primer piso
Evan
Una alarma estridente resonó en los altavoces del internado, sacudiéndolos del sueño de golpe. Al mismo tiempo, el golpeteo insistente del supervisor en la puerta hizo que Evan se removiera con fastidio, sintiendo cómo Leah se tensaba ligeramente contra su pecho.
—Todos los alumnos deben presentarse en el patio de inmediato —anunció una voz mecánica—. Repito, todos los alumnos deben presentarse en el patio.
Leah parpadeó varias veces antes de incorporarse, su cabello desordenado cayendo sobre su rostro.
—¿Qué demonios…?
Axel y Ezra también comenzaron a moverse lentamente al pie de la cama. Evan apenas los había notado ahí hasta ese momento; parecían haberse acurrucado como gatos en la madrugada y ahora tenían un aspecto tan desastroso como él se sentía.
—Esto no estaba en el horario de hoy —gruñó Axel con el ceño fruncido, frotándose los ojos.
—¿No se supone que deberíamos desayunar antes? —murmuró Evan, pasándose una mano por el cabello en un intento de despejarse.
Ezra, con la cabeza aún apoyada en el colchón, soltó un gemido de protesta.
—¿Podemos fingir que no escuchamos y seguir durmiendo?
Leah bufó mientras se ponía de pie y se estiraba.
—Claro, si quieres que te saquen de la cama a rastras.
Ezra suspiró dramáticamente y rodó sobre su espalda.
—Bueno, depende… ¿Quién sería el encargado de sacarme? Porque si es el supervisor de la puerta de al lado, alto y musculoso, podría hacer un esfuerzo y no resistirme demasiado.
Axel le lanzó una almohada a la cara.
—Cierra la boca y muévete.
–Aww, me encanta el Ax celoso.
–¡Muévete!
Evan resopló y comenzó a buscar su blazer. Mientras se la ponía, Leah, con una sonrisa burlona, los observó a todos en la habitación y comentó:
—Apuesto que les encantaría ver cómo cuatro personas se quedaron en la misma habitación.
Axel la fulminó con la mirada.
—Genial. Justo lo que nos falta, un escándalo de dormitorio.
Evan suspiró, anticipando los rumores que probablemente se esparcirían más rápido que cualquier noticia importante. Pero no había tiempo para preocuparse por eso ahora.
—Vamos antes de que el supervisor tire la puerta abajo.
Primero salieron Ezra y Axel, asegurándose de que la situación afuera no representara un peligro inmediato. No había mucho de qué preocuparse: el internado era un caos. Nadie notaría a Leah entre la avalancha de estudiantes que descendían apresurados por las escaleras. El orden y la supervisión parecían haberse esfumado por completo.
Evan, Leah, Axel y Ezra se deslizaron entre la multitud hasta llegar al patio central, donde la mayoría de los alumnos ya estaban reunidos.
El aire matutino era frío y el sol apenas comenzaba a asomar en el horizonte. Evan notó cómo Leah se estremecía a su lado, frotándose las manos para darse calor. Sin pensarlo mucho, se quitó el blazer y se lo colocó sobre los hombros.
—Gracias… —susurró ella, con sus ojos azules brillando bajo la tenue luz de la mañana. Se lo acomodó, pero le quedaba enorme.
Evan soltó una risa y, con cuidado, dobló las mangas para que no le arrastraran.
—Ahora pareces un duende perdido en un saco de papas —bromeó.
Ezra, puso una expresión exagerada de disgusto.
—Dios, qué asco. Son una pareja tan melosa que me sube el azúcar solo de verlos.
Axel, a su lado, rodó los ojos con diversión.
Evan arqueó una ceja y miró a Ezra con una sonrisa burlona.
—No es mi culpa que tú y Axel sean emocionalmente reprimidos —soltó con fingida inocencia, mientras acomodaba mejor el blazer sobre los hombros de Leah.
Ezra abrió la boca, indignado, pero Axel lo interrumpió con una mirada de advertencia.
—No lo alientes —murmuró Axel, cruzándose de brazos.
—¿Alentar qué? ¿La verdad? —Evan se encogió de hombros con una sonrisa arrogante—. Si a Ezra le cuesta tanto ser cariñoso, no es mi problema.
—¡No me cuesta! —Ezra protestó, frunciendo el ceño—. Solo que no voy por ahí actuando como un protagonista de novela romántica barata.
—Ajáááááá… —Evan alargó la palabra con obvia incredulidad—. Claro, porque te veo todo el tiempo derrochando afecto.
Axel dejó escapar una risa baja, casi imperceptible, pero suficiente para que Ezra le dirigiera una mirada de traición.
—¡Tú también! —exclamó, señalándolo—. Se supone que estamos del mismo lado.
—Yo no dije nada —se defendió Axel, pero la curva en la comisura de sus labios delataba su diversión.
Evan sonrió con autosuficiencia, cruzando los brazos.
—Bueno, cuando quieras consejos sobre cómo no actuar como un robot emocional, dime.
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Editado: 24.04.2025