Experimento A #1

Capítulo 4

comedor

Leah

Por lo general, Leah necesitaba pastillas para dormir.

Después de haber pasado casi toda su vida en la calle, con Summer de nueve meses y ella con solo nueve años recién cumplidos, nunca había tenido el lujo de relajarse. Dormir significaba bajar la guardia, y cuando eres solo un par de niñas sin nadie que te proteja, eso no era una opción. Su cuerpo se había acostumbrado al modo de supervivencia nocturna, a mantenerse alerta incluso cuando el agotamiento se volvía insoportable.

Sus pensamientos volaron hacia Summer. ¿Estaría bien? ¿Asustada? ¿Ansiosa? No sabía qué hora era, pero suponía que aún no era medianoche. El pecho se le oprimió con una sensación de inquietud que no podía sacudirse.

—Leah… —la voz de Evan la sacó bruscamente de sus pensamientos.

Ella dio un respingo, girándose apenas hacia él.

—Oye, ¿estás bien?

Asintió sin mirarlo, una pequeña mentira que sabía que él no se tragaría. Pero no podía decirle la verdad. No podía decirle que su estómago aún dolía por la patada de Anastasia o que su cabeza palpitaba por la forma en que Sebastián la había sujetado del cabello. Así que simplemente mantuvo la vista fija en el suelo, con la mejilla apoyada sobre sus rodillas.

—No parece que lo estés —intervino Ezra.

Axel le lanzó una mirada fulminante, la misma que Leah solía darle a Summer cuando decía algo fuera de lugar. Ezra bufó, alzando las manos en señal de rendición.

—Vale, lo entiendo, lo siento, Leah. ¿Necesitas algo?

Ella negó con la cabeza. No necesitaba nada… al menos, nada que pudieran darle en ese momento.

El silencio se extendió entre ellos, interrumpido solo por el parpadeo de la vela. Lentamente, Leah se acomodó para parecer dormida, esperando que los chicos dejaran de prestarle atención. Funcionó, porque poco después comenzaron a hablar entre ellos, pero sus voces no hicieron más que revolver el torbellino en su mente.

—¿Crees que está bien? —preguntó Ezra en voz baja.

—Pasó de estar bien a… de repente parecer como si le hubieran drenado toda la energía —añadió, pensativo—. Tal vez se le acabó la batería social… a Axel siempre le pasa… ¡Auch! ¡Eso no fue muy lindo de tu parte, nene!

Axel acababa de darle un codazo, probablemente para hacerlo callar.

Evan no respondió de inmediato.

—No lo sé… —murmuró finalmente.

—Fue algo que tú dijiste —insistió Ezra.

—¿Me estás echando la culpa?

—Puede ser…

—Tal vez por algo que tú dijiste.

—¿Yo? —Ezra jadeó con fingida indignación—. ¡Yo no discutí con ella! Si fuera tú…

Se interrumpió abruptamente.

El sonido de la puerta al abrirse y el eco de unos tacones resonando en el suelo de piedra hicieron que todos contuvieran el aliento.

El cuerpo entero de Leah se tensó.

Se incorporó rápidamente, su cuerpo tenso ante la posibilidad de que fuera la directora. Sin embargo, al ver a la señorita Elena, su respiración se alivió un poco… aunque la expresión de la mujer no indicaba precisamente buenas noticias.

—¿Puedes explicarme por qué estás aquí de nuevo? —comenzó, su tono firme pero no carente de cansancio. Antes de que Leah pudiera responder, un gesto suyo la hizo callar.

La señorita Elena, era la enfermera del internado. Suspiró y luego giró su atención hacia los otros dos ocupantes del sótano.

—¿Y ustedes dos, otra vez?

Axel se sobresaltó, y su rostro adquirió un leve tinte rojizo. Ezra, en cambio, la miró con diversión, completamente relajado.

—Qué te puedo decir, Axel es una constante amenaza para mi cordura —respondió con una sonrisa ladina.

—Ya claro —murmuró la mujer, sacando un papel de su bolsillo junto con una pequeña bolsa—. No tengo mucho tiempo. A ver, Ezra… ¿dos pastillas? ¿Tanto? ¿Cuándo te aumentaron la dosis?

La sorpresa en su voz no pasó desapercibida, pero Ezra solo se encogió de hombros antes de tragar ambas pastillas de un solo trago.

—Si no, no me dejará sedado, señorita Elena —explicó con naturalidad, como si no fuera nada alarmante.

Elena apretó los labios en desaprobación, pero no dijo nada más.

—Axel y Evan, una cada uno —indicó, entregándoles las suyas. Axel tomó la suya primero y bebió un sorbo de agua, sin protestar.

Antes de que la llamaran por su nombre, Leah se puso de pie y tomó su medicación. Tragó la pastilla sin pensarlo demasiado, deseando que hiciera efecto pronto.

Ezra fue el primero en quedarse dormido. Su cabeza descansaba en el regazo de Axel, quien, sin pensarlo demasiado, le acariciaba el cabello con movimientos lentos y pausados. Fue un gesto tan natural entre ellos que. Axel tampoco tardó mucho en seguirlo al mundo de los sueños, dejando la habitación sumida en un silencio extraño y pesado.

Evan, sin embargo, no parecía tener intención de dormir. Estaba sentado con la espalda contra la pared, sus ojos grises fijos en algún punto indeterminado del suelo. Había algo inquietante en su postura: esa calma aparente que escondía algo más profundo, una rigidez que delataba que su mente no estaba en paz.




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