El baile de los muertos…que viven y no viven….
Sobrepasamos algunos matorrales, cada charco que pisábamos embarraba nuestro calzados. No era el mejor día para investigar. Mei, luego de que comentase lo que el diario informaba, era otra persona. Quería llegar al fondo del asunto como de lugar. Ahora sabía que mis ojos no estaban errados aquella vez que tuve que internarme aquí. Ella no era una leve imagen de mi mente, producto de la locura que me han inventado los médicos para traerme. Y digo invención porque algo ocurrió, y es lo que queremos saber con ella.
Hicimos unos metros y la puerta estaba cerrada.
Retiré la pregunta. Estábamos ingresando por una ventana abierta que se había estropeado, y un hueco grande estaba en el interior. Aquí dentro el lugar era tan espeluznante que no deseaba nada más que retirarme. El maldito hedor aquí era muy intenso. No era de extrañar, debido a que éste lugar albergaba cadáveres, de quienes por alguna razón perecieron. Lo inusual, es que guardaba demasiados.
Entramos con un salto. Primero Mei, que no le temía a nada, y luego detrás de ella, me aventuré yo, que le temía a todo. Tuve la sensación de estar aquí, cuando internado estaba, pero no era lo que veía ahora. Pilas y pilas de paquetes.
Nos adentramos como si fuera una jungla. Todo el sitio estaba a oscuras, por lo que alumbramos con nuestros móviles para poder guiarnos. Entre bolsas y bolsas, Mei iba revisando. En cierto punto eran cadáveres. No controvertía ciencia alguna ello. El nauseabundo olor, generó que Mei sacase dos barbijos de su bolsillo de la chaqueta, y me dio uno.
Ella avanzó por un sector diferente hacia la derecha, y yo fui hacia la izquierda. A medida que íbamos ingresando veíamos como se apilaban como si fueran paquetes de bolsas de verduras. Una arriba de otra hasta llegar al techo. El mausoleo desde la tierra fierra, tenía entradas subterráneas con rejas. Allí se oía el ruido del silencio que caminaba tranquilamente como una suerte de sereno. Era tan aterrador que no quería ni asomarme por esos barrotes oxidados que estaban con llave. Mei fue ingresando a otro corredor. El mausoleo, es eternamente inmenso en todos los sitios. Prácticamente llegamos a un punto en el cual debíamos pisar eso paquetes de carne fría, para continuar trayecto.
Sin querer, pise uno de los paquetes y caí al suelo. El pánico de sentir la carne, me caló los huesos que comenzaron a temblar con todo mi sistema nervioso.
Me lo miraba fijamente y se acercó corriendo su parche de allí mismo, y armándose de valor. El orificio de su ojo de vidrio artificial. Lo veía, veía a todos. Toda una legión como los guerreros de terracota, listos.
Las escaleras daban con sótano, por lo que parecía. El suelo de tierra alrededor, con otras puertas con rejas con llave que tenían corredores.
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Editado: 27.09.2023