Experimento Rojo peligro (placeres caníbales 1)

No veo nada

NO VEO NADA

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Actualidad.

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En ese entonces estaba dividida en dos. Una parte de mi atrapada en el pasado justo en los mensajes que fueron el principio de un despreciable dolor consolado por unos brazos silenciosos, y otra parte de mi estaba atrapada en el presente, asimilando como pudiera la hipocresía de esa sonrisa femenina. Ella guardaba más falsedad de lo que no imaginé, después de todo, ahora conocía sus secretos.

Bien decían que nunca terminarías de conocer a alguien, pero lo irónico era que ni siquiera los recordaba del todo y ya sabía lo que eran. Porque para descubrir la verdadera cara de las personas tenías que pagar un infierno. Eso fue lo que yo pagué, y hasta ese momento pude contemplar las formas de sus rostros, con un insistente fuego quemando mis apretados y ansiosos puños.

Puños que querían destruir esa burlona cara afilada de mentira, repleta de infidelidades, gorda de hipocresía. Quería exprimirla, dejarla vacía, que todos vieran lo que yo veía en ella...y en él. Porque no solo se trataba del recuerdo, de esas memorias que regresaron a mi como bloques de hielo dejando punzadas de dolor en todo mi cuerpo, oh no... Se trataba de que todo este tiempo me habían visto la cara, guardado sus inmundicias tratándome como si nada hubiese pasado.

Me vieron la cara de estúpida solo porque no recordaba las veces que se acostaron a los espaldas en mi habitación, en mi propia cama, en la ducha en la que me bañaba, en esa mesa en la que comía y desayunaba, en el suelo que pisaban mis descalzos pies y en ese sofá en el que me recostaba un momento cada tarde que llegaba exhausta, y en la que Adam y yo tuvimos sexo por primera vez.

No era simplemente por el dolor que me provocaron, era lo mucho que me habían humillado con mis compañeros, lo mucho que se burlaron de mí mientras comíamos juntos en la cafetería...

Era las veces que Adam me dijo que me amaba, después de revolcarse con ella en nuestra cama, las veces que él me buscó para comer en esa misma y asquerosa mesa que no quise tocar más. Y su hipocresía no terminó en el pasado, entonces también lo hicieron.

No recordaba nada, y ella con carita de un angelito me trató como la tonta que no sabía nada de experimentos lo cual era cierto, y Adam..., ¿qué demonios tenía en la cabeza ese hombre? Todavía se acostaba con otra, más veces de las que canta un gallo, y quería recuperarme.

Lo peor fue eso... Que solo había recordado la frialdad de Adam y sus infidelidades, y muy poco acerca de todo lo demás, lagunas de tiempo, voces a las que no les hallaba nombre ni apariencia.

De todo lo que valía la pena había recordado la basura, basura que hizo que mi cabeza martillara, un dolor que detesté tener solo por recordarlos a ellos.

Se me abrieron los pulmones cuando reaccioné con exageración, arrastrando oxígeno por la boca con una indiscutible fuerza que resecó mi garganta, hasta ese momento jamás me di cuenta de que había dejado de respirar, de que permanecía congelada, observando esa mirada que había adquirido un gesto de extrañes.

— ¿Te pasa algo, Pym? — su voz dejó de ser dulce, al menos para mí. ¿Cómo podía ser posible que actuará como si nada? Eran unos malditos hipócritas.

Y esta vez, no me detendría.

—Tienes razón— exhalé las palabras, saboreando la amargura del recuerdo. Ella arqueó más esa desvergonzada ceja, y estiró la sonrisa más repugnante que nunca vi.

—Me perdí, ¿en qué tengo razón?

En que eres una perra.

—En que exagere con mi molestia— mentí, mis piernas envueltas en una presión ardid, se moviera lentamente en su dirección—. Con esto de que estamos atrapados y no puedo recordar todavía nada, me tiene estresada.

Seguro que ella no se imaginaba que gracias a su verdadero aspecto recordé algo...

—A todos, Pym— suspiro ella, colocándose sus anteojos para luego enviar su mirada fuera del muro, sin poner atención a mi acercamiento—. Todos queremos sobrevivir, y no hallar una salida es aún más frustrante.

— ¿Dónde está Adam? — pregunté en un tono confuso, fingido. Él también se merecía los golpes que estaban a punto de echar mis puños.

—Fue a revisar las cámaras y las entradas—explicó, acomodo ahora todo su cabello sobre su hombro derecho—. No va a tardar, dijo que volvería rápido.

Antes de échame a decir algo más, observé su figura delgada y curvilínea, lo único que no sabía era si ya antes la había conocido, solo sabía que se acostaba con Adam que en ese tiempo era mi pareja. Un cuerpo como el de ella, pero con una belleza inocentona, ¿quién se lo hubiese imaginado? Yo no... Yo no.

Era eso lo que me daba más rabia. Estaba completamente arrepentida de haber aceptado su falsa amabilidad en un principio. De haberlo sabido, antes le habría roto el rostro.

Eso tampoco lo sabía, ¿antes la había golpeado por acostarse con Adam? No lo recordaba, mucho menos si ya les había hecho un drama, lo cual esperaba que no. Sería muy tonto hacerlo, porque ni eso se merecían, solo unas buenas abofeteadas.




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