Tras dos horas de ver innumerables entrevistas y leer los registros de los testigos de todos los casos archivados, parece no haber ningún patrón o similitud en las víctimas. Al igual que los anteriores detectives, te encuentras entre la espada y la pared, incrédula de que todo sea tan extraño y ajeno. Lo único que une a todos es que eran bestias y se encontraban por completo a solas al momento de suceder el siniestro. Nada nuevo.
–¿Viste algo? –pregunta Pedro con comida en mano, cosa que pone al lado tuyo.
–¡Gracias, detective! No se hubiera molestado. ¿Cuánto le debo?
–¿Qué? ¡Nada, por supuesto! Te lo estoy invitando. Te has esforzado mucho y seguro aprendiste algo. ¿Qué fue? –cuestiona el mapache, lo que te hace suspirar y ver los documentos que estuviste examinando toda la noche.
–Todas las victimas no eran muy sociables que digamos. La mayoría eran solteros o personas que se quedaban solas mucho tiempo. Por ejemplo: Olivia Leaves era casada, pero solía pasársela mucho tiempo a solas en su estudio preparando sus clases o revisando exámenes. Su esposo tenía un horario contrastante al de ella. Roger Balenciaga, quien es el caso más reciente, era un chico bastante popular y conocido, pero vivía solo y dicen que nunca llevaba personas o amigos a su vivienda. Pero eso no me dice nada –expresas un poco decepcionada, a lo que Pedro suspira, igual de frustrado.
–Los mismos datos que todos sacamos. ¿Sabes? Fausto dijo que había otra cosa en común –acierta en decir el mapache, lo que llama tu atención.
–¿En serio? ¿Qué?
–No lo sé. No me lo dijo, pero destacó que parecía ser algo insignificante. –Justo en ese momento, el teléfono del detective suena, por lo que se levanta de inmediato. –Debo tomar esta llamada. Vendré pronto. –Pedro responde al dar unos pasos lejos de ti, sin que puedas alcanzar a escuchar algo de lo que dice al contestar.
En eso, luego de desayunar, notas que el comisario Keneth regresó, por lo que te pones de pie y decides ir a su oficina, pidiendo permiso antes de acceder, lo que se te da. Al entrar, el hombre sonríe, emocionado, a la par que se sienta tras su escritorio.
–¿Se quedó toda la noche? –cuestiona el hombre de piel oscura, incrédulo.
–El asesino no descansa, ¿o sí?
–No, por supuesto que no. Buenos días, Lector/a. ¿En qué puedo ayudarle?
–Fausto, el encargado más famoso del caso que hubo.
–Un gran detective –dice el hombre al voltear a tu derecha, visto que ahí hay un memoriam de varios oficiales, en donde destaca el nombre del difunto colega antes mencionado–. No tienes idea de lo mucho que se le extraña en esta unidad. ¿Qué necesita saber? –cuestiona en un tono más serio, como si le molestara que hables de Fausto.
–El detective Pedro me dijo que Fausto tenía una pista que consideraba poco útil o sin valor. ¿No sabe nada al respecto? –Keneth cerró los ojos y apretó el entrecejo. No parecía querer responder. El hombre se levantó de su asiento poniendo ambas manos en su escritorio y caminó hacia la ventana de la oficina, observada la ciudad de Asfalto desde ahí.
–Fausto era una persona perspicaz. Duró cuatro años buscando al asesino, y no fue hasta que me pidió tres días de vacaciones que falleció. Trabajó sin descanso cada día en esto. No dormía, no vacilaba y siempre estaba al pendiente de lo que hacía ese desgraciado. Bajó de peso, ganó ojeras y se volvió bastante huraño. Le aconsejé descansar más de una ocasión. Lo forcé a irse en un par de ocasiones, pero en lugar de irse a casa a dormir, continuaba por su cuenta buscando. Se obsesionó a un punto de no retorno. –Lo relatado te deja fría, mas no desistes en cuestionar lo sucedido.
–¿Por qué pediría el descanso entonces?
–No lo sé. De repente vino a decirme que necesitaba 3 días de descanso. Por supuesto que se los di. Luego de eso, lo encontraron en su departamento, asesinado. A veces creo que no debí dárselos –menciona arrepentido, notado que una pequeña lágrima cae de su rostro, cosa que apenas y puedes ver.
–Lo siento mucho. Regresaré a mis labores. –Antes de salir, escuchas la voz del comisario, cosa que te hace detenerte, sin mirar atrás.
–Fausto vivía en la avenida Galvani. Edificio 77, piso 8, departamento 822. Confío en ti, Lector/a. –Agradeces la información y te retiras del lugar un tanto perturbada y extrañada.
Presientes que el comisario te estaba invitando a investigar más sobre Fausto, mas no entiendes el porqué.
Al momento de llegar a tu escritorio, ves que Pedro está ya preparándose para irse, pues el nuevo turno está a punto de comenzar.
–¿Piensas doblar? –pregunta el mapache, a lo que sonríes un poco.
–No, en realidad pienso seguir trabajando por mi cuenta. Avisaré a Albus y continuaré.
–Mucha suerte –anuncia Pedro y pasa a retirarse, no sin antes darte unas palmadas en el hombro.
Al arribar, Albus nota de inmediato que no te has ido, cosa que le molesta bastante, mas luego se tranquiliza y se acerca a ti con Linda.
–Parece que es más testaruda de lo que creí –menciona Albus, un tanto desanimado.
–Detective, pido permiso para hacer una pequeña investigación de uno de los siniestros relacionados al caso.
–¿Cuál de todos? –pregunta Linda, a lo que decides mentir.
–Olivia Leaves. Era una maestra. Quiero asegurarme de unas cosas. Su material está intacto aquí en el archivo si gusta verlo. Quiero interrogar un poco más al esposo –escusas, cosa que el lobo no termina de creerte al tomar el archivo, pero suspira de decepción y lo aprueba.
–Quiero un informe mañana a primera hora. Puede irse a dormir antes si lo desea. –Con ello, ambos salen de la oficina primero, se suben al auto y van a su objetivo planteado el día anterior, mientras tu te embarcas a la avenida Galvani.
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