Experimento Rojo peligro (placeres caníbales 1)

Todas las veces que quieras

TODAS LAS VECES QUE QUIERAS

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Silencio. Eso era lo único que se adueñó de nuestro alrededor, de nuestro entorno. Pero dentro de mí había mucho ruido, la cabeza era un caos con un número sin fin de preguntas y una enorme preocupación al respecto.

¿Y cómo era posible que antes no se me había ocurrido preguntar? Tal vez por todo lo que ocurrió era que la pregunta se había escapado de mi mente, pero, aun así, debí pensar en ella antes de hacerlo...

¿Qué sucedería si yo terminaba embarazada?  Embarazada de un hombre que no era normal, que no era un humano promedia. No. Rojo era un hombre.

Pero cualquier hombre.

Todo su cuerpo, todo su interior estaba alterado genéticamente y, además, estaba contaminado. Él era carnívoro, tenía algo en su interior que lo deformaba. Sí Rojo se alimentaba de carne, ¿de qué se alimentaria el embrión? ¿Podría estar contaminado también? ¿Sobreviviría?  ¿Podría afectarnos a él o a mí?  

Demasiadas preguntas.

Aún no sabía si tenía algo dentro de mí, y esperaba que no fuera así, no porque no quisiera —que realmente no quería dentro de un laboratorio aterrador— sino porque no sabía que ocurriría después.  No sabía nada al respecto.

Traté de relajarme, de no pensar en ello, ¿cuál era la probabilidad de quedar embarazada? Solo habíamos tenido sexo dos veces, él se había corrido en mi interior, probablemente nada sucedió, pero, ahora, tenía que tomar precaución si queríamos volver a hacerlo.

Cosa que yo... quería repetir. Eso me perturbaba aún más.  Me sentía insaciable, pero no debía moverme, debía tener fuerza para no menear las caderas ya que él seguía en mi interior.  ¿Era acaso que el sexo con él me había gustado tanto? Sí, pero tal vez se debía a que no recordaba haber tenido relaciones con otro. O tal vez, solo se debía a otra cosa que todavía desconocía.

Traté de salir fuera de esos pensamientos, pero no pude concentrarme en ninguna otra cosa cuando los labios de Rojo rozaron mi cuello y empezaron a depositar besos húmedos, marcando cada centímetro de mi sensible piel.

Eran besos agradables, dulces. Me gustaban.

— ¿Tu tensión bajó?

—Sí, pero... —Sus besos subieron por mi mentón hasta mis labios donde saboreó mi boca con su lengua—. A pesar de que quiero más tengo que detenerme. Tu interior es tan delicioso que, si me permito hacerlo otra vez, temo lastimarte de muchas formas porque sé que no me detendría.

Mis yemas se aferraron mucho a la piel de sus hombros, sintiendo la ronquera de su voz explorar mi cabeza en una clase de éxtasis que me dejó excitada. Y se debía a que él había soltado esas palabras contra mi boca con sus orbes oscurecidos por el deseo.

Menos mal que él quería detenerse, que, si no fuera por él, yo estaba segura que no pondría objeción y no me detendría hasta que todo mi cuerpo desfalleciera y perdiera la consciencia. Solo así, me detendría.

Solo así sentía que me detendría.

Él tenía algo… algo que me hacía querer más.

—Tenemos que salir de la ducha—comente bajo, apartando sus labios de los míos—. O alguien podría entrar.

La comisura izquierda de sus labios se estiró en una sensual sonrisa que, aunque media, era suficiente para darme una descarga eléctrica en todo mi cuerpo.

¿Por qué me estaba sonriéndome así? Quería que no me sonriera así cuando aún estaba en mi interior.  Sentía que me volvería loca si él seguía haciendo este tipo de cosas.

—Nadie entra cuando un experimento y un examinador están dentro del cuarto o la ducha, es una regla— Sus dedos, esos traviesos dedos de deslizaron por toda mi espalda hasta apretar mis muslos que seguían rodeando su torso desnudo. Tan solo apretarlos hizo que nuestros cuerpos se movieran un poco, y ese movimiento fue suficiente.

Solté un jadeo cuando algo muy extraño sucedió en mi vientre, mis músculos se habían movido editados, apretándolo un poco, enviado esa sensación placentera no solo a través de mi cuerpo, sino del suyo.

—Tú también quieres más— gimió, se mordió el labio inferior y antes de que algo más sucediera y me hiciera perder la cordura decidí levantarme con el cuerpo tembloroso antes de que fuera demasiado tarde, antes de que mi voluntad se fundiera en esa intacta sonrisa torcida en la que podía contemplar sus bellos colmillos.

Era una tontería. Antes aterrorizaban, pero entonces ya solo quería verlos por más tiempo.

Tan solo empecé a mover mis piernas para levantarme, Rojo me detuvo, tomó mis caderas y me regreso a esos centímetros que yo misma había creado entre nosotros y nuestra unión. Gemí al sentir su penetración cuando me pegó a su cuerpo caliente. Me inmovilice perdida en el éxtasis, en su calor en su dureza en la forma en que abrazaba mi cuerpo y depositaba besos por mi mejilla hasta lamer el lóbulo de mi oreja.




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