10. SABES MUCHO MEJOR QUE EN MIS SUEÑOS
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Octavo recuerdo de Experimento Rojo 09
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Mi piel seguía recordando su calor, no sabía cómo era posible que siguiera intacta en mi cuerpo, que mi torso sintiera sus brazos rodearme y que sus manos se aferraran en mi espalda. Todavía podía sentir en mi pecho el retumbar acelerado de su corazón, sentir su respiración agitada y recordar su sollozo.
Y cuando pensé que terminaría perdiendo la cordura ante sus palabras susurradas a centímetros de mis labios, ella volvió abrazarme con la misma fuerza. Todo lo que sabía en ese instante era que quería tenerla así, siempre.
Rodeando su delgado cuerpo con mis brazos, manteniéndola conmigo, cerca, dándole de mi calor para cuidar de ella, consolarla, aunque no sabía si lo estaba haciendo bien. La palabra consolar lo aprendí de ella cuando me contó la historia de una pareja que perdió a su hermano menor: que el marido consoló a su mujer que lloraba, en un abrazo protector.
Esperaba que mi abrazo la consolara, que fuera igual de protector que la del hombre de esa historia. Pero al final me obligué a romper el abrazo cuando otra temperatura se aproximaba a mi cuarto.
Se lo hice saber a ella cuando vi que apartar mis brazos de su cuerpo la confundió otra vez. Ella solo asintió, volviendo a la mesa, guardando sus cosas en la enorme mochila antes de que esa mujer desde el otro lado de la cortina pidiera a ella nuevamente acompañarla con sus cosas.
Desde ese momento en que la vi salir secando antes sus mejillas, no volvió a aparecer en mi cuarto. Pase toda la noche recostado contra el respaldo de mi cama, en la misma posición sosteniendo los perfiles que ella había dejado, y solo no podía revisarlas por estar pensando en todo lo que había sucedido, preguntándome si ella había dejado de llorar.
Era la primera vez que la veía de ese modo, y solo ver como su rostro se transformaba y se volvía tan frágil a punto de romperse, supe que no quería volverla a ver en ese estado...
Si te pasara... No podría resistirlo. Sus palabras no dejarían de reproducirse en mi cabeza con esa tonada de voz tan ahogada y débil.
Estaba preocupada por mí, preocupada de que me ocurriera lo mismo, ¿por qué yo también era su experimento? Solo un experimento, no sabía de qué modo tomar esas palabras, pero que se preocupara por mi bastaba, era suficiente para saber que al menos, significaba algo para ella...y que correspondió mi abrazo, que dos veces la tuve entre mis brazos, aferrándonos uno al otro.
Yo tampoco quería que me sucediera lo mismo que su experimento, que no cumpliera las expectativas de los científicos y volvieran a crearme con mejoras, si lo hacían, entonces la olvidaría, olvidaría a Pym y la primera vez que la vi... Olvidaría todo, su voz, su mirada tan azul que me envolvía, su hermosa sonrisa y hasta nuestros abrazos...
Unos golpes en la pared junto a mi cama, me hicieron torcer la cabeza en esa dirección, retirando todos esos pensamientos para cerrar mis ojos y darme cuenta de que, del otro lado, había una temperatura, pegada a la pared.
Aunque ya la había sentido antes y sabía a quién le pertenecía, estaba acostumbrado a sentirla todos los días, una pared era lo único que separaba su cama de la mía, su cuarto del mío.
Y esos golpes también los reconocí, aunque muy pocas veces ella golpeaba nuestra pared, como una señal de comunicación.
—Quiero saber algo, 09... ¿Por qué estabas tocando a tu examinadora? — Tampoco era la primera vez que escuchaba su voz, sin una pisca de emoción atravesando esa pared hueca, falsa.
Pensé en sus palabras que solo trajeron el recuerdo de Pym contra mi cuerpo otra vez, esa sensación creciente en mi cuerpo devolver abrazarla y consolarla.
—No te importa— solté bajo una exhalación, mirando la cortina, comenzando a desear que ella volviera atravesando ese umbral... con una sonrisa.
— ¿Te obligó a tocarla? Es contra las reglas.
—Tuve el permiso— añadí sin más, habiendo al fin el folder rojo y viendo que la primera hoja llevaba la imagen de un experimento hembra del área negra, clasificación 22.
Tan solo vi sus ojos y ni siquiera tuve que seguir reparando en el resto de su rostro femenino para saber que no me gustó.
Hojeé el resto de las imágenes con información de las hembras solteras, no me interesó ninguna, ni aun viendo la imagen de 11 Rojo quise emparejarme con ella, el interés que tenía por tocar incluso sus bucles, había desaparecido.
No quería elegir a una sola de ellas, estaba seguro... en mi mente ya no cabía otra imagen que no fuera la de Pym, y mis brazos al sentir su delgado cuerpo estremecerse y al sentir su calor, no querían tener otro cuerpo apretando y protegiendo que no fuera el de ella.
Por primera vez maldije en mi interior, tal como mi examinadora maldecía en voz alta. Y solo pensar que Pym quería que yo eligiera a una, me enojaba otra vez... Hacía que esa impotencia confusa volviera a apretarme los puños.
Porque no sabía que hacer ahora que mi segunda fase de maduración se aproximaba, solo me quedaría una para luego enviarme al bunker con una hembra desconocida, y no la iba a volver a ver a Pym... ¿Por qué tenía que ser así? ¿Por qué esa tenía que ser mi único caminó? ¿Por qué no podía quedarme con ella? ¿Por qué tenía que ser tan diferente a ellos?
Deseaba ser igual a ellos, entonces, podría quedarme con ella...
— ¿Te pidió tocarla en esas partes...? — Golpeó la pared un par de veces después de terminar sus palabras—. Me da asco cuando tu examinadora te pide que la toques. Eso no viene en el reglamento. ¿Por qué ellos pueden incumplir y nosotros no? Nos dan el castigo, pero ellos no son castigados.
Respiré hondo, reteniendo un segundo el oxígeno en mis pulmones mientras procesaba esa última frase que había sido escupida con enojo. Era cierto. Mi examinadora incumplía muchas reglas que no debían ocurrir entre experimento y examinador, incluso, hacia cosas o me ponía a hacer cosas que ni siquiera venían en lo permitido. La toqué algunas veces de formas que la hacían gemir, y al final el castigo fue para mí.
Editado: 08.04.2020