Experimento Rojo peligro (placeres caníbales 1)

5. Del otro lado de la incubadora

5. DEL OTRO LADO DE LA INCUBADORA

Cuarto recuerdo de Experimento Rojo 09

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Su lengua se adentró a mi boca, traté de ignorar sus movimientos húmedos en cada parte de mí, incluso la manera en que se deslizaba sobre la mía. Tuve que apretar mis puños a cada lado de mi cama en tanto sus labios me besaban y su lengua hacia el intento de despertar la mía.

No, no iba a moverla.

Últimamente y, desde que conocí a Pym, los besos de mi examinadora ya no me excitaban, ya no me agradaban, dejaron de gustarme.

—Bésame 09, es una orden— ella susurró contra mi boca, se me sacudieron los huesos, odie con todas mis fuerzas el roce de sus labios con los míos, tanto así que agradecí de que tuviera el pedazo negro de tela cubriendo mis ojos, cubriéndome por completo el panorama de su rostro a centímetros de mí—. Bésame.

Y juntó su boca con la mía en movimientos bruscos en los que sentí la moldura de sus dientes golpear con los míos, roces que volcaron mi estómago, sus labios eran suaves pero a pesar de eso no los quería sobre mi ni en esta forma ni una otra, desvelar su sabor que producía una amargura en mí, no era lo que quería.

Pero moví mi boca, obedeciéndola, tal como a ella le gustaba, movimientos bruscos y profundos. Mi corazón dio un vuelco y se sintió como si cayera a la boca de mi estómago cuando esas manos se deslizaron por mi desnudo pecho y bajaron a mi vientre.

Ahogué un gemido en sus labios cuando tomó mi miembro y lo acarició con sus dedos. Todos mis órganos se removieron en mi interior, y tal como otras veces lo hice, todo lo que ingerí quiso regresar por mi garganta.

Ya no me gustaba que ella hiciera eso, que me besara, que me tocara de esta manera, que hiciera conmigo lo que le placiera cuando quisiera. Ni siquiera tenía la tensión acumulada, no era tiempo para que intimara conmigo e intentara hacerme liberar algo que no tenía...

Soy empujado, y muy a mi pesar sabía lo que significaba eso, por segunda vez, sus puños me empujan el pecho así que me recuerdo sobre mi cama, sintiendo enseguida sus piernas trepar al colchón, treparse sobre mi cuerpo. En todo momento su boca no soltó la mía y su lengua siguió moviéndose sobre la mía que apenas y se atrevía a rozarla.

La sentí sentarse sobre mi miembro, un movimiento tan inesperado que  una tensión extraña y cálida se apoderó de mí, me arrebató un gemido que se ahogó en su boca, y con eso bastó para escuchar su risa.

—Te gustó, ¿eh? — su voz sonó extraña, ronca, era casi como un ronroneo.

Y se meneó sobre mi cuerpo, jadeé al sentir como mi miembro rozaba contra algo suave...

Una tela suave, pero había otra cosa que sentí, y era más suave que esa delgada prenda, y estaba húmedo. Se rozaba una y otra vez, suave y lento contra mi miembro que esas descargas eléctricas me invadieron el vientre. Sentí endurecerme con sus meneos, estremecerme con su lengua y sus labios. Las sensaciones estiraban mis músculos, no supe cómo combatirla, solo sabía que no quería.

Si ella no era Pym, no quería.

Volví a gemir, no sabía que está a haciendo porque estaba haciendo eso tan extraño sobre mí, pero por ese instante quise retirarme la tela para ver.

— ¿Recuerdas cuando te dije que era difícil saber lo que tu cuerpo quería? —  preguntó en un tono bajo, ronco. Me besó el mentón, nuevamente mi corazón se volcó antes de volver a acelerarse—. Ahora sé lo que quiere...

— ¿Qué... quiere mi cuerpo? — quise saber, sintiendo ahora como su lengua lamia mi areola esa frescura de su lengua me hizo apretar los dientes.

Quítate de encina mío. Quise gritarle, empujarla. Pero solo recordar que si lo hacía me abriría la piel de mi estómago otra vez como aquella vez en que no quise colocar mi rostro entre sus piernas, prefería callar.

Con ella yo no quería intimar. Nunca me gustó intimar.

—Te mostraré lo que quiere tu cuerpo paso a paso— dijo. No supe a qué se estaba refiriendo, pero traté de respirar

Y lamió mi vientre, esta vez trague mis jadeos. Una de sus manos tomó la mía que apretaba con fuerzas las sabanas debajo de mi cuerpo, en una pequeña sacudida. Y la movió hacia alguna parte de mi cuerpo, entonces mis dedos rozaron con esa misma prenda húmeda que se había frotado contra mi miembro.

Algo pinchó mi pecho cuando ella adentró mi mano dentro en la prenda donde pronto mis dedos rozaron esa suave piel por la que fue bajando más y más.

Estaba caliente y mojado lo siguiente que sentí, no podía imaginarme ni describir su forma, ni qué lugar estaba tocando de todo su cuerpo, más que preguntarme lo que era eso, quise retirar la mano. La escuché gemir cuando me guio a una extraña parte de piel abierta en la que empujó mis dedos.

Me congelé. Dejé de sentir el tacto, solo quería salir de ese lugar al que me empujaba.




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