Experimento Rojo peligro (placeres caníbales 1)

No salgas

NO SALGAS

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Golpeé mis mejillas y tallé mis párpados. Odiaba que la visión se me nublara por el cansancio, no podía dormirme, aún a pesar de que por un par de horas no había ocurrido nada extraño en las cámaras. O al menos nada fuera de lo normal en la entrada uno y dos.

Tomé un poco de la botella de agua que Rojo había traído para mí, y lancé un largo suspiro en tanto me arrimaba sobre el escritorio para revisar cada pantalla frente a mí.

Rojo estaba en el pasadizo que llevaba a la primera entrada del búnker, él estaba en compañía de verde 16, ambos recorriendo y revisando al rededor— seguramente él con sus parpados cerrados.

Contemplé un poco sus figuras, la delgada estructura del cuerpo de ella, y la tosca figura de Rojo, derramando imponencia a un atravesó de las cámaras, mientras sus dedos tocaban las paredes a las que se acercaba. Ambos llevaban horas revisando sin detenerse— mejor dicho, solo él, porque hasta donde supe por Rossi, ella no tenía visión termodinámica. Y él no solo revisaba las paredes, también revisaban el techo y las ventilaciones en ellos: seguramente buscando una salida para nosotros tres. Él, yo y Verde 16.

Podía imaginarme la razón por la que quería tenerla con nosotros, porque sabía que ellos la utilizarían, la degastarían en sangre y debilitarían. Y eso era algo que ella no se lo merecía.

Apostaba a que había pasado sufrimiento al igual que Rojo. Ella era adulta, su tensión, aunque no se acumulaba con mayor facilidad como en Rojo, se acumulaba también en su cuerpo, en cantidades menores.  No quería imaginar lo que le hicieron antes de emparejarla en este bunker con otro experimento. Aunque quería pensar que jamás la tocaron, con la tensión en ellos era muy poca, con ejercitarse un par de horas bastaba, tal vez.

Por otro lado, no quería dejar a Rossi ni a Adam encerrados aquí, dejarlos a su suerte, a la merced de los experimentos y que al final murieran, sin intentar ayudarlos. No me parecía nada bueno, eso le dije a Rojo, dejar a dos personas aquí era inhumano.

Por mucho que desconfiara de ellos, que saliéramos del bunker solo nosotros tres para sobrevivir, se sentía egoísta. Cruel. Y a pesar de que Rojo no estaba de acuerdo en mi petición, aceptó hacerlo. Si estos monstruos no se iban de las entradas externas para cuando el combustible bajara a más de la mitad, entonces buscaríamos una salida, todos justos.

Solté una exhalación y dejé de seguir a Rojo y a Verde 16 — quien parecía estarle diciendo algo a él por la manera en que giraba su rostro y movía sus labios—, para revisar los dos primeros televisores.

Tres experimentos estaban delante de la primera entrada, antes estaba segura de que eran cinco, pero si esos que faltaban ya no estaban quería decir que se habían rendido, ¿no? Tal vez se marcharon cuando ese experimento de larga cola reptil se acercó tanto a la enorme puerta metálica que se electrocutó. Podría ser eso, imaginándose que no habría forma de entrar al bunker.

Ojalá fuera eso.

Sentía que los monstruos de la segunda entrada no se irían, no nos permitirían salir del laboratorio. Como sucedió en el comedor donde la única salida y donde nos tendieron una trama.

El derrumbe de los elevadores, ¿cómo sucedió eso? Si lo pensaba mejor, para haber sido un error de las personas desesperadas y aterradas por salir, era casi imposible. Creo que los experimentos mismos provocaron el derrumbe, igual que el bloqueo de varios pasillos que nos llevaron al comedor.

Exacto.

Todo tenía relación, querían matarnos, los experimentos querían matarnos.

Saqué el arma de la funda del cinturón— ese cinturón que nos habían dado desde la base— y revisé las balas, todo con tal de no quedarme dormida.

Conté las balas una vez sacado del tambor del arma, y las acomodé nuevamente. Era curioso que supiera utilizar un arma, conociera cada pequeña parte de esta, y sentirla tan familiar con ansias de dispararla. Rojo también tenía un arma, le dieron una antes de salir de la base, quería saber cuándo fue que aprendió a utilizarla.

Un extraño golpe hueco en el pasillo, logró torcerme el rostro en dirección al umbral. Me levanté de la silla, seguramente era Rojo o Rossi, o tal vez la enfermera que desde que Rojo despertó no había vuelto a ver.

Caminé en esa dirección hasta que mis manos tocaron la madera del marco de la puerta para inclinar un poco mi cuerpo hacia adelante y sacar la cabeza a un pasillo... Vacío.

Los lados estaban sombríos, apenas la luz de emergencia a varios metros de mi estadía, alumbraba algunas zonas, pero no había nadie. Tal vez era Rojo en algún pasillo cercano, quizás, ya que había tanto silencio que, hasta un grito chillón de más de diez metros, podría llegar hasta mí, recorriendo los pasadizos en ecos escalofriantes.

Ese pensamiento se hizo añicos cuando volteé en dirección a las pantallas y vi a Rojo revisando la primera entrada, la cual estaba prácticamente a muchos metros de mí... Bien, no debía alterarme, apostaba a que era Adam o la enfermera verde, uno de ellos dos.




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