CERO HUMANIDAD
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El sonido se escuchó junto al pasillo que se encontraba en el siguiente bloque de habitaciones frente a nosotros. En ese pasillo estaba sucediendo algo horroroso. Y no me apuré en preguntar cómo eran esas series de temperaturas, imaginándome qué serían al final. No, me lancé a correr lo más rápido posible para alejarme de aquel bloque de habitaciones, y los pasadizos que le rodeaban.
Solo esperaba que no terminaran persiguiéndonos.
Dos crujidos huecos y aturdidores, me voltearon la cabeza al instante, encajando la mirada en todo lo que dejábamos atrás. Y me detuve en seco, sorprendida, aterrada a la misma vez. No eran solo experimentos. Esos gritos eran de personas, y esos crujidos habían sido disparos.
Personas. ¡Eran personas!
Sentí pánico con la nueva guerra interna que estaba teniendo, el vértigo cosquillaba debajo de la piel de mis piernas que querían moverse. Otro aullido de dolor y miré a Rojo quien también había dejado de correr para revisar esa área una vez más, y negar con la cabeza hacía mí.
—Es tarde, se los están comiendo—dijo, su tonó firme y grueso. Me tomó del brazo, aunque no hacía falta para que yo misma empezar a correr. Había entendido, a pesar de que tuviera un arma con tres balas, que posiblemente no serviría de nada para poder salvarlos. Que tal vez, fallaría al disparar, y que al final, estaríamos entre sus garras.
Mi pecho se oprimió, sintiendo una gran impotencia, una desesperación a punto de estallar. Miré adelante, y no detuve la velocidad con la que mis piernas se movían para aproximarnos a la entrada del área de transporte. Bajamos los pocos escalones y pisamos las vías. Pero tan solo lo hicimos, el metal crujió por debajo de nuestros pies y el sonido agudo recorrió el resto del túnel y el pasadizo detrás de nosotros.
— ¿L-lo escucharon? —tartamudeé. De solo pensar que ya corrían por nosotros, la respiración amenazó con detenerse.
Rojo miró por encima de su hombro, hubo un gran silencio que llenó el ambiente de suspenso y terror. Quedé viendo su perfil, la forma en que estiraba su cuello para ver a los diferentes lados o la forma en que su cuerpo cada vez más se tensaba. Hasta que se volteó hacia mí, y sin abrir sus ojos revisó el resto del área de transporte, torciendo una de sus comisuras.
Esa torcedura fue más una mueca de ira que cualquier otro gesto que pudiera ignorar. Esa simple mueca que mostraba sus colmillos picudos y peligrosos, decía mucho sobre lo que posiblemente estaba mirando a través de tanta roca. No pude evitar revisar alrededor, atemorizada de que algo cerca estuviera a punto de llegarnos.
Di un par de últimos pasos para estar junto a él y sacudir su brazo cuando no vi otra reacción. Que se quedara tan quieto, rígido hasta las entrañas, no me gustaba.
— ¿Qué ves?
—En todos lados hay temperaturas—escupió, su voz se engrosó. Abrió sus parpados para observarme, había molestia en él, una firme intranquilidad—. Los gritos fueron la causa.
— ¿Se guían por el oído? Entonces podremos escondernos —apresuré a decir. No me gustaba la idea de estar encerrada, pero si eran muchos experimentos monstruosos caníbales, entonces la aceptaría nuevamente. Sobre todo, sabiendo que Rojo seguía igual de pálido...
—Yo me guio por el oído, olfato y las temperaturas, pero no sé todos los sentidos en los que ellos se basan.
Sus últimas palabras se arrastraron por debajo de sus colmillos, y noté algo inquietante en él: sus labios se empezaron a estirar hacía arriba, y esos colmillos sobresalían con un largo increíble hasta torcerse sobre el labio inferior y superior.
Cuando me atacó en el laboratorio, lo que hizo y dijo fue a causa del hambre. Él tenía hambre otra vez. Me sentí un poco alterada, pero no como antes, no como esa vez en la que estaba debajo de su cuerpo y con sus dientes contra mi cuello. Esta vez era diferente, tal vez confiaba en que no me lastimaría, tal vez aún no. Pero lo único que podía decir con claridad, era que la forma en que me miró en el laboratorio, no era la misma manera en la que me miraba ahora mismo.
—Voy a tener que matar si se percatan de nuestra presencia.
Esperó a que dijera algo, o eso me hizo creer por la forma en que miraba con su rostro retorcido a causa de esos grandes colmillos bestiales. Pero no sabía que decir, sus palabras me tomaron por sorpresa, aunque tenía razón, no sabíamos qué eran esos experimentos, qué tamaño tenían y si se guiaban incluso por el olor, el oído, las vibraciones o temperaturas.
Traté de pensar rápidamente. Tenía un arma en mis manos, eso podía ayudar. Disparando al experimento en dado caso de que las cosas se complicaran, o simplemente disparar en el momento en que Rojo estuviera a punto de atacar. Pero me preocupaba algo más. También estaba el sonido de la bala, atraería a más experimentos, ¿no?
Maldito laboratorio.
Editado: 08.04.2020