EL SEGUNDO BUNKER
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Estaba intranquila, no dejaba de mirar detrás de mí solo para saber el camino que habíamos recorrido fuera del bunker, aunque eso era algo que no podía hacer, ya que con cada paso que dábamos la oscuridad se adueñaba del bunker.
Las farolas del pasadizo que recorríamos estaban fundidas, quebradas, partes de ellas se hallaban por el suelo, siendo pisoteados por nuestros pies, su crepitado al romperse recorría el enorme y aterrador silencio que se adueñaba de nosotros. Lo único que resplandecía y alumbraba, eran las enormes linternas que se hallaban a varios metros de nosotros, iluminando el resto del camino de adelante que nos llevaría al bunker de ellos.
Había un olor espantoso en todo el ambiente, un olor insoportable como a carne podrida, y sabía a qué se debía y de dónde provenía. Hace tan solo unos minutos habíamos pasado de un bulto de cuerpos de experimentos contaminados que ellos mataron y los acumularon como cubos de basura junto al bunker.
Al principio cuando salimos no me había percatado de los experimentos muertos, sino fuera porque Rojo me advirtió que no me acercara tanto a los costados del túnel, porque ahí estaban ellos, muertos, y es que todo estaba oscuro, incluso el interior del bunker de un momento a otro oscureció por completo. Me aferré tanto al cuerpo de Rojo durante el camino, solo hasta que al fin encendieron otra vez las linternas.
Supe entonces que le sacaron el combustible que quedaba al bunker para llevárselo a su escondite y utilizarlo cuando lo necesitaran, cuando el suyo se terminara.
Rojo 23, el experimento femenino que también había estado contaminada del parasito, nos dijo que el bunker estaba cerca del de nosotros, que, si no fuera porque agujeraron una de las paredes separaban los bunkers, estaríamos recorriendo los pasadizos y el centro del laboratorio por más de una hora. Y sabiendo que casi todas las manos de su grupo estaban ocupadas cargando muebles y alimento, en una hora podían suceder terribles cosas.
Por eso caminábamos con rapidez, siendo guiados por el sujeto canoso que iba mucho más adelante que los demás, con el soldado naranja y otro experimento a su lado, ambos termodinámicos, cuidando el camino.
A veces miraba de qué forma torcían sus rostros, igual que lo hacía Rojo con una velocidad tan perturbadora que incluso te llenaba de terror todo el cuerpo instantáneamente, porque sabias que había visto algo... Pero ellos torcían sus cuellos y su cabeza, solo por un instante antes de volverlos a enderezar.
Que hicieran eso, me daba un poco de tranquilidad. Me hacía pensar que no había peligro, solo por ahora. Todos ellos tenían armas a excepción de nosotros, así que, si un experimento apareciera, ellos tendrían oportunidad de defenderse. No quería pensar en lo que podría suceder si algo así llegara a pasarnos debido a que éramos los únicos que no podríamos defendernos.
Todo lo que no quería encontrar eran más monstruos. Ya no estábamos debajo de un techo medianamente seguro, armados y mucho menos me encontraba en una posición en la que pudiera pasar peligro, correr a mi manera y llegar a tropezar con cualquier cosa.
Dentro de mí había vida. Solo pensar en eso, en la probabilidad de que quizás no fuera un bebé saludable y saber que ahora las cosas podrían complicarse más de lo que ya estaban, me oprimía el pecho, lo hacía doler. Pero lo único que más podía desear era que ellos no fueran malas personas, y que no lastimaran a Rojo. Que jamás se peritaran de mi embarazo...
Aunque eso sería una tontería, tarde o temprano algo crecería de mi abdomen, y solo para que nadie lo notara, tendría que utilizar ropa holgada, pero, ¿dónde conseguiría ropa? Además, había otro problema, solo sería un corto tiempo para que Rojo se diera cuenta del futuro bulto.
Y para que yo me diera cuenta si eso me afectaría, me mataría, o no sucedería nada. La verdad era difícil pensar de qué saldría salva de este lugar, o de este embarazo.
Apreté mis puños sobre mi estómago cuando un vuelco en su interior sacudió mi cuerpo estremecido, debilitando hasta mis rodillas, haciendo que incluso mis pasos disminuyeran. Rápidamente sentí la mano de Rojo tomar mi cintura desde atrás, casi rodeándome, eso hizo que mis pasos se acelerarán un poco más, aunque su mano igual me detuvo, atrayéndome hacía su cuerpo, y girándome hasta estar delante de él, ignorando el caminar del resto.
Subí el resto quedando atrapada por el color de sus orbes que apenas se miraban entre tantas tinieblas, me observaba con preocupación, examinando la forma en que apretaba mis labios. Enseguida sentí su otra mano sosteniéndole de la cintura, asegurándose con firmeza de que no fuera capaz de caer al suelo.
— ¿Otra vez el malestar? — preguntó en un tono bajo, sentí su cálido aliento cubrir parte de mi rostro, se inclinó un poco más, una corta distancia en la que con un corto movimiento hizo que su nariz rozara con la mía—. Puedo cargarte si te sientes mal.
Editado: 08.04.2020