TANTO QUE PODRÍA MORIR
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La mano de Rojo deslizándose tan delicadamente en la piel de mi brazo, y esos dedos aferrándose a él con indescriptible miedo, me cortó aliento. Me hizo reaccionar a ese shock que sus mismas palabras habían provocado en mí, y parpadear un número de veces en los que mis ojos se remojaron con la confusión que hundía mi mente, incapaz de procesar todo lo que escuché.
Ya nos conocíamos, ¿mucho antes de que conociera a Adam? ¿Y Adam lo sabía? ¿Sabía que Rojo me quería? ¿Y yo quería a Rojo en ese tiempo o no? Llevé mis manos a tomarse del colchón cuando sentí esa desesperación a punto de ser transpirada por mi piel. Era insoportable, tantas preguntas brotando al mismo tiempo, y ni una respondida.
Cuanto deseaba recordar todo.
Lo único que tenía claro era que Rojo me contó que ya lo había visto muchas veces en su sala de entrenamiento, pero que Rojo dijera que Adam ya sabía de lo que él sentía por mí, me daba a entender que entonces ambos ya habían cruzado palabras, ¿no es cierto? ¿Por qué no me dijo eso? ¿Por qué no me dijo que me conoció mucho antes que él me conociera? ¿Qué más no me dijo? ¿Había otra cosa que estaba evadiendo mencionar?
Maldición, esto era muy confuso. Sentía que estaban ocultándome mucho ellos dos, y eso solo estaba comenzando a irritarme.
No era la única que parecía anonadada por las palabras de Rojo, pero por el contrario de mi asombro, Adam llevaba un su rostro congestionado, sus cejas temblaban con su fruncir frustrado y confuso, y esos labios separados mostrando sus apretados dientes. Sus pupilas temblaron y brillaron de rabia, se alzaron un poco más y luego se clavaron en mí un instante antes de volver a posarse con mucha más fuerza en Rojo.
— ¿Cómo puedes decir que la quieres, si ni siquiera sabes lo que se siente ser querido? —siseó la pregunta, levantándose del suelo y dando un paso atrás con una postura tensa y amenazadora—. No conoces nada de eso, no se te enseñó.
— Pym me quería — su confesión amenazó con detenerse. ¿Yo lo quería? ¿Entonces sentía algo por él? Rojo apretó su agarre en mi brazo, pero sin lastimarme, sentí ese mismo miedo que mostró al principio, y supe a que se debía. Rojo no quería perderme, ¿cierto? Temía que Adam me arrebatara de sus manos—. De ella aprendí a querer.
¿De mí? Y fue inevitable entornar la mirada a sus orbes carmín con sorpresa, esa mirada suya que terminó cayendo sobre mí y que al instante volvió a clavarse en Adam cuando él abrió la boca.
—Pero lo malinterpretaste—espetó él, atrayendo mi mirada en dirección al suelo, confundida y atenta a su voz—. Y lo aclararé porque Pym no lo recuerda, pero que ella te tratara bien y protegiera no significaba que le gustaras, y tengo entendido que te lo aclaró. Pero a como lo estoy viendo...—él hizo una pausa para mirarme con severidad un momento y luego, dirigir otra vez la mirada detrás de mí—, te estas aprovechando de que no me recuerda, para hacer con ella lo que quisiste en un principio, ¿no es así? — inquirió él. Parecía seguro con lo que preguntaba y con la dirección a la que llevaba el tema.
Por otro lado, yo estaba absorta en mis pensamientos en donde todas y cada una de sus palabras entraban para ser procesadas, procesadas con una lentitud dolorosa. Repugnante, muy confusa.
Era cierto que le dije a Rojo que no recordaba absolutamente nada, pero no lo creía capaz de aprovecharse de mí, sí fuera así, desde un principio las acciones de Rojo hubieran sido otras, ¿no? Pero Adam se refería a que él se quería aprovechar de mí sexualmente.
Un recuerdo terminó estallando en mi cabeza, esa vez en que Rojo me acorraló contra la pared y me besó con intensidad. En la ducha sucedió lo mismo, e incluso la atracción sin igual que sentí con él en la oficina, donde terminamos intimando.
Cielo santo. Esto era muy confuso, ¿qué significaba? ¿En verdad se aprovechó de que no recordaba nada para enamorarme?
—Yo sabía que no le gustaba de esa forma... —disminuyó el volumen de sus palabras—. Pero no porque no recordara me aprovechaba de ella.
La voz de Rojo me estremeció los huesos, se había escuchado baja, engrosada en un tono bestial, rotundamente peligroso, tan peligroso que me torció el rostro para verlo. Lo estudié, estaba cabizbajo, viendo algún lado del colchón, con sus colmillos apretados y los labios un poco torcidos, varios de sus mechones le colgaban aún mojados por ese sudor que recorría desde la cima de su frente y se deslizaba libremente por sus facciones apretadas,
— Solo me comporté con ella como siempre me comportaba con ella, no hice ni una diferencia—explicó y esta vez, su voz terminó baja, sin ser peligrosa, solo débil, provocando estragos en mi interior.
¿Cómo siempre se comportaba conmigo? ¿Entonces estaba diciendo que nos besábamos también? Mis puños se apretaron a cada lado del colchón, buscando no explotar, pero poco faltaba para hacerlo si esto seguía así.
Editado: 08.04.2020