Experimento Rojo peligro (placeres caníbales 1)

Contaminado

CONTAMINADO

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Pude descifrar el gesto que hacía mientras masticaba la galleta. No solo parecía ser su primera vez probando las galletas choco chips, sino que no le gustaban. Tragó forzado, produciendo un sonido pesado en su garganta y arrugando un poco su nariz respingona. Tomó la gaseosa de mi mano, rozando sus dedos con los míos, y bebió de ella. Pero el líquido tan solo tocó el interior de su boca y terminó escupiéndolo todo, manchado parte de su bata.

Sus ojos inspeccionaron la bebida con disgusto y un poco de curiosidad. Esta era otra parte de él que me dejó desconcertada, era como si esa presencia peligrosa que llevaba, hubiese desaparecido instantáneamente, y mientras no me mirara con esos ojos, seguiría ausente.

Era débil, pero también era fuerte... muy fuerte.

—Te traeré agua—mencioné, apartándome para levantarme. Volví a las bebidas, esta vez tratando de alcanzar desde el agujero en la parte trasera de la máquina, agua potable. Y mientras sacaba diferentes tipos de bebidas, no dejaba de pensar en los mensajes del computador con el botón verde.

Tenía lógica, su sangre regeneraba los tejidos después de todo. Sí él era alguna clase de experimento enfermero que sanaba con una gota de su sangre— lo cual me resultaba de alguna extraña forma, asombroso—, entonces, ¿qué eran los demás experimentos del área negra, amarilla, naranja, blanca y verde? ¿Serian alguna clase de enfermeros también o tenían sus deferencias? ¿Por qué hacer experimentos enfermeros? Entendí que había más experimentos en alguna parte de este lugar, mutados seguramente, como mencionó ese tal R en los mensajes. Y sí era así, y fuera lo que fuera que hayan soltado en las incubadoras los infectó, eso explicaba el cuerpo del experimento 05 y el Décimo, además, el brazo del Noveno.

Y que todos ellos eran peligrosos.

Sobre todo, los rojos. ¿Sobre todo Rojo 09? Al fin saqué una botella de agua, me levanté del suelo y encaminé a la máquina de botones donde estaba él. Le di rápidamente una mirada a la incubadora 10, cuyo techo metálico tenía un agujero en el centro, lo suficientemente grande como para que una persona pasara por él. Así era como el Décimo había escapado. Escarbó, penetro el metal. Algo que me costaba creer. Sus garras debieron de ser más filosas que una hoja del hacha más peligrosa.

Me senté a varios centímetros apartada del Noveno y le ofrecí el agua una vez quitado el tapón. Cuando él dio una mirada a la botella, noté como arqueaba una ceja mientras la tomaba, cubriendo mis dedos con los suyos. Tan solo sentí su calor, me escapé enseguida de su toque, sintiendo ese pasmo entenebrecido escurrirse en mis huesos.

—No tiene sabor, así que creo que te no disgustara—comenté. Él acercó la botella y tomó del agujero, cerrando los ojos. Así, viéndolo de esa forma, parecía un hombre normal, una persona como yo. Me pregunté qué tipo de plaga habían soltado en las incubadoras, y sí eso llegaría a mutarlo a él.

De hecho, esa mutación ya había sucedido con su brazo del que habían salido los tentáculos, pero al final sus dedos volvieron a regenerarse y todos esos tentáculos desaparecieron.  Pero… ¿qué sucedería si no solo era su brazo el que terminaba deformándose? ¿Y si después era todo su cuerpo?  Si mutaba como lo hizo el Décimo y el Negro 05, entonces intentaría lastimarme.

Estaba deseando que los del área blanca llegaran mucho antes de que eso sucediera.

Dejé de pensar en ello, concentrándome en él. No hizo ni un gesto cuando tragó el líquido, pero, me sorprendió ver que de solo dos tragos se terminara la botella. Se limpió los labios y dejó recargar su cabeza en el respaldo de la máquina para exhalar entrecortadamente.

— ¿Te sientes mejor? — pregunté. Di por sentado que así era ya que había dejado de sudar. Me estiré cando no respondió, y dejé que mi dorso tocara parte de su frente una vez quitado el pañuelo mojado. Ya no tenía tanta fiebre, y solo habían pasado minutos desde que se puso mal, se estaba recuperando rápidamente, ¿la fiebre sería la causa de la plaga que soltaron? —. Descansa un rato.

Giró su rostro con esa misma velocidad que me perturbaba, entornándolo sobre mí con sus parpados cerrados. Me aparté un poco más, él me siguió en cada pequeño movimiento que hice para levantarme cuando sus dedos rodeando mi muñeca otra vez, me detuvo. No me jaló, sin embargo, pero se aferró a mí.

—Quédate.

— ¿Cómo puedes verme sin abrir los ojos? —pregunté, tratando de no aterrarme, tratando de lentamente, deshacerme de su agarre sin forzar. Regresé al suelo, acomodando mi cuerpo sobre mis rodillas.

—Puedo ver tu temperatura corporal, así como sentirla también—respondió, dejado que su pulgar resbalara por la piel de mi mano. Cada toque enviaba una descarga eléctrica a mi cuerpo, llegando a un punto en que sus dedos juguetearon con cada uno de los míos que estaban endurecidos y temblorosos.




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