archivero
Leah
El silencio en la habitación pesaba sobre ellos, roto solo por la respiración lenta de ambos. Evan estaba recostado, su mano enredada en sus rizos, masajeando su cuero cabelludo con un ritmo lento y relajante. Leah se acurrucó más contra su pecho, sintiendo el calor reconfortante de su cuerpo.
—¿En qué piensas? —preguntó ella, dibujando círculos perezosos sobre su pecho.
Evan tardó en responder.
—¿Qué pasará después de que te vayas con Daniel?
Leah sintió que su cuerpo se tensaba. Su mano se detuvo a mitad de un círculo.
—No importa lo que pase, todo estará bien —respondió, con una seguridad que no sentía del todo.
Evan bajó la mirada hacia ella.
—¿Y si no?
Ella tragó saliva, pero no apartó la vista.
—Entonces luchamos para que sea así.
Evan sonrió levemente y le acarició el rostro, su pulgar delineando con suavidad la marca rojiza en su mejilla. Leah entrecerró los ojos, disfrutando del contacto.
—Si pudieras estar en cualquier otro lugar ahora mismo, ¿dónde estarías? —preguntó de repente.
Leah pestañeó, ladeando la cabeza mientras lo pensaba.
—¿Qué es esa pregunta?--rio
Este se encogió de hombros
–Solo se me ocurrió.
—Supongo que en una playa.
Evan arqueó una ceja.
—¿En serio? No te imaginaba como alguien de playa.
—¿Y cómo me imaginabas?
—No sé… más de montaña.
Leah rodó los ojos.
—No me gustan las alturas, pero una playa… no sé, siempre me ha parecido un lugar tranquilo.
Evan inclinó la cabeza, estudiándola.
—¿Eres más de las que se quedan en la orilla o de las que se sumergen hasta el fondo?
Leah se burló con sarcasmo.
—¿Bromeas? Nací para nadar.
Evan le sostuvo la mirada con incredulidad.
—No sabes nadar.
Leah desvió la mirada con una mueca.
—Ni un poquito…
Evan soltó una risa baja
—Déjame ver si entiendo… ¿Quieres ir a la playa pero no sabes nadar?
—Exacto. Además era algo que quería hacer con…Summer–su voz se rompe momentáneamente y las lágrimas bajan, Evan limpio cada lagrima—Nunca fuimos a una.
—Cuando salgamos de aquí te llevaré a una, lo prometo.
—Trato hecho–sonrió viéndolo, tratando de disipar las lágrimas
—Soy un desastre.
—Pero un desastre adorable.
—Eres insoportable.
Leah sonrió y cerró los ojos, disfrutando de la sensación de estar allí, con él.
El ambiente entre Evan y Leah se había vuelto más íntimo, casi frágil. Se miraban en la penumbra, compartiendo un momento que parecía sacado de otro mundo, lejos de todo lo que los rodeaba. Sus labios se encontraron en un beso suave, que pronto adoptó un ritmo más rápido, más desesperado, como si el tiempo se hubiera detenido para ellos.
Y, por supuesto, era demasiado bueno para durar.
La puerta se abrió de golpe, chocando contra la pared con un sonido seco que rompió el momento en mil pedazos.
—¡A ver, tortolitos, manos donde podamos verlas! —soltó Ezra con una sonrisa burlona mientras se apoyaba en el marco de la puerta, los brazos cruzados con desfachatez.
Evan rodó los ojos y Leah dejó escapar un suspiro exasperado, apartándose de él con fastidio y enterrando su cara en su pecho.
—¿Alguna vez has pensado en tocar antes de entrar? —gruñó Evan.
—Oh, lo pensé, pero luego me di cuenta de que era más divertido no hacerlo —respondió Ezra con total descaro.
—¿Cómo entraron?--pregunto Leah sentándose en la cama arreglándose el pelo.
–El pasillo está desolado–respondió simple Axel entrando a la habitación. Ezra cerró la puerta para adentrarse.
—Escuchen —dijo Axel—. Nos enteramos de algo importante.
—¿Algo importante o solo otra de las ideas estúpidas de Ezra? —preguntó Evan, arqueando una ceja con escepticismo.
—Oye, mis ideas no son estúpidas —intervino Ezra, ofendido—. Son innovadoras.
—Sí, claro, como cuando dijiste que sabotear las cámaras poniéndoles cinta negra era una buena idea. Para que al final ni siquiera pegara a la maldita pared —soltó Evan con sarcasmo.
—¡No fue mi culpa que la cinta fuera de mala calidad!
—¡Era cinta adhesiva normal, Ezra!
—¡Exacto! ¡De mala calidad!
Axel cerró los ojos un segundo y respiró hondo, como si intentara reunir la paciencia de un santo. Luego los miró con severidad.
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Editado: 24.04.2025