Experimento Rojo peligro (placeres caníbales 1)

6. Cuando hablan las miradas

6. CUANDO HABLAN LAS MIRADAS

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Quinto recuerdo de Experimento Rojo 09

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—No te muevas, 09, la suplente no ha de tardar en venir a tu cuarto.

Esas fueron las últimas palabras que escuché de la guardia femenina hace unas horas atrás, y desde entonces esa suplente no llegó a la ducha en la que me dejaron.

Seguramente se le había hecho tarde o tuvo algo que hacer antes de venir a cuidarme. No me importaba, solo quería saber quién me cuidaría, quien iba a suplantar a mi examinadora.

Ella dijo que no sería la misma persona esta vez... Entonces Pym no vendría a mi cuarto, ¿ya no la volvería a ver? No sabía exactamente como sentirme, después de salir de la incubadora esta mañana, cuando mi primer grado de maduración terminó, todo mi cuerpo se sintió débil, extraño, muy extraño. Algunos músculos me ardían, mover un brazo me pesaba más de lo habitual.

La doctora que vino a revisar tanto a mí como a 13 naranja, dijo que eso era normal, momentáneo, y tal vez el dolor aumentará, así dijo. Mencionó que también debíamos guardar reposo, no hacer mucha actividad o doblarnos, o nuestra piel comenzaría a sangrar.

Eso fue lo que más me confundió, no supe que fue lo que exactamente hicieron con mi cuerpo todo ese tiempo que permanecí tanto en aquella área de maduración como en la mía, solo recordaba algunas cosas, como estar conectado y siendo alimentado constantemente por adormecedores. También recordaba algunas escenas cuando mi consciencia volvía, y
Recordaba voces, a personas y sobre todo esa en la que dos de ellos intimaban, pero, ¿de qué forma estaban intimando?

Estiré mi brazo al sentir que el músculo me hormigueaba. Mi piel estaba pegajosa, todo mi cuerpo empapado de algo baboso y pegajoso que era difícil de quitar, y apenas pude quitarlo de mis ojos para abrirlos. No me gustaba mucho dejarlos cerrados y ver las temperaturas, prefería la vista a colores.

Doblé nuevamente mi brazo y llevé la palma de mi mano sobre mi pecho izquierdo. Sentí esa hinchazón inmediata con el contacto, muy diferente a otras veces que me tocaba ahí mismo, lo sentía diferente, el músculo había crecido en esa zona. El pecho era el lugar que más me dolía al igual que la espalda, luego estaba el dolor del abdomen y el de las piernas y los brazos, en esos últimos el dolor era más leve, pero aun así incómodo.

Más que adolorido estaba exhausto, era cono si todo ese tiempo en la incubadora no hubiese dormido nada,

—Estas aquí— La piel se me erizó, ese escalofrío comprimió mis músculos y sentí algo estremecerme el pecho y el corazón cuando reconocí al instante esa dulce voz que llenó pronto la ducha entera, acallando el silencio.

Aturdido, giré el rostro en esa dirección, debajo del umbral estaba esa mirada zafiro observándome, su figura delgada vistiendo la misma bata, sus pies calzando sus mismos tenis como en un principio, pero lo que había cambiado en ella era el corte en su cabello.

Ahora el cabello oscuro y ondulado le llegaba por encima de sus hombros, y no estaba más ondulado, sino lacio, y una parte de su cabello estaba acomodado detrás de su pequeña oreja de la que colgaba un arete de unicornio.

Era… Se miraba preciosa.

Estiró sus labios carnosos y pequeños en una sonrisa tímida que aceleró ese órgano cardiaco detrás de mi pecho. Solté el aliento cuando la vi mover sus piernas, acercándose a mí, y fue como si el tiempo se detuviera solo para contemplarla y sentir que todo esto era un sueño y yo aún seguía en la incubadora.

¿Lo era, o no lo era? Esa era la pregunta que golpeaba apenas mis nublados pensamientos.

—Perdona que me tardara tanto— se detuvo frente a mí, a tan solo un par de pasos para que su calzado tocara mía descalzos pies—, estaba roncando cuando me llamaron, y cuando me di cuenta de la hora que era, ¿qué crees? También estaba roncando, pero en mi ducha.

No entendí nada de lo que dijo, pero verla ampliar su sonrisa como si sus propias palabras le hicieran gracia, me estiró una torcida y apenas visible sonrisa.

Si era ella... Estaba aquí, estaba aquí frente a mí. ¿No dijo no examinadora que me cuidaría alguien diferente? ¿Qué estaba haciendo ella aquí, entonces? Salí del pequeño trance solo para saber que sus ojos exploraban con sorpresa mi cuerpo, con la poca iluminación de las duchas, mi embarrado cuerpo era difícil de notarse... solo si estabas muy lejos.

Se inclinó inesperadamente, y tan solo vi ese rostro a varios centímetros de ml, pero más cerca que otras veces en más que pude contemplar sus bellos orbes, me sentí como la primera vez que la vi.

— ¿De qué estas empapado? — me preguntó, vi enseguida como estiraba su mano, y solo ver la intención que tenía de tocarme, otro estremecimiento se concentró en no estómago.

Los nervios me pusieron inquieto, pero al ver cono al mano se detenía a pulgadas de mi pecho esos nervios disminuyeron solo un poco. Su mano se retiró, ella volvió a incorporarse.




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