EL MIEDO DE 09 ROJO
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—...Y en este momento, Pym—Mi nombre había sido pronunciado con tanto odio que me volcó el corazón y lo hizo aletear adolorido—, no quiero tener sexo contigo.
Dolor. No quería dejarme llevar por las astillas de dolor que encajaban en mi cuerpo las palabras de Rojo, pero estaba hecho. Era tarde, me había lastimado. Y no era por que según él, me había utilizado para el sexo, sino por lo mucho que se estaba esforzando en herirme con ello.
Una pregunta se construyó en mis labios. Titubeé mucho para que mi boca se abriera, deseaba mucho preguntárselo y saber, a pesar de estar atemorizada, su respuesta.
— ¿Solo eso quieres de mí? —pronuncié lentamente, sintiendo el dolor palpando el nudo muscular en mi garganta—. ¿No hay nada más?
Inhalé por la nariz, sintiendo como sus tentáculos se removían sobre mis piernas, ya no presionando mi estómago, pero si recorriendo mis muslos, y bajando por todos ellos lentamente. Lo sentí, de inmediato, inclinando su cabeza hacía mí, sentí su nariz exhalar contra la piel de mi mejilla y luego el puente de mi nariz, deslizándose de mi quijada a mi cuello para olfatearlo...
Para olfatear mi piel.
—Me gusta más... —hizo otra pausa en la que atisbé el ronroneo de su bestial voz—, tu cuerpo, Pym, eso es todo.
Me gusta tu cuerpo, eso es todo. Sus palabras, cayeron sobre a la boca de mi estómago en forma de iceberg, uno tras otro, amontonándose todos.
Asentí, sintiendo esa desilusión, esa sensación estremecedora que había sentido con su cercanía, todo desapareció. Dejando solo esa sensación de no poder respirar, de no conseguir que mis pulmones obtuvieran el aire que necesitaban, porque una parte de mí se creyó sus palabras, pero la otra mitad seguía dudando.
Había algo que estaba muy mal aquí, una parte de mí, por pequeña que fuera, no le creía. Algo que no estaba tomando en cuenta, algo que no encajaba en su rompecabezas. Una pieza mal estrecha, con muchos secretos por detrás. Ocultaba una razón, ¿verdad? Su razón era lastimarme, perder el control y lastimarme, ¿cierto? Pero claro que lo era...
Me salvó incluso después de decir que prefería más la carne que yo. Incluso antes él dijo que solo me salvaría a mí, que no me pondría en peligro. Sus acciones y sus palabras eran contradictorios.
Se contradecía.
—Vuelve con los otros— no me lo pidió, me lo ordenó. La forma en que lo hizo, logró que mi boca se apretara y temblara mi mentón—. Yo iré a revisar el resto del perímetro.
— No lo haré—forcé a que mi voz saliera clara y dura, levanté el rosto a una altura en la que estaba segura que se encontraba su rostro—. Después de lo mucho que me protegiste, de decir lo mucho que te gustaba, de que no querías ponerme en peligro y que solo me salvarías a mí, ¿dices que solo era por sexo?
—Sí—Ni siquiera dudó, pero había algo en su tono que me hizo negar con la cabeza, y que una sonrisa cínica brincara sobre mis labios.
Pensé en la primera vez que lo hicimos en la oficina, cuando él me pidió que lo besara aún después de devorarse el cuerpo de aquel experimento, y todavía el añadió que no quería que yo le temiera, y no fue la única vez que dijo aquellas palabras, ¿y al final estaba diciendo que no le gustaba?
—Tú lo que tienes es miedo a lastimarme por lo que te estas convirtiendo, y no necesito preguntarte para saberlo—Tomé una bocanada de aire y solté: —. Dijiste que estabas ahuyentándome antes de que perdieras el control, además, tú mismo no querías que te temiera que no lo tolerarías. Si querías alejarme, antes debiste pensar en tus palabras, ¿no lo crees?
Traté de tocar su pecho, pero se apartó, o eso intuí porque cuando estiré mi brazo por completo no encontré nada frente a mí, nada más que una fría pared junto a la puerta por la que entré. ¿En qué momento mientras hablaba, él se había movido de lugar? ¿Y ahora dónde estaba? Apreté mis puños y giré, sería muy tonto ponerme a buscarlo cuando toda la habitación estaba a oscuras. Lo único que me ayudaría a encontrarlo era con la linterna que él me quitó de las manos.
—Y también sé que temes que me alejé de ti por tu aspecto—añadí, mientras buscaba la linterna la cual inmediatamente encontré a mi izquierda, alumbrando contra la pared.
Me encaminé a ella con la intención de tomarla y buscarlo. Pero tan solo me acerqué al lugar donde estaba y me incliné para tomarla, la linterna se deslizó lejos, muy lejos de mí, subiendo por la pared y recorriendo el techo hasta quedar del otro lado de la habitación. Aunque había sido una escena demasiado perturbadora, sabía que los tentáculos de Rojo la habían movido para que no fuera alcanzada por mis manos.
Editado: 08.04.2020