Experimento Auroa 1: Dualidad

Una Encomienda Celestial 1.

La luz del amanecer penetraba en la habitación a través de las ventanas a la derecha del cuarto. Iluminando el hermoso piso de madera de abedul y las limpias y blanca paredes. Ubicada junto a la pared opuesta a la puerta y de forma centrada se encontraba una cama muy grande como para ser usada por una sola persona.

Esta se encontraba toda distendida y desordenada, la ropa que debía guardarse en el placar de la pared izquierda se encontraba tirada por el piso haciendo un recorrido entre la cama y dicho placar.

Luego de que pasara un tiempo la luz del día alcanzo la cama y por consecuencia a quien se encontraba durmiendo en ella.

Ignorando la defensa que hice con las sabanas la molesta luz del día me obligo a levantarme. Corrí todas las sabanas que estorbaban y me levante, deje salir un gran bostezo mientras estiraba mis brazos y acto seguido comencé a rascarme a los costados de la gran cicatriz que recorría desde mi ombligo hasta la altura de mis tetillas, la cicatriz era parecida a las que te dejan después de una operación de corazón. En mi espalda también tengo un montón de cicatrices, pero estás son más pequeñas y no molestan tanto.

De mala gana decidí dejar la comodidad de mi cama –Como se nota que está por comenzar el invierno- Me dije a mi mismo mientras observaba el cielo nublado y gris.

Tome rumbo hacia el camino de ropa que tenía a un costado de la cama, como duermo en bóxer busque un pantalón y una remera. Una vez encontrados me vestí y cambié mi destino hacia la puerta del baño que estaba a unos centímetros del placar.

Una vez dentro me mire al espejo unos segundos, me molestaba ver mi pelo negro despeinado, aunque más me molestaba ver el mecho de pelo blanco que se encontraba a la altura de mi ojo izquierdo producto de aquel tonto experimento. Sin más remedio tomé un peine e hice lo posible para arreglar ese desastre sobre mi cabeza.

Salí del cuarto y todavía sentía frio, me quejaría, pero amo demasiado al invierno como para hacerlo así que solamente deje salir un suspiro y me dirigí al placar –Debe estar por aquí. Es lo único que no cambie de lugar- Estaba buscando un buzo negro para colocarme.

-Perfecto- Una vez que lo encontré me lo puse y salí de mi cuarto.

Antes de abrir la puerta hacia el living y cocina recordé el desastre que me esperaba del otro lado, estaba estresado y no tenía ganas suficientes como para lidiar con eso, pero aun así tenía que hacerlo; solté otro suspiro y abrí la puerta.

Cruzando al otro lado me topé con un ambiente muy desagradable. Toda mi cocina estaba hecha un desastre, los elementos de cocina estaban todos sucios, el piso y la mesada estaban llenos de resto de harina, helado, aceite, carne entre otras cosas y el horno, microondas y heladera estaban llenos de mezclas extrañas que ya no podían ser llamadas comida.

Me asegure de poner una obvia cara de odio, pero el causante de esto la ignoro completamente.

En medio de mi cocina se encontraba flotando un chico más bajo que yo y haciendo levitar varios ingredientes de cocina que los mezclaba para luego probarlos.

-Podrías dejar de hacer eso de una vez- Dije intentando contener mi furia.

Muy sorprendido el chico se dio media vuelta como si estuviera bajo el agua, solo que esta vez era en medio del aire -Oh eres tú. Tienes que probar todas estas muestras que estuve haciendo- Me tomo de la mano e intento acercarme a esas masas con olor horrible, pero hice que me soltara antes de que me moviera siquiera un paso de donde me encontraba.

-También me estuve preguntando porque te metiste a ese cuarto durante tantas horas, iba a entrar a revisar, pero no quería molestar- Dijo el chico lleno de energía.

Claramente él no entendía cosas obvias, me percate de eso cuando apareció de la nada en mi casa hace 4 días. Pero no espere que gastara su tiempo convirtiendo mi casa en un desastre, así que comencé a explicarle.

-Hiciste lo correcto en no molestarme. Pero por si no sabías hay más de una forma de molestar a alguien-

Con total ingenuidad me respondió -¿En serio? Entonces necesito que me las digas, no quiero serte una molestia mientras me ayudas-

Primero que nada –No acepte ayudarte. Y segundo haciendo esto que acabas de hacer es un claro ejemplo de molestar a alguien-

La cara de sorpresa que puso al escuchar eso era semejante a la que una persona tiene cuando le informan que falleció alguien cercano.

-Lo siento muchísimo, no lo sabía. En serio perdón-

Puse una cara de desagrado –Blagh- Pienso que este maldito no tiene remedio.

El chico se encontraba vestido con una remera blanca y un chaleco rojo. Yo lo tome desde una punta del chaleco y lo corrí para que me dejara acercarme a mi mesada. Entre el desastre de cosas que había busque lo que necesitaba para prepararme un café al tiempo que él seguía disculpándose. Estaba intentando ignorar todo lo que decía hasta que dijo algo que me llamo la atención.

-Aun así vas a ayudarme ¿Verdad?-

Detuve lo que estaba haciendo para ser muy claro al momento de responderle. Lo mire fijamente con mis ojos violeta y él me devolvió la mirada con sus ojos semejantes a un cielo estrellado.

-Yo jamás acepte ayudarte ¿Te quedo claro? J A M A S-

-Por favor te ruego que me ayudes- Suplico mientras se colocaba en una posición parecida a la de rezar, aunque estaba en medio del aire -Necesito encontrar a mis hermanos, y ellos necesitan que los encuentre. O cosas feas podrían pasar-

-Sí, si claro- Respondí con indiferencia –Existen tantas otras personas en esta ciudad. Si necesitas ayuda ve a buscar a alguien más- Continúe preparando mi café.

-Ni yo lo entiendo, pero si aparecí frente tuyo es por algo. Necesito que tú me ayudes…- Hubo un momento de silencio -…Yo puedo ayudarte con tu venganza si tú me ayudas-

En ese instante, al escuchar esas palabras, me quede congelado. Hace tiempo jure vengarme de todo el clan Ashford, vengarme de mi familia. Cada día que pasaba yo iba dándole lentamente forma a lo que haría, y dentro de poco comenzaría.




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