Experimento Rojo peligro (placeres caníbales 1)

9. No podría resistirlo

9. NO PODRÍA RESISTIRLO

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Séptimo recuerdo de Experimento Rojo 09

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Observé su contraída mirada zafiro y esos labios entreabiertos con movimientos temblorosos sin saber que decir. Contrajo más sus cejas, confundida, tratando de hallar una explicación, pero sin responder a mi pregunta aún.

No pude dejar de mirarla con severidad, mostrando el enojo que sus palabras descuidadas habían incendiado en mí, no era solo el abrazo que le dio al guardia, no era el beso correspondido, mucho menos que me llamara animal y de que ella no pasaría la noche conmigo: aunque eso era algo que ocurría cuando ella tenía que ir a cuidar de su experimento, pero sucedía que ese guardia no era su experimento, era un hombre a quien besó y abrazó.

Ni siquiera lograba entender con exactitud lo que estaba sintiendo en este momento, lo que vibraba y ardía en ni interior conforme reproducía las escenas. Pero algunos de esos sentimientos eran claros, estaba impotente con mis nudillos blancos de tanto apretar mis puños, recordando que después de que me dijo que me trataría como uno de los suyos, se contradecía hablando de emparejarme como si fuera nada, un objeto y nada más al final.

Era como escucharla decir que no quería estar conmigo... Quería dejar de ser mi examinadora suplente, enviarme al bunker, hacer que me gustara otra... Sabía muy bien que yo también me contradecía, había esperado tanto ese momento de emparejarme y terminar mi etapa adulta, pero ahora eso era algo que no quería, si sucedía, entonces son vería más a Pym. Pero, ¿era eso lo que ella quería? Por eso había sacado el tema de los perfiles, ¿quería dejar de verme para tener tiempo para él? ¿Él era su pareja?

Odie el silencio que se creó a nuestro al rededor. Odie sentir arder hasta mi fuerte respiración con la opresión en mi pecho que empezó a doler.

—No— su vos apenas salió con claridad, en un tono tan dulce y extraño, sin desvanecer en mismo gesto. Sin dejar de analizar mí silencio—. No, no lo dije con esa intención, no es que quiera que dejemos de vernos.

Sus palabras me confundieron más de lo que ya estaba. Pensando una y otra vez en la extraña y delineada emoción que llevaba en su hermoso rostro, si la emoción no era a causa de que dejaríamos de vernos, ¿entonces de qué era? ¿A caso era por qué quería verme emparejado?

—Si no es por esa razón— espeté, dejando que mis ojos cayeran en sus pies que se habían empezado a mover, en dirección a la mochila—, ¿cuál es entonces?

Levantó su mochila del suelo para colocarla en un pequeño espacio de la mesa, la abrió y metió su brazo para sacar una carpeta que pronto empezó a hojear.

—Te seré franca, en realidad me dieron los perfiles para que yo eligiera por ti, querían que lo hiciera en ese instante, pero pedí que me las prestaran todo el día— pronuncio, sacado otra carpeta—, porque quiero que elijas tú. Quiero que elijar a tu pareja, no me gustaría que otros lo hicieran.

Ninguna de las razones de las que pensé, salieron de esos labios. Solo le hacía emoción que yo decidiera por mí mismo con quién quería emparejarme. Solo repetir esas palabras en mi cabeza mis puños dejaron de apretarse tanto, pero el enojo seguía y ese sentimiento seguían ahí, sin disminuir solo un poco.

Emparejarme con una de mis compañeras, eso era lo que ya no quería. Ahora estaba seguro, más seguro de con quien quería estar...

Con Pym.

Con ella, solo con ella quería emparejarme. Sin permitir que nadie más la besara o abrazara tanto como yo deseaba hacerlo. El único problema era que eso no estaba permitido.

—Las encontré— escuché decir en un tono apenas de emoción, pero no se volteó, permaneció hojeando el folder rojo entre sus manos.

No tenía que preguntar ni mucho menos echar una mirada para saber que esas hojas eran los perfiles de mis compañeras.

— ¿Y si no quiero? — Me atreví a levantarme, permitiendo que la toalla resbalara de mi vientre y cayera en el suelo, frente a mis pies, dejándome desnudo—. ¿Qué sucedería si yo no quiero, Pym?

Mi pregunta la hizo dejar de hojear y voltearse con lentitud.

— ¿Elegir por ti mismo? — Su pregunta que había empezado rápidamente, terminó con lentitud y en un tono bajo cuando de un segundo a otro se volteó para verme de frente, dejando que sus hermosos orbes azules resbalaran por toda mi desnudez, sin poder evitar cubrir parte de su rostro con su pequeña mano y retirar la mirada de mí—. Estas... desnudo...

Supe que no se esperaba que dejara a su vista mi hombría, era algo que la incomodaba, pero, aunque fuera incorrecto yo no estaba arrepentido de hacerlo.

No estaría nunca arrepentido cuando mi premio era ese hermoso sonrojo que me encantaba provocar en sus mejillas y que ahora mismo resaltaba confusamente de ella, tan adorable, tan preciosa.

Se veía tan preciosa que ese enojo hacia ella se esfumó de mi cuerpo y dejó solo esas sensaciones desconocidas que aún me consumían a causa del recuerdo de verla besando esos labios y abrazando ese cuerpo, esas sensaciones que me hacían comportar de esta manera, y buscar más en ella. Entonces reaccioné, mis piernas se movieron, cortando más la distancia creada entre nuestros cuerpos, frente a ese rostro sonrojado cuya mirada se hallaba de nuevo clavada en mi rostro.

—Hablo de emparejarme, Pym—retomé el tema, sin disminuir la lentitud de mis pasos, cada paso que me hizo ver lo mucho que provocaba en ella, y lo mucho que ella me provocaba a mí. Como mi corazón volvía a retumbarme el pecho, y ese cosquilleo se reanimaba en mi estómago—. No quiero emparejarme.

Pestañeo, dejando que sus ojos se deslizaran en el folder rojo que sostenían sus manos, un segundo antes de ver mis piernas, se dio cuenta de que poco faltaba para acorralarla como lo hice el día de ayer.




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