaria, mortificada por razones que desconozco.

–Está bien, mi bella Linda. Sé que puede manejar la situación mejor de lo que crees –explica su jefe, provocado que la vulpina se aparte de la puerta y la abra para ti.

–Gracias –agregas al momento de subir al auto, seguida de la suricata, quien se nota un tanto callado, cerrada la puerta detrás de él, por lo que quedan solos unos momentos.

–¿Estás bien? –preguntas en voz baja al «criminal», cosa que él, sorprendido, te responde.

–Sí, estoy bien. Gracias por preocuparse –asegura con una sonrisa un tanto triste, mas no perturbada o forzada. Es posible que no te esté mintiendo, sólo está preocupado por que ha sido capturado y será llevado para interrogación.

De inmediato, el detective y la secretaria abordan el vehículo, se colocan cinturones y arrancan hacia la comisaría, sin decir ya una sola palabra.

«Esto es lo que me espera, entonces», concluyes al ver los rostros de todos, resignada.

(Procede a "Capítulo 3-C")




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