13. ESOS BESOS NO SON SUYOS
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Onceavo recuerdo de Experimento Rojo 09
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Ella era hermosa.
Era tan blanca que mis dedos tuvieron curiosidad de tocar su piel libre de manchas, libres de pecas y cicatrices, descubriendo su suavidad y frescura, sobre todo ese extraño bulto en su pecho tan parecido al que vi en Pym. Ante mis ojos, se miraba tan pequeña y frágil que un instinto salvaje estaba a punto de apoderarse de mí, a punto de tomarla entre mis brazos como si me perteneciera, arrancarle su bata blanca y hacer todo lo que desconociera con ella.
Hacer con ella todo lo que quería llegar a hacer con Pym, acariciando cada centímetro de su blanca piel, dibujarla con mis besos y saborear cada bocado de ella. Apretarme contra su cuerpo y escucharla gemir contra mi boca hasta liberarla. Ese instante había sido tan desconcertante y turbio que todo mi interior tembló, sintiendo como si mis extremidades estuvieran a punto de caer de mi cuerpo y el resto de mi piel quemarse por la conmoción.
Apreté mis puños con tanta fuerza que se me blanquearon mis nudillos, obligando a mis manos permanecer en su lugar, en ese momento estaba reteniendo mis impulsos, una parte de mí no quería actuar, no quería sentirme atraído hacía esa mujer que no era Pym, y entonces de un segundo a otro, todo ese rastro de encanto que sentí hacía esa hembra de orbes palatinados y escleróticas blancas, desapareció. Se esfumó y evaporizo llevándose todo pequeño rastro de su efecto. Y solo cuando mi cuerpo dejó de temblar, y se relajó, pude darme cuenta al final que se trataba de sus feromonas tratando de hacer efecto en mí.
Podía oler ese aroma dulce que emanaba de su blanca piel con escandalosa intensidad, era un aroma tan encantador que me había hipnotizado unos segundos aun cuando no me sentí atraído naturalmente. Encerrándome en esas sensaciones producidas contra mi voluntad, hasta el sólo pensamiento de querer tener sexo con ella.
Era la primera vez que me sucedía algo como esto, pero ya sabía sobre esas reacciones perturbadoras, mi examinadora ya me había hablado sobre lo que mis feromonas provocaban a todo aquel del que estuviera fuertemente atraído... Eso explicaba que esa hembra del área blanca sentía atracción por mí, por eso sus feromonas estaban afectándome de esa forma, y afectaban aún más cuando mi tensión estaba acumulándose en mi cuerpo.
Aunque a Pym nunca parecieron hacerle efecto mis feromonas.
Eso ultimo era lo que más me confundía, simplemente no sabía qué era lo que ella sentía por mí, por un instante sentía que mis feromonas le hacían efecto, pero al siguiente era como si no funcionara con ella. Todo en ella era tan confuso, actuaba de una forma que no comprendía. No la entendía, no lograba entender lo que ella quería, y eso me molestaba tanto que me descontrolaba por completo.
A veces sentía que le gustaba mi toque, otras veces sentía que solo la molestaba y que debía apartarme. Pero después ver su reacción o la forma en como me miraba me hacía volver a sentir que ella quería que la tocara. ¿Qué era lo que realmente quería Pym? ¿Le gustaba o no? ¿Le gustaba ese guardia o le gustaba yo? Tenía unas enormes ganas de leer sus pensamientos en ese momento, y averiguar que pensaba de mí.
Como aquella vez que mientras me hacia el dormido ella soltó que le gustado mucho. Esa era una respuesta hacia la pregunta que le había hecho para saber si le gustó o no dormir conmigo. Pero después de que la enfrenté deseando que me respondan diera, comenzó a evadirme, a apartarse de mí de ese día. Y al siguiente, ella estaba actuando como si nada hubiese sucedido, o como si no importara.
Pym me había tenido enloquecido y muy confundido, estudiando hasta la más pequeña mirada que me daba para trozarme el cráneo de tanto pensar y no encontrara coherencia en palabras y reacciones.
Construía suspiros de decepción en el que todo mi interior se sentía asfixiado, pero también construía sensaciones nuevas que me gustaba sentir como descontrolaban a la perfección mi cuerpo con nuevos deseos hacia ella.
Pero esta vez había sido diferente tanto lo que vi en ella como lo que me hizo sentir cuando levantó esta mañana la cortina y dejó entrar a una hembra a la que me habían emparejado contra mi voluntad. Que trajera a una hembra a mi cuarto sin preguntarme antes si yo quería o no verla, me molestó más de lo que no imaginé, me enfureció tanto que lo que sentí en ese instante hacia ella también había sido nuevo para mí.
Una furia brotando de mi interior, calentando todos mis músculos con una impotencia de detenerla. ¿Por qué la había traído? ¿No dijo que no haría nada sin mi consentimiento? ¿No dijo que iba a preguntarme lo que yo quería?
Reconocía que decidir por mí nadie más me lo permitiría, y que a causa de que yo no elegí mi pareja, ella tuvo que hacerlo por obligación. Pero aun así, yo no quería ver a mi pareja. No la quería ver... Quería pasar mis últimos días íntimamente con Pym. Jugar con ella, escucharla reír, disfrutar de su mirada.
Estaba dispuesto a romper los centímetros de separación, preguntarle si sentía algo por mí o solo era mi mente jugándome malas bromas. Quería tocarla tantas veces pudiera hasta que mis dedos se rompieran de tanto acariciar su pequeña estructura. Quería besarla, o pedirle que me dejara besarla el resto de las horas que me quedaba con ella... Y ahora todo había salido tal y como no quería que sucediera.
Ni siquiera llegué a imaginar que yo fuera capaz de soltar aquellas palabras solo para ver sus reacciones. Había sido una reacción inesperado de mi enfurecimiento que lo que vi reflejado en su rostro me rompió en dos.
Le dije que se fuera, y la culpa por la forma en que se lo dije estaba rasgándome el alma entera, llenándome de ardor. Estaba arrepentido al ver como su mentón tembló y esos preciosos orbes azules se cristalizaron y enrojecieron. Jamás creí que sobrepasaría los límites de la libertad que ella misma me dio y ninguna otra examinadora me daría.
Editado: 08.04.2020