Feliz cumpleaños Summer
Leah
Tan rápido como llegó, el rumor sobre la pelea también se desvaneció. Sin embargo, aún quedaban murmullos dispersos cada vez que alguien veía los moretones violáceos en el cuello de Leah, marcados con la furia de aquella noche.
La señorita Elena la revisó nuevamente antes de dormir, asegurándose de que no tuviera una contusión o que su dolor de garganta no empeorara. Estaba más callada de lo normal, aunque Leah no le dio demasiada importancia; quizá estaba conmocionada por todo lo ocurrido. Cuando le preguntó sobre la chica que la había atacado, la mujer evitó responder, cambiando rápidamente de tema.
Summer, por su parte, seguía algo afectada por lo sucedido, pero una chispa de emoción iluminaba su rostro. Era viernes, lo que significaba que hoy podría ver al oficial, y mañana sería su cumpleaños.
De la mano de Axel, avanzaba a saltitos por el pasillo que conducía al patio. Con la llegada del verano, tenían más tiempo de patio, una medida desesperada del internado para evitar que el encierro terminara volviéndolos aún más locos. Axel se había convertido rápidamente en su nuevo favorito, ocupando el lugar que antes pertenecía a Evan.
Mientras Summer hablaba sin cesar sobre su cumpleaños, Leah recordó algo: siempre había querido un pastel. Nunca antes habían probado uno, ni tampoco helado. Esas eran cosas que estaban fuera de su alcance cuando vivían en la calle con el dinero justo para sobrevivir. Y en el internado, esas delicias tampoco formaban parte del menú.
Sin embargo, en el internado, lo más cercano a un pastel era un cupcake seco y quemado que repartían a los más pequeños en ocasiones especiales. Summer mencionó que también quería un vestido de princesa con una tiara, aunque ambas sabían que era un deseo imposible. Nada entraba desde afuera para los huérfanos. Pero aun así, su hermana estaba convencida de que el oficial podría concederle su deseo.
Leah la regañó, advirtiéndole que no podía hablarle sobre su cumpleaños, pero Summer solo sonrió con esa inocente terquedad que siempre significaba que ya tenía un plan en mente. Sin embargo, no insistió en el vestido ni en la tiara; en cambio, expresó otro deseo más sencillo, pero que la hacía igual de feliz: quería recibir una tarjeta de cada uno de ellos.
Ezra, Axel y Evan asintieron sin pensarlo demasiado, siguiéndole la conversación cuando encontraban la oportunidad. Leah, por su parte, intentaba mantenerse al margen, pero un cosquilleo inquietante se instaló en su pecho cuando Evan, que estaba a su lado, soltó una risa por algo que había dicho Summer.
Dios… él simplemente era lindo.
Después del miércoles, después de abrirse a él como no lo había hecho con nadie, Leah sentía que podía confiar en Evan de una forma distinta. Y con esa confianza, por fin lo veía con otros ojos, con los ojos que había intentado ignorar desde el día en que lo conoció.
Su cabello negro, largo hasta las orejas, era suave. Sus ojos grises, que hasta ahora nunca se había detenido a analizar, eran distintos a cualquier otro par que hubiera visto. Si los miraba el tiempo suficiente, podía distinguir pequeñas motas amarillas en ellos, como si en el fondo de esa tormenta se escondiera el sol.
Era alto, mucho más alto que ella, y sus brazos fornidos habrían sido intimidantes en cualquier otra circunstancia. Pero por primera vez en mucho tiempo, Leah no sentía miedo ante alguien más grande y fuerte que ella.
No con Evan.
Joder… se lo estaba comiendo con la mirada sin siquiera disimular.
Sacudió la cabeza, tratando de disipar el rubor de sus mejillas antes de que alguien lo notara.
—¿Por qué estás roja, Leah Beah?
El comentario de Summer hizo que todos se detuvieran y fijaran la mirada en ella.
Oh, gracias, Summer.
—No es nada, solo hace calor —respondió rápidamente, abanicándose con la mano para reforzar su excusa.
Hizo énfasis en el blazer negro que aún llevaba puesto, aunque los chicos se lo habían quitado hacía mucho tiempo junto con la corbata que ahora colgaba floja en sus cuello. Para ella, seguir llevándolo no era una cuestión de comodidad, sino de necesidad: ayudaba a cubrir el moretón en su cuello, y si acomodaba bien su cabello, apenas era visible.
Summer frunció el ceño, claramente no convencida, pero Leah apenas prestó atención. Sus ojos estaban fijos en Evan, que la miraba con una media sonrisa.
Como si supiera lo que estaba pasando.
Joder…
Estaban a punto de retomar su camino cuando un movimiento en la oficina de la directora captó su atención. Sin necesidad de palabras, intercambiaron miradas entre ellos, tensándose al instante. La puerta se abrió, y todos contuvieron la respiración, solo relajándose cuando reconocieron al oficial Daniel saliendo junto a la directora.
Pero el alivio de Leah duró poco.
—¡Leah! —La voz de la directora la hizo dar un respingo. La mujer tenía una sonrisa tensa en sus labios rojos y se ajustaba el cabello rubio, recogido en una coleta alta—. Eres justo la chica que estaba buscando.
—¿Y-yo? —preguntó, parpadeando con confusión.
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Editado: 24.04.2025