En la comisaria, Hermet Moreno, quien no se veía nada contento, esperaba a que lo interrogaran. Por su parte, el comisario Keneth se encontraba ausente, y los demás oficiales se hallaban fuera por diferentes razones. No había otra persona cerca con experiencia en el campo.
–¡Maldita sea! Supongo que entraré yo solo a hacer el trabajo. Pensaba en armar una estrategia diferente ya que el sujeto no se opuso, aunque no ha hablado nada ni ha pedido abogado, se nota que es recio –confiesa el lobo, bastante decepcionado de la situación.
–Detective. ¿Cree que pueda ayudar? –propones, a lo que Albus suspira con una sonrisa en el rostro.
–Creo que no nos queda de otra por el mom… –En eso, sin previo aviso, Linda entra a la sala de interrogatorio, observada por Hermet con cautela, sin dejar de cruzar los brazos o abandonar su postura relajada en la silla.
Linda pasa a sentarse frente a él, tirando a la mesa el documento que le entregó antes Pedro al equipo, extrañada la hiena de ello.
–¿Hay algo que quieras decirme antes que sea demasiado tarde? –pregunta la híbrida, impresionados Albus y tú ante eso, observado todo por el otro lado de la pizarra.
–¿No es usted una secretaria? –pregunta Hermet, extrañado y sonriente.
–Mi nombre es Linda Brightson. Vine como apoyo del detective Albus Wilson, como su «guardián», posiblemente. Mi padrastro y madre me lo pidieron. En Angraterra soy la teniente Brightson. –La revelación junto a la placa impresiona no sólo a Hermet, sino también a ti.
–¿Eso es cierto? –Al preguntar, Albus te evita la mirada, avergonzado, lo que te indica que es verdad.
–¡Vaya! Teniente… ¿A qué debo el gusto?
–Hace seis años…
–¡Lo sé! Caddace murió a manos del «cazador». ¡Ya dije todo lo que sabía entonces! –exclama molesto, cosa que hace sonreír a Linda.
–¿Ahora sabe más? –cuestiona la híbrida, lo que deja a todos boquiabiertos.
–No es lo que quise decir.
–Hermet, usted no es el asesino. Eso nadie me lo tiene que decir. –En eso, Linda abre el expediente. –Hermet Elias Moreno. Hijo único de un matrimonio mono especie de hiena. Su padre fue un buen hombre trabajador que falleció en un accidente al laborar. Su madre fue pensionada por la empresa, aun así, trabajó hasta que cayó enferma y falleció tres años después de haber sido regresada a casa con usted. Todo ese tiempo trabajó desde casa atendiendo un pequeño puesto de comida que logró levantar con los ahorros de su madre. Al fallecer, un amigo le ofrece el trabajo de barrendero en el Zeenu Bait, de donde no se ha movido en años. Ahora tiene un puesto gerencial, y a pesar de todo ello, en el transcurso de esta historia, tenemos una mancha que le sigue persiguiendo. Cuando Leonard gritó, usted se hallaba fuera de la casa con la madre de la chica. ¿No es verdad?
–Es verdad.
–¿Qué hacía con la madre? No es una persona de su edad, no vive cerca de usted y obviamente no pasa cerca de donde trabaja. ¿De donde la coincidencia? –pregunta Linda, lo que molesta a Hermet.
–¿Eso qué tiene que ver con el caso?
–Aquí quien hace las preguntas, señor Moreno, soy yo. Responda o váyase al diablo. –El estoicismo de Linda y su cercanía a Hermet al decir eso, junto a su mano postrada en la mesa, intimida al sujeto, el cual suspira unos momentos y responde.
–Caddace era una imbécil. Solía molestar a muchachos de la cuadra cada vez que podía, algo que no podía importarme menos. No obstante, una vez se pasó de idiota y molestó a un primo mío el cual, aunque me duela admitirlo, me da lastima. Además, es la única familia cercana que tengo. Se llama Carlos. En ese entonces su madre, mi tía, quien era una persona mayor, sufría de artritis y estaba inmóvil en su cama, Carlos era el único que la cuidaba. Caddace y su bolita de diablos fueron hasta la casa de mi tía y la llenaron de huevo y papel higiénico mientras se burlaban de ella y mi primo. Todo porque la pobre parecía estar muerta en vida y mi primo es muy tímido, lo suficiente para atraer a gente imbécil –cuenta Hermet con un rostro serio, lleno de rabia, impresionados los presentes por ello.
–¿Usted tomó cartas en el asunto?
–¡Por supuesto! Fui a buscar a la malcriada. «Candy» le decían en casa, y cuando le conté a sus padres lo que pasó, el padrastro la defendió diciendo que era imposible que ella hiciera algo así. La madre no dijo nada, pero cuando la chica llegó, se acercó a ella y le dio una cachetada enfrente de mí. Luego, le exigió disculparse conmigo, sujeta del cabello con fuerza. El padrastro y yo estábamos paralizados ante eso, más cuando Caddace se disculpó de mala gana, para luego ser apaleada y repetir la acción con lágrimas en los ojos. Su madre la soltó y castigo, pidiendo ahora ella perdón, ofrecida su ayuda para lo que necesitara. Desde entonces, me volví cercano a ellos. Más de lo que me gustaría –expresa aquel, a lo que Linda le pone una mano en el hombro, amigable.
–Ha guardado el secreto seis años, Hermet. Esto no saldrá de aquí. Lo juro. –Con eso, la hiena continúa hablando.
–Ya la conocía. Agatha, la madre de Caddace, siempre fue una gacela hermosa. Me enamoré de ella cuando apenas llegó a la colonia con su pequeña hija malcriada. Debo admitir que tomé la oportunidad cuando la tuve enfrente. Marvin, su esposo, terminó divorciándose de ella y yo me acerqué más y más, pero eso sólo causó celos en su hija, la cual me coqueteó en más de una ocasión, cosa que rechacé porque era una menor y, además, ya sostenía una relación sexo-afectiva con su madre –revela Hermet, quien se notaba arrepentido.
–Eran amantes.
–Sí, y el día que Caddace murió, habíamos salido a fundirnos en las sabanas del Zeenu Bait donde ya trabajaba. Al regresar, escuchamos los gritos de Leonard, el amigo que siempre estaba con Caddace, sólo para descubrir el horrido cadáver de la joven hecho añicos, escuchados los gritos más desgarradores que podrías imaginar, emitidos por una madre a quien le rompieron el alma en mil pedazos. Pero, una parte de mí estaba contenta. Por fin la maldita mocosa malcriada ya no iba a molestar a nadie. –Lo revelado impresiona a Linda, la cual voltea hacia la pizarra, pues sabe que Albus también tiene su misma expresión, de lo cual te das cuenta. Parece que algo importante acaba de ser desvelado.