Experimento A #1

Capítulo 13

habitación de Evan

Evan

Esto no podía estar pasando.

Aún en shock, Evan sentía que su mente funcionaba en cámara lenta, como si estuviera atrapado en una pesadilla de la que no podía despertar.

Horas habían pasado desde el incidente, pero el tiempo parecía haberse detenido. Todo a su alrededor se sentía distante, amortiguado por el peso del horror.

Era la misma sensación que tuvo cuando le dijeron que su propio tío había matado a su madre. Cuando le habían dicho que él fue el culpable de que los frenos no sirvieran. Había pasado dos días llorando, incapaz de aceptar que alguien a quien conocía, alguien con su sangre, había sido capaz de hacer algo tan cruel.

Podía entender cómo se sentía Leah.

Ella seguía inconsciente en la cama de la enfermería, su rostro pálido y su respiración tranquila, demasiado tranquila. El calmante que la señorita Elena le había inyectado era fuerte, lo suficiente para que su cuerpo agotado se rindiera al sueño. No podía imaginar qué pasaría cuando despertara y la realidad la golpeara de nuevo.

El compañero de Daniel se movía por la habitación de Summer y Leah con expresión tensa, tomando notas y examinando cada detalle, como si aún quedara algo que pudiera hacer.

En cambio, Daniel… Daniel apenas había podido mirar el cuerpo de Summer cuando la sacaron de la camilla. Había permanecido inmóvil en el pasillo, con los puños apretados y la mirada clavada en el suelo, como si contener las lágrimas fuera una cuestión de vida o muerte.

Evan recordó cómo tuvieron que limpiar las manos de Leah con suficiente alcohol hasta que la sangre desapareció por completo. No quería imaginar qué pasaría si despertaba y aún las veía manchadas. Su uniforme también seguía muy manchado.

Joder, Summer.

El dolor volvió a apretarle el pecho, y sus ojos ardieron con la amenaza de nuevas lágrimas. Era imposible de aceptar. Todos sabían que aquello no había sido un accidente. Nadie, absolutamente nadie, podía creer que una niña como Summer hubiera tomado un cuchillo y se lo hubiera clavado en el pecho.

Era un asesinato.

Y lo peor de todo era que el internado estaba detrás de esto.

El oficial Daniel estaba furioso, aunque lo ocultara detrás de su expresión rígida. Evan no tenía dudas de que la directora estaba temblando. No porque le importara Summer. No porque le doliera la pérdida.

Sino porque los reflectores estaban sobre ella.

Porque ahora tendría que responder.

Porque, por primera vez, no podría esconder lo que realmente ocurría en ese maldito lugar.

Evan sorbió por la nariz y trató de enfocarse en otra cosa.

No podía permitirse caer, no cuando Leah lo necesitaría más que nunca al despertar. Pero el peso de la realidad lo aplastaba, y la imagen de Summer, su sonrisa, su risa, su voz llena de vida, se había grabado en su piel como una cicatriz que jamás desaparecería.

Axel y Ezra estaban igual de destrozados. Sentados en una de las camillas de la enfermería, Axel tenía la cara enterrada en las piernas de Ezra, su cuerpo temblando por el llanto incontrolable. Ezra, en cambio, había dejado de llorar hacía rato. Solo miraba el cabello rubio de su novio, pasando los dedos con suavidad entre los mechones, suspirando cada tanto.

Cuando Evan le había leído los labios antes, Ezra le había confesado que veía a Summer como una hermana. Que después de mucho había podido dar el paso que le faltaba. Pero había sido tarde y por eso estaba tan devastado.

Un movimiento en la camilla de Leah lo sacó de sus pensamientos.

Ella se removió, su respiración agitándose. Poco a poco, abrió los ojos y se incorporó lentamente, pero algo en ella estaba… ausente.

Su mirada recorrió la habitación con el ceño fruncido, hasta que finalmente encontró a Evan. Luego a Ezra. Y de nuevo a él.

—¿Dónde está Summer? —preguntó, con la voz ronca y quebradiza—. Fue una pesadilla, ¿verdad? Ella está bien, ¿verdad?

Evan sintió que el mundo se le caía encima.

Los ojos de Leah, llenos de súplica, lo perforaban con desesperación. Pero antes de que pudiera decir algo, el entendimiento pareció golpearla como una ola violenta.

Su rostro se desmoronó. Su cuerpo se estremeció. Y de pronto, se rompió en llanto.

Un sollozo desgarrador escapó de su garganta mientras su pecho subía y bajaba en busca de aire. Evan reaccionó al instante y la rodeó con los brazos, aferrándola con fuerza, como si pudiera recomponer todos esos pedazos rotos que caían de ella.

Leah se apretó contra él, hundiendo el rostro en su pecho. Se sentía en cada sollozo, en cada temblor de su cuerpo, en cada susurro ahogado de su nombre.

—¿Dónde está Daniel? —su voz apenas un hilo de sonido entre el llanto—. Quiero verlo.

Ezra tragó saliva con dificultad. Sus ojos, que habían permanecido secos hasta ahora, se llenaron de lágrimas otra vez.

—Él está… —su voz tembló, y tuvo que hacer una pausa para recuperar la compostura— …terminando los trámites.




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