Luego de una noche un tanto extraña y sueños un tanto desconcertantes, logras llegar al trabajo en una pieza, bien bañada y lista para la labor del día. En eso, te encuentras con Linda, quien parece estar ya trabajando en su escritorio sin Albus, algo que te extraña un poco.
–Buenos días, Linda.
–Buenos días, Lector/a. ¿Qué tal descansó? –pregunta sin dejar de ver su móvil, respondido a lo que respondes con algo de pena.
–¡Bien! Bastante bien. Gracias por preguntar –respondes con una sonrisa forzada y nerviosa, a lo que, de la nada, Linda deja de ver si teléfono y levanta el rostro, sólo moviendo su nariz.
–Hoy se puso mucho perfume, Lector/a.
–Sí, me gusta mucho esta…
–Sobre todo en la entre pierna. –Esa declaración provoca que te quedes sin habla, sonrojada y paralizada al ver la desinteresada cara de Linda que regresaba a su móvil.
Habías escuchado que las bestias son buenas detectando los cambios hormonales, sobre todo cuando sientes ese tipo de emociones de atracción sexual. Por ello decidiste perfumarte para tratar de ocultarlo, pero parece que no sirvió del todo.
Pronto, desde la oficina del comisario, Albus sale alegre y en dirección a sus subordinadas, cosa que le hace mover la cola de forma jovial al ver a ambas chicas ya reunidas.
–Buenos días, Lector/a. ¿Qué tal está? –pregunta alegre el lobo, con una brillante sonrisa coqueta, respondido por Linda antes que tú.
–Preocupada por su olorosa v…
–¡VARIEDAD DE COMIDA PARA EL ALMUERZO! –gritas apenada al tomar tu lonchera y mostrarla a tu jefe–. Buenos días, detective –dices más tranquila al ver el rostro confundido de Albus, quien sonríe al observar la comida y la cara de preocupación roja que tienes.
–Hoy vamos a salir desde temprano. Iremos a buscar a algunas de las personas que mencionó Eliazar en el interrogatorio de ayer. Por lo tanto, ocupo que estén al pendiente y sigan todas mis ordenes en el transcurso del día. ¿Queda claro? –Linda asiente de inmediato, mientras que a ti te toma un poco más dar la afirmación, cosa que le parece tierno al lobo.
Al poco tiempo, los tres salen de la comisaría y se dirigen hasta una casa adornada de manera hermosa, situada en la misma colonia donde sucedió el primer siniestro. Aquella posee un hermoso jardín verde repleto de muchas flores y varios frondosos árboles que sobresalen de entre el cúmulo de moradas que hay en la cercanía.
Esto llama la atención de todos, pero más de Linda, la cual no puede ocultar su rostro de fascinación por las plantas.
Los tres abandonan el vehículo tan pronto Albus lo ordena, y una vez abajo escuchan como una señora está regando las plantas, a la par que canta alegre, voz que los llena de mucha enjundia.
La señora en cuestión es una anciana de edad un tanto avanzada, de aspecto afable y ropas lindas, propias de su edad. Ella carga con ambas manos de manera dificultosa la gran regadera con la cual llena de agua sus plantas. Éstas se notan bellas y abundantes, así como frondosas y verdes.
–Buenos días, my lady –saluda con una sonrisa el detective, interrumpido el canto de la mujer para voltear hacia él con mueca de alegría inmensa.
–Buenos días, señor lobo. ¿En qué puedo ayudarle? –responde la viejecilla con una dulce voz que llena de ternura el corazón de Linda.
–Soy el detective Albus Wilson. Vengo a hablar con el señor Ernesto Henn, si es que me puede guiar hacia él o hablarle –explica el lobo al mostrar su placa.
–¡Oh! ¿Acaso hizo algo malo?
–No, no se preocupe, my lady. Sólo queremos hacerle unas preguntas sobre el vecindario, si es tan amable.
–Por aquí, por favor –dice la señora al bajar la regadera y encaminarlos a la entrada de su hogar.
Mientras caminan, ustedes observan a su alrededor, curiosos, visto el rostro feliz de Linda por Albus, mismo que no pierde la oportunidad de decir algo.
–Es hermoso, ¿cierto?
–Sí, muy bello. Se nota que ella ama este jardín –responde la vulpina a Albus, sin dejar de observar las numerosas plantas que tenía al frente.
–¿Se parece?
–Un poco. Sí. It’s just like it –asegura la mujer en su idioma natal, para luego regresar la señora detenerse en el pórtico y hablar con los oficiales.
–Señor detective, por favor, pase. Mi esposo le espera en su oficina –pide amable la señora, cosa que alegra a Albus.
–¡Claro que lo haremos! Muchas gracias, lady Henn. –Los tres avanzan hacia el hogar del hombre, no sin antes decir algo Linda a la señora.
–It’s a beautiful garden. I know you love it.
–Con todo mi corazón, hija. –La anciana se acercó a la vulpina y acaricia su rostro con ternura, cosa que la mitad zorra disfruta con mucha dicha al cerrar los ojos y dejarse sentir amada, terminado aquello con la entrada de todos al hogar.
La casa en cuestión por dentro era un santuario de recuerdos, con fotos y logros de los tres hijos de la pareja de ancianos, cuyo estado del hogar es pulcro y ordenado, algo que los tres vieron un poco asombrados.
Al entrar, escuchan la voz de Ernesto desde el fondo llamarlos a su oficina, algo que siguieron con mucho cuidado de no tocar o ensuciar nada, hasta adentrarse a su destino, encontrado un señor de poco cabello cano y rostro arrugado revisando papeles, cuya piel morena y gastada denotaba que fue un trabajador nato en su juventud.
–Muy buenos días, oficiales –saluda el viejo, con un rostro serio, sin pararse de su asiento.
(Procede a "Capítulo 6-C")