NO TE NECESITO
*.*.*
—Eres un maldito bastardo—escupió Adam aun cuando el sonido de la bala seguía en el aire, llamando al resto del grupo. Aun cuando todo mi cuerpo seguía pasmado, inmóvil.
Pero cuando vi que Adam elevaba el arma, dispuesto a disparar por segunda vez y en la cabeza de Rojo, me lancé a tropezones para colocarme frente a él.
— ¡No! — chillé, extendiendo mi mano frente a su rostro—. ¡No lo hagas! ¡No te atrevas a disparar! —El corazón estaba a punto de ser expulsado a través de mi boca cuando grité.
Al ver que parecía inmóvil y con un gesto contraído, giré en torno a Rojo. Asustada, llevé mis dedos temblorosos a su brazo herido a pesar de que sabía que su herida sanaría. Y tan solo intenté tocarlo, él se apartó de mí.
—No me toques—gruñó bajo, sus orbes carmín se anublaron, rayas negras se estiraron desde su rasgado iris sobre toda su pupila.
En ese instante en que quedé anonadada, vi su nariz contraerse, todo el puente se arrugó con fuerza enrojeciendo su piel pálida, sus colmillos se apretaron y un gruñido de rabia— un greñudo bestial—, se escupió a través de ellos.
Estiró tanto sus carnosos labios que la piel de ellos se le abrió y la sangre comenzó a correrle por el mentón.
Toda mi sangre se heló.
— Rojo...
Su nombre terminó en un tono débil cuando vi, con mucha sorpresa, como la bala— esa misma que atravesó la piel de su hombro— era impulsada fuera de la herida y golpeaba el suelo dejando un sonido metálico haciendo eco.
Estaba impresionada de que el cuerpo de rojo expulsara la bala. ¿Podían hacer eso todos los experimentos?
—Pym, apártate.
Oh no. No iba a hacerlo.
— ¡No me lo pidas porque no lo haré! —grité exasperada, volviendo la mirada a Adam—. ¿Cómo te atreviste? ¿Por qué le disparaste? ¡Él no hizo nada malo!
Con sus labios retorcidos, Adam pestañó sin dejar de pasar su mirada de mí a Rojo. Apretó los dientes y negó.
—Solo míralo—señaló con el arma a Rojo, ya incorporado, ya con la herida de su brazo cerrada y limpia—, consumió carne. Si la medicina no le sirvió, nada lo hará. Ya no nos sirve.
¡¿Ya no nos sirve?! Esa palabra fue la única que apresó mis pensamientos. ¿Qué le sucedía? No estábamos hablando de un objeto, menos de un animal, estábamos hablado de Rojo.
La respiración comenzó a costarme, estaba alterada, sin armas para amenazarle porque aunque le dijera que no disparara, solo ver esa mirada me hacía saber que no me haría caso. Y si yo me apartaba un poco de Rojo, él lo aprovecharía para disparar.
—Adam, ¿sabes lo que acabas de hacer? Esos monstruoso pueden escuchar el disparo —gritó Michelle desde atrás, fue la primera que terminó trotando de la montaña de carne humana, hasta Adam, con su arma entre las manos. Sus ojos buscaban una respuesta, una explicación en nosotros tres, una que, tuvo enseguida por Adam. Y cuando él bajó la mirada y ella se la clavó con molestia, vi algo más... Algo muy familiar
— ¿Qué están haciendo todos aquí? — exclamó él, ignorando a Michelle y aseverando su mirada en los demás—. Vayan y cuiden las entradas, ¡ya!
Un aplauso muy ruidoso, los hizo saltar, todos excepto Michelle y Rossi se fueron, volviendo a sus antiguos lugares.
—Adam—la voz de Rossi nos hizo volver a voltear—. Ahora tenemos que irnos antes de que un experimento nos intercepte.
— No hasta matar a este cabrón— espetó él
— ¿Hizo algo malo? ¿Atacó a Pym? ¿Te atacó a ti? —cuestionó Michelle, pero su tono de voz, podía decir que no había sido para nada seria, todo lo contrario, lo soltó como si estuviera hablando de un chiste. Pero tan solo envió la mirada a él, y toda esa sonrisa divertida se transformó en una gruesa línea—. Yo no veo nada de eso, aun cuando le disparaste él sigue conteniéndose, Adam.
—Comió carne—pronunció las palabras con repugnancia.
—Carne podrida—solté rápidamente haciendo que ambos me vieran.
—Adam, el sedante calma la ansiedad en los experimentos, disminuye el hambre por al menos diez horas, pero no cambia la alteración en sus papilas gustativas— Me pregunté, a qué se refería con esas palabras—. Toma en cuenta que si mordió un brazo en putrefacción, fue decisión suya calmar su apetito con algo muerto que con algo vivo. Mientras no intente atacarnos, seguirá con nosotros—replicó Rossi sin dar otro paso para acortar nuestra distancia.
Cuánta razón tenía ella, no lo había pensado hasta este momento. Rojo estaba rodeado de carne fresca, nosotros, tal vez era por eso que él se apartó del grupo, porque se sintió tentado, y para calmar su hambre, comió de ese brazo masculino.
Editado: 08.04.2020