UNA MIRADA SOSPECHOSA
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Además de una linterna, comida enlatada, botellas de agua, una manta termina y un par de navajas, hubo algo más que me sorprendió dentro de la pequeña caja que Roman nos dio. Y solo ver esos dos objetos de color negro y tamaño pequeño, acompañado de tres botes medianamente llenos de cartuchos, pestañeé.
— ¿Nos dieron armas? — informé con inseguridad, sintiéndome un tanto inquieta por lo que miraba.
Parecía una broma, y aunque tenían la forma de un juguete de niño, se veían tan reales. Iba a comprobarlas, así que extendí mi brazo para tomar las armas y darme cuenta de que efectivamente eran reales. Pesaban mucho para ser tan pequeñas.
Pensé, por un momento, que nos darían las armas una vez en el exterior o una vez que llegáramos al comedor solo para protegernos, sabía que no confiaban tanto en nosotros como para devolvernos las armas dentro del bunker, pero al parecer lo hicieron.
Confiaron.
Dejé las armas sobre la mesa en la que había puesto la caja y toda la comida enlatada, y agarré los botes repletos de cuartuchos, ¿cuántas balas habría en cada uno? Eran demasiadas y de un pequeño tamaño, suficientes o tal vez no demasiado suficientes para combatir el exterior.
— ¿Ya viste? — Iba a girar en busca de la mirada de Rojo, cuando algo me detuvo al instante.
Todos mis sentidos se estremecieron y mis manos estuvieron a punto de dejar resbalar los botes de cartuchos al sentir desde atrás, esos dedos deslizándose peligrosamente dentro de mi sudadera, trepando alrededor de mi cintura, bajando de mi estómago a mi vientre donde se detuvieron un segundo para entrar en los jeans y deslizarse, todavía, bajo la prenda interior, encontrando un rastro sensible de piel caliente que acaricio.
Jadeé, solté los botes a causa de sus caricias dulces que producían un cosquilleo exquisito en esa zona de mi cuerpo. Caricias profundas que eran capaces de aumentar mi sensibilidad y hacerme desfallecer sin más.
Quise detenerlo, si seguía así...
—Tendremos un bebé— susurró contra mi oído, inesperadamente, haciéndome tragar con nerviosismo—. No sé cómo reaccionar, aún hay tanto que no sé.
Sus caricias se detuvieron, su palma se extendió más sobre mi vientre, supe lo que estaba haciendo, tratando de sentir la temperatura en mi vientre, otra vez.
—Yo puedo enseñarte todo lo que recuerdo de los embarazos— mencioné, el embarazo era algo que recordaba muy bien sin lugar a duda, así como muchas otras cosas que terminaban perturbándome un poco porque fueron los únicos recuerdos que seguían en mi cabeza.
— Aun así, estoy preocupado...
Sus palabras en una tilde de voz bajo y sincero, hicieron que un suspiro escapara de mis labios. Yo también estaba preocupada, asustada y muy preocupada por lo que llegara a ocurrir fuera de este bunker.
—No he logrado ponerte a salvo y ahora que tendremos un bebé... — soltó, su aliento acaricio la piel de mi mejilla levemente—. Me siento impotente, quiero que esto termine, quiero que duermas tranquila y despiertes sin preocupaciones.
Sentí la fuerza de sus palabras oprimirme el pecho, ¿dormir tranquila y despertar sin preocupaciones? ¿Por qué no dormir tranquilos y despertar sin preocupaciones? Saber que solo hablaba de lo mucho que quería protegerme y de lo que haría para mantenerme a salvo, era lo que más me preocupaba, me atemorizaba que lo cumpliera... a costa de su vida.
Tal vez estaba exagerando el doble sentido de sus palabras, pero si realmente Rojo iba a protegerme poniéndose él en peligro, no lo permitiría. Yo también lo protegería.
— Estoy tan preocupada por lo que ocurrirá al salir de aquí— sinceré, inclinando mi cuerpo hacia atrás para recargar mi espalda en su cálido pecho. Él sacó sus manos de mi vientre para aferrarse a mi cuerpo en un abrazo—. También quiero que todo esto termine, que estemos juntos y a salvo.
—Voy a matar a cualquiera que intenté lastimarte— escuché tan firme su advertencia que mi corazón dio un vuelco para a volver acelerado. Le sentí inclinarse, ahuecando su rostro en mi cuello para besarlo—. Saldremos de aquí— aseguró, besando detrás de mi oreja.
Tan solo escuché como su grave y ronca voz explorando mi cabeza y repitiendo sus palabras, un nudo se construyó en mi garganta. Asentí, dejando que mis manos se posaran sobre las suyas y las apretara con temor y fervor, sintiendo su calidez trasladarse por todo el sendero de mi piel.
Un calor protector.
Un calor que jamás podría olvidar.
Y que nunca olvidé aun perdiendo la memoria. Una memoria que estaba tardando en recuperar.
Rompí su abrazo para voltearme y tenerlo de frente, no tardé mucho en llevar una de mis manos a acariciar su mejilla con delicadeza mientras lo observaba, mientras contemplaba su depredadora mirada.
—Lo haremos— Me ardió la garganta cuando lo dije, me empujé de puntitas, cortando cada centímetro de la distancia entre nuestros rostros para juntar nuestras bocas en un beso en el que toda mi alma se estremecía—. Saldremos juntos—susurré contra la suavidad de sus carnosos labios, para volver a besarlo y sentir pronto sus brazos rodeando mi cintura y apegándome a su caliente cuerpo, manteniéndome en la misma posición.
Un beso tan profundo y lleno de sentimientos que lo hizo suspirar en mi boca, ame esa sensación, y como su cuerpo se tensó cuando mi otra mano se animó a deslizarse por su cuello hasta su cabeza, donde se hundió en todo su sedoso cabello. Saboreé su deliciosa boca lentamente, olvidando por minutos lo que fuera de las paredes sucedía, haciendo nuestro ese momento porque tal vez, no habría otro igual...
Se me oprimió el pecho a causa de esa idea tan aterradora que acalló enseguida cuando los brazos de Rojo inesperadamente me alzaron por la cintura y me colocaron sobre la mesa repleta de alimentos donde, tras un leve empujón la pequeña caja que terminó cayendo al suelo. Al instante y sin separar nuestras bocas, las manos de Rojo en un veloz movimiento abrieron mis piernas, para acomodar su cuerpo entre ellas y mantenerme pegada a él.
Editado: 08.04.2020