El despertar de un nuevo amanecer llega hasta tu ventana. En un parpadeo, tienes todo listo para salir, y tan pronto cierras la puerta del edificio donde vives, notas que el auto de Albus se estaciona frente a tu hogar, conducido por Linda, bajando la ventana Albus para asomarse junto a su brazo y hablarte con una sonrisa traviesa, llevados lentes de sol frente a sus ojos.
–Good morning, Reader Darling! ¡Súbete, honey! ¡Vamos a resolver crímenes! –invita el lobo, cosa que te hace reír al entender la referencia.
Abordas el vehículo en la parte trasera y, al ya estar dentro, Linda arranca después de saludarte con una grata sonrisa.
Con el paso en las calles, todos notan que hay varios grafitis y poster pegados con el símbolo de una trampa para osos. La gente ha adoptado aquello como el símbolo del «cazador» y éste se haya tachado, sobre pancartas de la policía y en otros lugares, donde hubo un siniestro.
–Las cosas parecen empeorar más y más aquí en Asfalto. –El comentario de Albus te hace suspirar y responder un poco apenada y angustiada.
–Hablando con honestidad: La gente está harta de esto. Muchos de los crímenes han sucedido en las narices de las personas, sin rastros de magia o algo que nos haga saber un mínimo detalle del perpetuador. La forense no halla nada, y las personas acusan a los policías de ser incompetentes. Hijos, hermanos, padres de familia, abuelos. Nadie se ha escapado de las garras de ese sujeto, salvo los niños, algo que todavía no nos da una pista de porqué. Pueden ser muchas razones, pero las cosas como son –explicas sin dejar de ver con tristeza aquellos posters del asesino.
–Es normal. Yo también estaría molesta si asesinaran a un ser querido y pareciera que la policía no hace nada para continuar. Entiendo el sentimiento –confiesa Linda sin dejar de ver al frente.
–La realidad es que, entre más avancemos en métodos para atrapar criminales, más formas de evadirnos hallarán aquellos. En 1799, se descubre la identificación de ADN por medio de fluidos. Un 70% de los violadores en Angraterra son justamente aprendidos de forma eficaz gracias a esto. No obstante, los bastardos dejaron de morder a sus víctimas, besarlas o practicarles oral. Ahora sÓlo las sodomizaban con preservativo. Además, empezó a haber confusión con novios, citas casuales, entre otros factores. En 1834, ahora con uñas o un cabello era posible identificarlos. Los malditos empezaron a usar guantes y se cubrían la cabeza en caso de los humanos. Las bestias que abusaban se colocaban fijador por las partes que no podían cubrir y se ponían cascos. Es un cuento de nunca acabar –concluye Albus un tanto molesto.
–Me gustaría que tuviera fin. Ojalá algún día pueda ser así. –La confesión provoca que ambos extranjeros sonrían leve, para luego aclarar su garganta el lobo en señal de que pongas atención.
–Creo que es momento de hacerle una visita a Robbie Gaez –propone Albus.
–¿Robbie? ¿No es mejor pasar con el señor Henn? Es posible que el joven nos diga lo mismo que Eliazar. –Tus palabras provocan un poco de molestia en Albus, mas no parece estar enojado, sino enfadado de que no pueda cumplir su capricho.
–Estoy con Lector/a. Hay que ir por la raíz –emite Linda, volteando los ojos Albus y haciendo un puchero al colocar su cara hacia la ventana opuesta a ustedes.
–Fine! Booger! –exclama el detective, lo que provoca que Linda deniegue con su cabeza, sonría y levante los ojos en símbolo de fastidio. Esto te hace darte cuenta que ambos son en extremo unidos. Al inicio creías que sólo eran empleado y empleador, pero ahora puedes distinguir la estrecha relación que seguro poseen.
Luego de unos minutos, el hogar de Ernesto Henn se halla frente a ustedes. La casa es normal, de un sólo piso, con un jardín precioso que una señora de edad avanzada está cuidando con cautela.
Al bajar, Linda no se hace esperar y, con una tierna sonrisa llena de amabilidad, habla con la adulta.
–Buenos días, señora.
–¡Buenos días, jovencita! ¿En qué le puedo ayudar? –pregunta de forma alegre la señora al tratar de salir del jardín, lo cual parece que le es difícil gracias a sus botas y guantes de jardinera.
–No se preocupe, no es necesario que interrumpa sus labores. Soy la oficial Linda Brightson. Él es el detective Albus Wilson y ella su asistente… –En eso interrumpes para decir tu propio nombre, lo que consigue hacer levantar ambas cejas a la mujer, sorprendida, además de feliz.
–Vienen a ver a mi esposo, ¿no? –pregunta la amable señora, cosa que hace asentir a Linda–. Está en su despacho. Si gustan pueden entrar por su cuenta, oficiales.
–Gracias, eso haremos. Por cierto. Tiene un jardín muy bello. ¿Son estos lirios de Cala? –La mujer se sorprende ante la pregunta y se alegra de escuchar eso.
–¡Vaya! Se nota que sabes. Así es. Fue mi regalo de bodas de plata con mi esposo. Son hermosas, ¿cierto?
–Muy bellas. Thank you, Miss Henn. Con su permiso. –Sin más, los tres pasan dentro del hogar. Aquel estaba lleno de recuerdos, adornos preciosos y se notaba en extremo limpio. El estudio de el señor Henn se hallaba al fondo, y Albus tocó la puerta para pedir permiso, cosa que la rasposa voz del hombre respondió.
Ernesto Henn es un hombre de avanzada edad, cabello cano y ceño fruncido. Se notaba que es una persona dura y bastante antipática al contrario de su esposa. No los recibe para nada contento, y cuando entran, termina de firmar unos papeles sentado tras su escritorio, cuya ventana tras su espalda da al jardín de su esposa, justo en las rosas.
–Buenos días, oficiales. ¿En qué les puedo ayudar?
–Buenos días, señor Henn. Soy Albus Wilson. Ella es mi secretaria y acá mi asistente. Hemos venido porque ayer…
–Sí me comentó la familia Keeves lo que sucedió con el niño –interrumpe el viejo, para continuar luego de un suspiro–. Lamento mucho lo que pasó, pero quien debía estar ahí era Robbie, el chico murciélago. Sé que suena mal, pero ese lugar ha sido un nido de delincuentes y malvivientes desde que los Marina abandonaron la casa. Entiendo el porqué, pero nos ha dejado en una mala posición al no querer venderla. Una casa abandonada no sólo hace ver mal a la colonia, sino que atrae indeseables. Es por eso que a los jóvenes mayores de edad problemáticos les doy la tarea de hacer guardia. Aquí tengo los informes de quienes lo han hecho en estos años –explica el señor, impresionados los presentes, tomados los documentos por Linda, la cual los revisa.