Experimento Rojo peligro (placeres caníbales 1)

Una larga lengua

UNA LARGA LENGUA

*.*.*

Estaba respirando de la boca de un experimento que horas atrás se comió un corazón. Pero qué más daba. Mientras mis pulmones se sintieran menos ansiosos y él no intentara arrancarme la boca en un instinto caníbal, todo estaría en orden.

¿Qué demonios estaba pensando? No, claro que no. Nada estaba en orden en el laboratorio.

El terror aún seguía vivo comprimiendo mis músculos, y no era porque el noveno me mantuviera presionara a su cuerpo o que sus brazos se enroscaran aún más alrededor de mí como un manto caliente. Sino por la presión del agua que se había sentido más fuerte, tanto que, me hice lo más pequeña que pude en el cuerpo de Rojo nueve, con el temor de que alguna parte de aquel experimento, rozara conmigo. Que, si eso sucediera, estaríamos muertos.

Yo estaría muerta sabiendo que Rojo nueve tenía más probabilidades de sobrevivir.

Rápidamente, capté el sonido reptil del exterior, y tan solo sentir las vibraciones del suelo tan estremecedoras, mis huesos se sacudieron de bajo de mi piel. Esa cosa estaba pasando junto a nosotros, y poco faltaba, tal vez, para que se percatara de nuestra temperatura.

Solo esperaba que no fuera capaz de ver nuestras temperaturas como Rojo nueve.

Imaginé a esa criatura con el tamaño del experimento 05, quizá más alto pero voluminoso, ancho, fuerte, aterrador con sus grandes colmillos manchados de sangre y con esos ojos negros que penetraban a cualquiera.

Horrible.

Peligroso.

Peligroso como todo el laboratorio infestado de monstruos.

No podía pensar en nada más que su aspecto y el contar sus pasos, uno tras otro, lentamente en mi mente como quien lo haría cuando cuenta los segundos antes de su muerte. Tormentosos pasos que llevaban una gran diferencia de sobrevivencia mientras más se contarán.

Las vibraciones disminuyeron hasta un punto en que el agua, incluso, dejó de temblar y balancearnos en su interior. Cuando esperé varios segundos y no escuché ni un solo ruido más, rompí la conexión entre nuestras bocas y me empujé fuera de su agarre, anhelando respirar profundamente. Pero no logré siquiera alejarme un centímetro de su cuerpo, y el empuje solo hizo que la ansiedad volviera a mí.

Siguió en esa posición, incluso, nos inclinó aún más en el suelo del agua. Me pregunté qué era lo que haría, tal vez esperaría a que no hubiera más peligro, tal vez... había visto algo más acercarse.

No, no, no iba a resistir por más tiempo. Si no noria asfixiada moriría congelada. Lo frio del agua y la falta de aire solo me empeoraban, comenzaba a afectarme incluso la movilidad.

Abrí los ojos con desesperación, con el propósito de poder ver algo olvidándome nuevamente de que estábamos rodeados por la oscuridad del túnel. Entonces, inesperadamente, Rojo nueve nos impulsó a la superficie.

Tan solo saqué el rostro fuera de toda esa agua helada, mi boca instintivamente se había abierto y mis pulmones jalado todo el aire a mi interior en una fuerte exhalación de la que me arrepentí de inmediato. Pero era imposible no respirar con esa frenética necesidad después de tanto tiempo soportándola.

Giré en busca de que esa cosa no volvería, a pesar de que todo estaba oscuro. Tampoco tardé en estirar mi mano para aferrarme a la pared mientras me reponía del oxígeno.

Lo único que estaba fuera del agua, era toda mi cabeza que mantenía lo más posiblemente estirada.

—V-va-v-vamo...nos—tartamudeé. Estaba haciéndome trizas la temperatura del agua. De puntitas empecé a caminar todo lo que pude para poder llegar a un piso más alto, solo si había uno más alto.

Una mano rodeando mi cintura me exalto, me puso los nervios de punta, pero reconocí su tacto. Rojo me sostuvo de tal forma que la mitad de mi cuello dejara de estar bajo el agua y nos empujó por toda la pared hacía el otro túnel.

— ¿N-nos está siguiendo? — apresuré a preguntar, atenta a cualquier solo sonido que se escuchara, apretando las tijeras.

—La temperatura del agua es un problema— explicó.

—En-to-tonces no pu-puedes verlo— musité con preocupación. Y solo para calentarme, me acerqué un poco más a él.

—No, no puedo verlo— afirmó en un murmuro muy cerca de mi oído para que pudiera escucharlo. Asentí, echando aun así una mirada detrás de mi hombro—. Pero tampoco escucho nada del otro lado— murmuró sin un poco de tartamudeo por el frio. ¿Si quiera sentía frío? Era extraño pero el cuerpo de Rojo nueve estaba tibio, cálido. Me llegué a preguntar si era a causa de lo que él mencionó en el laboratorio. Que la temperatura de los contaminados aumentaba más que la de una persona.

Si la temperatura aumentaba, poco faltaba para que mutara, eso fue lo que dijo, algo así, pero sus palabras fueron claras. La mutación, ¿le afectaba a él también si su temperatura subía?




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