EL AGUJERO DEL ADIÓS
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Tan rápido como esos tentáculos se abrieron paso al exterior del agujero evadiendo la primera bala que dispararon, tan rápido como se estiraron por todo el sendero del techo hasta sostenerse de la única parte colgante de la escalerilla de emergencia para lanzar su primer gruñido bestial, esa mano tirando con una fuerza abrumadora de mi brazo, me hizo retroceder de inmediato.
Pronto, con un solo pestañeo me encontré detrás de la espalda de Rojo quien había levantado sus brazos al igual que el resto de los experimentos a nuestro alrededor, disparando al segundo en que todos ellos apuntaron a esa monstruosidad, llenando de estruendos el comedor, un sonido tan helado y horripilante que respingó mi cuerpo y el de todos los demás.
Difícil seria escapar de todas esas balas que al final atravesaron ese espantoso cuerpo deformado y repleto de escamas negras, que, por escapar de todas ellas, había hecho el equivocado movimiento de soltarse para caer sobre los escombros en los que antes estaba parado el cuerpo de Jerry.
Él se había lanzado lejos de los escombros en cuanto se percató de la monstruosidad, rotado sobre el suelo para encaramarse de un saltó y levantar su arma, aunque para él había sido demasiado tarde para disparar. Ya lo habían hecho los demás y a un ritmo tan espeluznante y desconcertante dejando a todos los sobrevivientes ensordecidos y a ese sujeto reventando mis ojos al estirar una asquerosa sonrisa.
—Bien, creo que eso demuestra de que están hechos — Fue repugnante escucharlo, ni siquiera agradeciendo que le salvarán el maldito pellejo. Volvió a los escombros, observando a la deformidad a la que no tardó en arquear una ceja antes de voltear a mirarnos—. Si siguen así, nosotros haremos el resto por ustedes contra el gobierno externo, mientras estos contaminado no hayan hecho un desastre...
«Quiero a los del área negra y naranja sacando los elevadores y metiendo la escalera, mientras tanto los experimentos termodinámicos acercarse a mí para equiparlos con más armas de una vez.»
Su orden me secó la garganta, no entendía cómo era capaz de dar esa orden como si él fuera su creador, como si estuviera tan seguro de que obedecerían sin más. No, por supuesto que no sabía que los habían creado con ese propósito, pero esto no era la guerra... Y, además, ese ya no era su propósito.
Ese no era el propósito de Rojo...
—Está mal— la palabra resbaló de mis labios con mucho temor, y no tardé en mover mis piernas para acortar la distancia entre su espalda y mi cuerpo, con la necesidad de aferrar mis manos a la tela delgada de su camiseta que se pegaba a su piel—. Siguen viéndolos como experimento, como nada más que eso, no como personas.
El cuerpo de Rojo se tensó bajo mi tacto, bajo mis palabras que desgraciadamente eran ciertas. Ese hombre prácticamente iba a enviarlos a sacrificarse... ¿por nosotros? Ni siquiera nos merecíamos ser protegidos por ellos después de todo lo que les hicimos. Estaba mal, ¿que se creía? No, por supuesto que no dejaría que Rojo subiera a la superficie.
No podía perderlo otra vez.
—No voy a dejar que te utilicen otra vez... — murmuré, aferrándome aún más al lado derecho de su espalda.
Pero él no se movió, Rojo permanecía en esa misma posición rígida y endurecida, con sus orbes clavados en todos esos experimentos que se habían acercado para rodear la primera caja de elevador, observando la manera en que se inclinaban y la tomaban con sus manos para comenzar a moverla. Provocando con su movimiento que, en la larga estructura de pared, una grieta se abriera más. En segundos, habían sacado la caja entre todos ellos, dejando a la vista un enorme agujero en la estructura que se agrandó un poco más creando una leve pared de tierra a su alrededor.
—Está bien, Pym— Mi cuerpo se inmovilizó ante su inesperada aclaración. Ante esa gruesa y grave voz que exploró mis entrañas y las comprimió, las congeló—. Voy a ir, lucharé por esa libertar.
Rompió el contacto entre nuestros cuerpos para voltearse frente a mí con lentitud, dejando que sus orbes oscurecidos de firmeza se posaran sobre mí rostro para reparar en el gesto que él había provocado en mí.
—Voy a ir— Me estremecí cuando sentí sus manos amoldar mi cintura, mi corazón se aceleró, pero no de nervios, sino de dolor cuando él repitió las palabras sin titubeos—. Iré...
—Pe-pero...
—Comprendo por qué nos enviaran primero que todos y estoy de acuerdo, Pym—dijo, y no, yo no estaba de acuerdo—. Puedo ver las temperaturas, se bien cuál es la contaminada y si los mato antes de que salgas, te tendré a salvo a ti...
Hizo una pausa suficiente como para construir un nudo en mi garganta. Dejó que sus orbes carmín bajaran hasta mi estómago, hice lo mismo siguiendo su mirada y sintiendo esa opresión en mi pecho cuando una de sus manos se deslizó hasta mi vientre para acariciarlo por encima de mi pantalón.
Mi cabeza construyó terriblemente el significado del suspenso que dejó durante las caricias en mi vientre y esos dedos que pronto se adentraron bajo la tela de la sudadera que utilizaba. Solo sentir su toque deslizarse con crueldad por encima de la piel de mi abdomen y bajar hasta el botón de mi pantalón, hizo que la opresión aumentara, contagiara mi cuerpo entero e hiciera que mis ojos ardieran.
Subí la mirada sólo para sentir como se me anudaban los músculos de la garganta al ver esas comisuras estirándose en sus carnosos labios. Una sonrisa dulce que cortó con la navaja más filosa mi respiración.
—...y a nuestro bebé— pronunció torciendo más esa sonrisa sincera como si descubrir esa palabra en su boca le gustara tanto—. Ahora es un poco más cálido, me tranquiliza sentirlo— suspiró las palabras antes de sacar su mano y volverla a mi cintura, antes de mirarme e inclinar su rostro sin sonrisa para acortar la distancia entre nosotros de tal forma que nuestros alientos se rozaran—. Por eso iré, preciosa, no porque sea un experimento que siga ordenes, sino porque quiero proteger lo que es importante para mí.
Editado: 08.04.2020