Experimento "Muerte"

Acto seis. Hechos que acontecen.

Todo    el    mundo    está    loco…¿Es nuestro fin?......................... ¿O son solo una parva de insanos?

 

 

Hasta ahora, lo que ocurría en el barrio era contundente. Se fueron propagando con más frecuencia los sucesos y asesinatos, o accidentes. Pero la población no parecía disminuir. Incluso logré ver al hombre que fuera atropellado anteriormente por un camión. Aunque, algo no estaba bien. Se encontraba caminando por la calle como si no hubiera ocurrido ningún problema. Su fisonomía estaba completa. Creí que había fallecido, aunque debo confesar que me equivoqué. Sin embargo era muy insólito verlo así. Puede que el shock del momento me haya configurado una mala pasada a mi cerebro a la hora de procesar la información.

De todas formas no podía discutir que los hechos de violencia no se estuvieran realizando con frecuencia. Pronto me tomé mi cabeza con ambas manos. Era como fue antiguamente. Las voces.

-     “ ”…..

  • ¡¡Ey!!, ¡¡Tú!! ¿No ves que todo es muy confuso?
  • Si, ¿No lo ves?
  • ¿Quiénes son ustedes?..¿Otra vez?
  • ¿No lo ves.? ¿No?, ¿Estás ciego..o estás muerto?, Y no quieres saber que las calles permanecen llenas de los otros, que contaminan a los que están.
  • ¿A qué se refieren?
  • Dile a tu amiga que te diga la verdad….

No les presté atención a lo que me estaban expresando.

  • ¡¡Déjenme en paz!! – Me golpeé la cabeza con ambas manos varias veces.

Salí disparado hasta la esquina de la otra casa a la mía, y en el medio pasé por la casa abandonada del taller de la familia de Mei. Era un domingo muy desapacible. Y no creí que las voces, volvieran. Fue allí que me crucé con mi hermano, pero parecía que no me vió, y decidí ir hacia él, y justo crucé a Ricardo.

  • ¡Octavio! ¿Qué haces un domingo? Deberías estar en tu casa descansando.
  • Ricardo, solo salgo a quebrar el tiempo.
  • ¿Pareces agitado?
  • Solo un poco, no tiene importancia.
  • Bueno, es común, luego de tanto tiempo allí metido como un ratón, es normal que te sientas así.
  • Oye, noto muchas cosas extrañas en el barrio. Aunque no recuerdo que fuera tan lúgubre todo.
  • El barrio siempre fue así de desdichado. Esa inquebrantable personalidad de toda la gente que lo habita, no es una novedad.
  • Supongo que sí. Espero que las nubes alguna vez dejen salir un poco más el sol. Hasta el momento, siempre los días florecen que con lluvias y un cielo grisáceo. El viento es irascible, como la temperatura.
  • Descuida, habrá que esperar el cambio de estación. Pero bueno no quiero mantenerte aquí en tu día libre, y debo continuar mis tareas.
  • ¿trabajando?
  • ¡¡Estemm!!…Pues sí..Debo irme – Dijo – ¡No vemos luego en otro momento!.

-

  • Adiós. - Devolví el saludo con cierta mirada perpleja por su forma de actuar.

Seguí caminando, pensando que podría encontrar a mi hermano, sin embargo, había desaparecido a una velocidad en la distracción de la plática con Ricardo. Y continúe mi rumbo. Generé una idea de Mei, de todo lo que nos habíamos comunicado. Y lo que me fue narrando. Era tan distinta a esa funesta personalidad que exponía habitualmente. Lo que no podía evitar, era el luctuoso sentimiento que me producía como si fuera difícil estar cerca de ella. La siniestralidad, y otro sentimiento que volvía en mi memoria, basado en un compañerismo nato y afectivo.

Soy un empedernido idealizador, pero a Mei, la formé conforme los conceptos que fui recogiendo de las habladurías, y de lo que ella me expresó, narrando su pasado. Lo intrigante fue que se haya abierto a un Octavio, que no conoce, pero que lo tiene presente. Eso podría considerarse buena suerte, pues nadie en la vida se había fijado en mí persona, incluso mi familia, que actúan desde que supieron mi enfermedad como si en su lecho existiera un paria, que carece de merecer en el mundo de los vivos. Y me atrevo a manifestar con verdad en mis palabras que se escapan de mi cerebro que debe haber muchos parias como lo soy yo. Ese es mi motivo por el que cada día salgo de mi casa, y expresó mi investigación caminando por doquier.

Desde que regresé del hospicio solo veo rostros, que parecen inhumanos a la verdad de lo que somos realmente. Tal vez debería salir de éste barrio iluso, y ver los siguientes horizontes de la ciudad, para darme cuenta de ello.

  • ¿Me podría ir a tomar un café en principio….? Eso no sería nada malo. Aún el día comienza. Hubiera preferido que viniera Ricardo, pero estaba con sus dificultades, y no soy quién, para causarle problemas.

Direccioné mi trayecto nuevamente hacia otra calle, y di la vuelta en una avenida. No existía recorrido de autos en el tránsito. Posiblemente fuera porque es domingo. El Café-Bar matutino, estaba abierto, así que fui a sentarme unos momentos allí. Al ingresar, el lugar estaba vacío. Claro, es domingo. Un hombre de unos veintiséis años se me acercó.

  • ¡Buenos días! Le dejo la carta de pedidos. -
  • ¡Buenos días!. Gracias, ya tengo decidido que voy a pedir. Quiero un café con dos medialunas
  • ¡Perfecto!

El lugar era el típico café bar. Me senté del lado de la ventana. Tenía aproximados, seis mesas con sus cuatro sillas. Había algunos cuadros con dibujos, y fotos, en los contornos de las paredes. En la esquina la barra en la cual no había nadie. Y detrás las botellas de adornos y especies. Había dos puertas. Una para el baño y la otra para la cocina.




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