Expediente W

Capítulo 3-A

Linda sube al asiento del piloto, Albus pasa a estar detrás con el sospechoso, mientras que tú eres invitada a tomar el copiloto por la mitad zorro, a lo que accedes de una manera un poco torpe y distraída.

En el camino, alcanzas a ver por el espejo retrovisor de reojo que el detective parece un tanto juguetón. Tanto su cola como la del suricato parecen moverse de un lado al otro, no es como si estuviera el mayor intimidando al joven, cuyos años no deben ser muy alejados de la mayoría de edad.

Esto te extraña un poco, pero decides pasarlo por alto, tomada la palabra por Linda.

–¿Crees que se hayan dado cuenta que estuviste viéndolos? –La pregunta te deja en blanco, puesta una cara de incógnita y vergüenza ante aquello, pues crees que habla de los pasajeros de atrás.

–¿Cómo? –cuestionas con temor y tartamudeando, algo que hace a Linda voltear los ojos y reír a Albus.

–Que si los tipos que viste te alcanzaron a notar –expresa el lobo, emitida una onomatopeya de comprensión llena de júbilo por tu parte.

–¡Oh! No, no lo creo. Los vidrios del auto son polarizados, y casi no me moví mientras estaba dentro. Ninguna luz encendida dentro del coche –explicas con certeza, a lo que notas al suricato lamer un poco la mejilla de Albus, algo que te incomoda y alarma, mas de inmediato te tapas la boca con ambas manos y te encoges en tu asiento, observado por el espejo que Albus responde cariñoso y hasta con un pequeño beso, lo que hace a su prisionero caer rendido a sus brazos.

–¿Qué te pasa? –pregunta Linda al verte tan extraña.

–Yo… ¿Hay algo que no sepa? –Eso hace que la híbrida suspire, respondida la cuestión.

–Tuvo que dominarlo en su momento. Ya sabes, lo que los alfas hacen para volver sumisas a otras bestias. Creo que ya tienes edad para saberlo, ¿no? –explica la secretaria, algo que no te dejó todo en claro, mas imaginas desde lo más insignificante hasta lo peor. Eso hace que abras los ojos de la impresión y te encojas más en tu asiento, incomoda.

–Lector/a. ¿Qué pasa? ¿No deseas hacerle más preguntas a este pequeño suricato hermoso? –cuestiona Albus, lo que sonroja al arrestado.

–No lo sé. Creo que no es apropiado al momento. –En eso, Linda frena, pues el semáforo está en rojo. Luego, voltea hacia ti, seria.

–Si no puedes con esto, niña. Más vale que te busques otro empleo. Supéralo y trabaja. Tienes la oportunidad de interrogar a un testigo y te paralizas. ¿Por qué Jaime te recomendó? –expresa la mujer, lo que te da la determinación de voltear hacia la pareja del fondo, colocado tu rostro entre los asientos delanteros. Desde ahí, los posibles amantes te ven expectantes, sin dejar de quitarse las manos de encima.

–Muy bien. Para empezar, ¿cómo te llamas y qué edad tienes? –cuestionas con una actitud seria y profesional, impresionados los presentes un poco, cambiada la expresión de Albus y del suricato.

–Soy Eliazar Reeves. Tengo 19 años de edad, estoy en la universidad y vivo con mis padres –asegura el arrestado, continuado con el interrogatorio de tu parte.

–Muy bien, joven Reeves. Seguro el detective Albus se encargará de las preguntas sobre lo que hacía en la casa de Caddace Marina, por lo que le haré cuestiones sobre lo que vi. ¿Está bien? –Aquel asiente sin problemas. –¿Puede decirme el nombre de las personas en cuestión?

–La hiena se llama Hermet Moreno, me parece. Es un señor bastante intimidante que vive cerca de mi casa. El otro es un primo lejano del mismo. Su nombre es Carlos. No me sé su apellido. Ambos siempre se ven en algún punto distinto de la colonia a altas horas de la noche. No sabría decirle por qué. Mamá jura que la hiena le da dinero, porque le da lástima, ya que Carlos es un adicto y no tiene trabajo –platica el joven, lo que impresionó a los demás.

–¿Sabes donde trabaja el señor Moreno?

–Creo que en el hotel Zeenu Bait.

–¿Crees o es ahí? –interrogas con más dureza, lo que molesta al joven.

–¡Oye! No soy su niñera. No lo sé. A veces veo que sale a fumar desde la entrada del hotel. No lo he visto en otro lado, seguro ahí jala el sujeto. –La actitud de Eliazar se volvió un poco más hostil. Notas que tanto su tono cómo lenguaje corporal ha cambiado hacia ti. Incluso ha dejado de tocar a Albus, cosa que te demuestra que tal vez sepa algo más gracias a lo estudiado en la facultad.

–¡Tranquilo, pequeño! Sólo responde con sinceridad. –Albus trata de tranquilizarlo, rodeándole los hombros con su brazo. La acción hace al chico recargarse y cruzarse de brazos, desviando la mirada a la ventana más cercana que tiene.

–¿Algo más que sepas de Hermet o Carlos? –preguntas con cautela, respondido por el joven luego de un suspiro de molestia y sin voltear a verte.

–Sé que el señor Moreno es muy intimidante y casi no le gusta hablar con los demás. Sobre todo, con bestias. Por parte de Carlos, es todo lo contrario. Es un cobarde y suele pasársela encerrado en su casa. Tanto fue así que el señor Henn le dio el trabajo de cuidar la casa en las noches, porque de repente entran a vandalizarla o a drogarse. Pero como él también la usó para meterse sustancias, lo corrieron. Y eso que a él sí le pagaban. –Al final el chico regresa la mirada a ti, quejándose, lo que le genera una sonrisa a Albus y provoca que Linda los vea por el espejo retrovisor.

–¿Henn? ¿Quién es ese mandón? –pregunta Albus, cariñoso y acercando su rostro al del suricato, lo que lo sonroja y hace sonreír.

–Es el juez de barrio. Es un señor gruñón que todo mundo estima. Vive por casa de mi ex –confiesa el chico, puesta la mirada coqueta de Albus ahora sobre ti, levantada una ceja al hacerlo, lo que te dice que está feliz con lo que obtuvieron, a la par que te hace sentir algo de incomodidad.

–Señor Henn. Creo que sería bueno hacerle una visita –agrega Linda sin dejar de ver la calle.

–Me parece que estás en lo correcto, Sweetheart. Pero ahora nos toca hablar más a fondo de todo. –En eso, Albus mete su mano bajo las prendas del chico, por lo que regresas tu mirada al frente, bien colocada en el asiento del copiloto, visto que ya tienen la comisaria a unos pocos metros. –La diversión «sabrosa» se acabó. Es hora de la verdad –emite Albus, listo para el verdadero interrogatorio.




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